Cortometraje de 17 minutos. Lo dirige el cordobés Mariano Luque. Tenemos a un periodista (Marcelo Subiotto) y a su camarógrafo (Sergio Prina). Éste periodista tiene un programa llamado Los misterios del mundo y viaja por el campo argentino en busca de historias fantásticas o extraordinarias, investiga temas sobre cosas sobrenaturales o extraterrestres. Se hace un humor naif con ello, donde se burla Luque de la creencia en éstas cosas, lo hace mediante un aura de viajero relax, de aventurero mochilero. Hay un tono de cotidianidad, bien laxo, que está bastante bien, que va con el humor y cierta conseguida despreocupación. Aunque éste periodista juega un poco al cínico light, o al periodista sensacionalista, se deja maravillar en un momento por descubrir la grabación de niños hablando de sus sueños; posee buenos restos de humanidad, fragilidad, sensibilidad. Éste periodista comparte el día a día con su camarógrafo, uno es porteño y el otro "negro", dentro de lo que significa en el lenguaje coloquial o popular argentino, como decir clase media y pueblo, o capitalino y provinciano, o jefe y subalterno o primero y segundo. Fácilmente éste corto podría ser un largometraje teniendo aquí el material inicial o la esencia, y agregarle más aristas y personajes. Podría ser una buddy movie al estilo de la magistral Planes, trains and automobiles (1987), esa gran comedia del nada marketero título, perteneciente a John Hughes con el gran John Candy; hacer una película con el toque bien argentino, del porteño y el "negro" (que en la presente ambos irónicamente lo niegan), aunque podría ser quizá ahora visto de políticamente incorrecto. El periodista cuenta anécdotas y lleva una concepción de tipo ligero, simple. El entorno es austero, es una historia sencilla, un pequeño ejercicio cinematográfico. Las anécdotas llevan un toque costumbrista, se pueden leer como folclóricas, que va acorde con la naturaleza del campo y la provincia y ese deambular opuesto al de la perturbación de lo extraño o sobrenatural. Los misterios del mundo en realidad no se hallan en la no identificable luz que aparece de pronto en la misteriosa noche, o en el cielo, sino en la mismísima cotidianidad de la vida de cualquier persona, cuando el hombre (ya no el periodista o el buscador de público y, por ende, de dinero, de éxito) se conmueve o se enoja al oír una verdad, aun en medio de sueños y estereotipos.
PARADISO, XXXI, 108
El escenario es el desierto del Néguev en Israel; llamado por los árabes, Al-Naqab. Dirige, éste corto de 18 minutos, el palestino radicado en Alemania, Kamal Aljafari. Es un filme que coge los archivos de propaganda militar israelí en éste desierto, una preparación militar de su fuerza bélica, y lo transforma levemente en otra cosa, algo más ambiguo quizá, más gaseoso, como que desviste la violencia del fuego abierto y las operaciones militares, donde vemos tanques, aviones, proyectiles, soldados con armamento, etc, y lo vuelve como un parque de juegos de niños, también parece como propio de un campamento de verano, unas vacaciones con armas de guerra o algo parecido. Es un espectáculo seductor ver el aparato de la guerra, sin ver en sí la muerte que ésta ocasiona, el dolor. En pantalla no vemos al enemigo, hay unidireccionalidad, es solo el ejército israelí mostrando su poder y potencial de guerra. Kamal coloriza el filme de manera un poco circense, pone colorinches. Coloca música que expresa incongruencia con lo que vemos, música que parece ironizar el asunto. Las tomas se comparten entre el intimidante poder militar y gente que no parece violenta, sino se ve muy normal, como quien no ha pensado bien como termina todo esto, con muerte. Pero sería inocente desconocer la naturaleza violenta del ser humano, sus tantos errores que desencadenan en éste tipo de violencia, su anhelo de imponerse de alguna manera. De lado queda eso que no vemos, muchos cadáveres, familias destruidas, niños, mujeres y ancianos como daños colaterales, traumas psicológicos, minusvalías físicas, deshumanización, nacionalismos disfrazados de sobrevivencia, hombres vistos como bestias. Es como una reflexión de ver y disfrutar de un espectáculo y no ver que significa en sí o en realidad.