Jeremiah (un estupendo Linus Roache), el líder de una secta,
queda prendado de una mujer al verla simplemente pasar, de Mandy (Andrea
Riseborough), esposa de Red (Nicolas Cage), y como Jeremiah cree que todo en el
mundo le pertenece la secuestra, la droga y trata de hacerla su mujer. Mandy lo
rechaza, se burla de él, y éste se vuelve loco. Lo que viene después es la
venganza de Red, de un Nicolas Cage totalmente fuera de sí, con un Panos
Cosmatos, el director del filme, haciendo una película ultra violenta y muy
entretenida.
Cosmatos no teme dar unos diálogos cargados, no teme en
absoluto el ridículo, y acierta en todo momento, con un Jeremiah dando
discursos entre absurdos, pedantes y cósmicos, esto último como lo es toda la
película, con mención a los planetas favoritos de Mandy y Red que veremos al final
como si hubiéramos presenciado un sci-fi y no una película de acción y
fantasía. Mandy (2018) también es terror, ya de por sí la idea de enfrentar una
secta lo es, cuando muchos las han tratado en el género. Pero Mandy además tiene
de terror por unos motoristas demoniacos, tipo cómic, que debe enfrentar Cage,
a lo sobrenatural.
Mandy manipula los colores, produciendo un filme con
identidad propia, con unos colores o tendencias rojizas y purpuras que dan una
imagen de terror al conjunto, de oscuridad, de algo siniestro, de algo
misterioso, de algo irreal o excepcional. Tener a Cage con la cara ensangrentada,
manchada con la sangre que le han salpicado las muertes que ocasiona su
venganza es tener un filme híper divertido entre manos, uno que rompe todo
limite y quiere ser rebelde en toda esencia. Otro gran momento es ver como Cage
prepara su hacha, como la construye, en el momento más artesano y preparativo.
Todo el filme es genial, pero destaco dos secuencias de
acción en especial, cuando Cage enfrenta a los motoristas demoniacos, así, sin
miedo, frontalmente, a lo loco, sin plan alguno, solo positivo –como menciona
un dialogo sarcástico- y cuando se da una lucha con motosierras y enormes cadenas.
Ver a Bill Duke, actor de la película Depredador (1987), también tiene su encanto.
Duke le explica a Cage sobre la parte sobrenatural del filme, sobre lo oscuro,
sobre lo terrorífico, sobre el mal en toda esencia. Destaca a su vez otro
momento en la propuesta, cuando un especie de ministro le da la ubicación de la
familia-secta de Jeremiah al hombre venganza y es un momento donde solo habla
el sujeto y Cage lo mira con la cara de perturbado, mientras este hombre suelta
a un tigre.
Cosmatos tiene grandes ocurrencias en su filme, está lleno
de imaginación de la buena, y es tan entretenido como un filme de Tarantino, se
muestra igual de hábil con el hedonismo. El filme tiene hasta dibujos animados
como pesadillas, vemos a Mandy señalarle el camino a su marido, imponiendo el
lado místico pagano, y es que el filme es atrevido, como ver la secta de
Jeremiah adornada con cruces y señalamientos a lo cristiano, pero con la
suciedad de la criminalidad y el peor abuso en las acciones.
Jeremiah es un hombre trastornado, semejante al papel de Cage, y se
dará un dialogo final, aunque Cage apenas abre la boca, bastante rico, en el
lado de lo irreverente y rebelde, propio del director que no teme fallar y
plasma toda su extravagancia a pleno y a mil. El filme juega con lo hippie
perverso, con lo religioso demencial, con lo blasfemo. Mandy y su marido viven
en el bosque y son algo excéntricos, ella es de otro mundo, señala Jeremiah
creyendo conectar con su persona, y el filme se pega a esto, Mandy guía el
filme, Cage es su herramienta.
Es un filme que trasciende lo común, es cósmico y
putrefacto, con un Cage que divierte con su estado de alta violencia, que
destila luz –goce- mediante un camino sangriento. Cuando sonríe con la cara
bañada en sangre alucinando a su esposa a la que rememora en sueños húmedos imbuidos
en finales de pesadilla es todo locura y placer extremo. Mandy es juerga en
toda la palabra, con un pequeño toque freak, como la novela que lee Mandy, como
todos los rostros de los miembros de la secta, rostros perversos,
perturbadores. Olwen Fouéré, Ned Dennehy y Clément Baronnet están magníficos.