El documental hace tiempo dejó de ser un mecanismo rígido de
simple exposición didáctica, para convertirse en lo que desee cada director, no
hay tema intrascendente ni la necesidad de ninguna explicación, sea para entender
el tema o para mostrar lo que uno quiera. El director venezolano radicado en
España Andrés Duque sigue ésta premisa en gran parte de su documental,
exponiendo a la familia que le dio cobijo en éste su viaje de investigación
política a Carelia, un país exótico para el espectador, pero que sigue su
abordaje de Rusia.
Carelia es una república de Rusia limítrofe con Finlandia,
un lugar novedoso para quienes observamos éste documental. En esa parte que
quiere hacer lo que a uno le plazca nace mostrar a una familia formada por
cinco hijos. El filme es la muestra de la libertad de esa familia, que tiene
mucho de cultural, como cuando estudian un pedazo de árbol y lo atribuyen a un sátiro,
mediando la audacia interpretativa de los niños y del padre que los motiva.
Los niños y adolescentes se entretienen entre ellos en el
campo, a veces junto a su madre, son muy unidos a sus padres. Vemos su vida
ordinaria, parecido a como si viéramos esa comunidad menonita de Luz silenciosa
(2007), de Carlos Reygadas, aunque aquí es una familia bastante unida, muy
respetuosa de sus vínculos y también independiente.
Por otra parte el filme es uno político, sobre las matanzas
que hiciera la purga enfermiza de Josef Stalin en la zona, con árboles que
muestran las fotografías de personas pertenecientes a distintos países, muertas
e intentadas dejadas olvidadas y anónimas por la historia oficial. Pero el
historiador Yuri Dmitriev ha hecho un gran esfuerzo por hacerlo público, siendo
descubridor de las fosas comunes cuando el gobierno de Putin ha buscado reivindicar
la imagen de Stalin.
Por todo esto muchos señalen que Dmitriev es un perseguido político
en realidad, al pasar por un juicio donde se le señala de abuso de confianza
con una hija adoptiva y se ven cosas atípicas al juicio ordinario. Su hija Katerina
Klodt habla en pantalla, sin exaltarse ni disparar con ira, se le ve algo tímida,
sobre la injusticia que percibe en el juicio que pasa su padre que ella
atribuye a sus descubrimientos y a sus comentarios contra el régimen de Putin. También
narra el impacto que fue descubrir y presenciar las fosas cuando apenas tenía
12 años.
La parte final del documental, unos cuarenta minutos, está
dedicada a estos entierros clandestinos y asesinatos atroces en Sandarmokh, donde
murieron más de 9 mil personas a fines de los 30s. No obstante hay un gran
porcentaje de rusos que no ven mal el gobierno de Stalin a los que apunta incrementar
Putin, tratando de imponer un cierto orgullo patrio, pero las purgas que hizo hablan
fuerte y claro, hablan de crímenes y llaman a la unidad sin nacionalidad y a
nuestra humanidad.
De aquí la importancia del documental, de difundir éstas terribles
purgas, toda la crueldad y demencia de Stalin, mientras antes yace libre con
una familia luminosa, con todo el ánimo rural, como cuando salen de la cabaña-carpa
uno detrás del otro, cuando buscan meditar en familia –sin presión- o cuando el
perseguido sol le da al rostro al pequeño más avispado que parece que
conversara esencial con la naturaleza cuando se observa risueño frente al río.