lunes, 25 de marzo de 2019

Mandy


Jeremiah (un estupendo Linus Roache), el líder de una secta, queda prendado de una mujer al verla simplemente pasar, de Mandy (Andrea Riseborough), esposa de Red (Nicolas Cage), y como Jeremiah cree que todo en el mundo le pertenece la secuestra, la droga y trata de hacerla su mujer. Mandy lo rechaza, se burla de él, y éste se vuelve loco. Lo que viene después es la venganza de Red, de un Nicolas Cage totalmente fuera de sí, con un Panos Cosmatos, el director del filme, haciendo una película ultra violenta y muy entretenida.

Cosmatos no teme dar unos diálogos cargados, no teme en absoluto el ridículo, y acierta en todo momento, con un Jeremiah dando discursos entre absurdos, pedantes y cósmicos, esto último como lo es toda la película, con mención a los planetas favoritos de Mandy y Red que veremos al final como si hubiéramos presenciado un sci-fi y no una película de acción y fantasía. Mandy (2018) también es terror, ya de por sí la idea de enfrentar una secta lo es, cuando muchos las han tratado en el género. Pero Mandy además tiene de terror por unos motoristas demoniacos, tipo cómic, que debe enfrentar Cage, a lo sobrenatural.

Mandy manipula los colores, produciendo un filme con identidad propia, con unos colores o tendencias rojizas y purpuras que dan una imagen de terror al conjunto, de oscuridad, de algo siniestro, de algo misterioso, de algo irreal o excepcional. Tener a Cage con la cara ensangrentada, manchada con la sangre que le han salpicado las muertes que ocasiona su venganza es tener un filme híper divertido entre manos, uno que rompe todo limite y quiere ser rebelde en toda esencia. Otro gran momento es ver como Cage prepara su hacha, como la construye, en el momento más artesano y preparativo.

Todo el filme es genial, pero destaco dos secuencias de acción en especial, cuando Cage enfrenta a los motoristas demoniacos, así, sin miedo, frontalmente, a lo loco, sin plan alguno, solo positivo –como menciona un dialogo sarcástico- y cuando se da una lucha con motosierras y enormes cadenas. Ver a Bill Duke, actor de la película Depredador (1987), también tiene su encanto. Duke le explica a Cage sobre la parte sobrenatural del filme, sobre lo oscuro, sobre lo terrorífico, sobre el mal en toda esencia. Destaca a su vez otro momento en la propuesta, cuando un especie de ministro le da la ubicación de la familia-secta de Jeremiah al hombre venganza y es un momento donde solo habla el sujeto y Cage lo mira con la cara de perturbado, mientras este hombre suelta a un tigre.

Cosmatos tiene grandes ocurrencias en su filme, está lleno de imaginación de la buena, y es tan entretenido como un filme de Tarantino, se muestra igual de hábil con el hedonismo. El filme tiene hasta dibujos animados como pesadillas, vemos a Mandy señalarle el camino a su marido, imponiendo el lado místico pagano, y es que el filme es atrevido, como ver la secta de Jeremiah adornada con cruces y señalamientos a lo cristiano, pero con la suciedad de la criminalidad y el peor abuso en las acciones.

Jeremiah es un hombre trastornado, semejante al papel de Cage, y se dará un dialogo final, aunque Cage apenas abre la boca, bastante rico, en el lado de lo irreverente y rebelde, propio del director que no teme fallar y plasma toda su extravagancia a pleno y a mil. El filme juega con lo hippie perverso, con lo religioso demencial, con lo blasfemo. Mandy y su marido viven en el bosque y son algo excéntricos, ella es de otro mundo, señala Jeremiah creyendo conectar con su persona, y el filme se pega a esto, Mandy guía el filme, Cage es su herramienta.

Es un filme que trasciende lo común, es cósmico y putrefacto, con un Cage que divierte con su estado de alta violencia, que destila luz –goce- mediante un camino sangriento. Cuando sonríe con la cara bañada en sangre alucinando a su esposa a la que rememora en sueños húmedos imbuidos en finales de pesadilla es todo locura y placer extremo. Mandy es juerga en toda la palabra, con un pequeño toque freak, como la novela que lee Mandy, como todos los rostros de los miembros de la secta, rostros perversos, perturbadores. Olwen Fouéré, Ned Dennehy y Clément Baronnet están magníficos.