De los policiales más famosos del español Edgar Neville, La
torre de los siete jorobados (1944) y El crimen de la calle de Bordadores
(1946), éste último es mucho mejor. El crimen de la calle de Bordadores es
costumbrista, así lo vemos con la presencia del flamenco y bailes típicos de
teatro españoles; también por el caso real en que se basa, aunque Neville lo negaba.
Sus personajes también tienen ese toque hispánico con una vendedora de lotería
que sale del común por lo guapa que es, Lola (Mary Delgado), y ese canalla aprovechado
de Miguel (Manuel Luna), que quiere seducirla y ella lo rechaza.
La historia tiene a Miguel sacando ventaja de una mujer mayor,
Doña Mariana (Julia Lajos), mujer que morirá asesinada y será la que titula la
película. En el filme hay una investigación policial que tiene a tres posibles
culpables, a Lola, a Miguel y a la criada, Petra (Antonia Plana). Lo periodístico
también tendrá su participación, aunque pequeña, mostrándose sensacionalista, e
interesado sobre todo en sus ventas que servir. El filme tiene un escenario de
película de época romántica y clásica con sus bellas calles antiguas y sus
gentes humildes y educadas.
La gente va al bar a ver el espectáculo y se comporta como
fans devotos, con la mirada fija y el entusiasmo a flor de piel. Pero hay también
hampones, vividores, como Miguel y sus compinches, aunque disfrazados de
hombres decentes. Ya lo dice todo cuando surge una pelea por celos y a alguien
le rompen la cabeza, lo mismo con el forcejeo de Miguel a Lola. Pero el filme
vuela más alto cuando en toda la imperfección también entra a tallar Doña
Mariana, y los humildes como Lola y la criada son los verdaderos héroes aun con
un asesinato de por medio.
El lado romántico no solo está por sus calles y costumbrismo,
como ponerse a mirar como describen un crimen en plena calle como espectáculo de
variedades, también además con una relación de afectos y un abandono que suena
algo telenovelero, pero está muy bien tratado, y le da otra faceta al filme,
que es un policial bastante investigativo con juicio incluido. El filme propone
bien los posibles culpables, con un largo flashback que pone la situación más
complicada, en lugar de simplemente ilustrar. El filme parece sencillo, pero la
investigación toma otro vuelo con Lola La Billetera, mujer brava y honesta, que
es más que una cara bonita, pudiendo haber sido una mujer fácil por su pobreza
y soledad, pero escoge ser independiente y fuerte, como con aquel ajuste de
cuentas que se propone y le trae tantos problemas.
El crimen de la calle de Bordadores tiene personajes
marcados pero que esquivan ser fijados en una sola mirada aun así –son capaces
de sorprendernos, sin ser inverosímiles-, salvo por Lola, aunque es el alma de
la película, la mujer del pueblo. Miguel es un pícaro, Doña Mariana es algo
perversa por culpa de amar a Miguel. El filme deja en claro quien es Miguel de
golpe cuando éste pelea con el dueño del bar, es un timador, un pimp de otra
época, pero se equivoca con Lola, que no es una mujer fácil. En todo esto entra
lo romántico, hasta ese final de puro amor que enajena, dentro de un halo
curiosamente de tipo celestial. Notable la forma de fijar el perder y hallar a
alguien con un simple medallón.
El filme tiene su sutileza dentro de lo clásico y diáfano
que es, una obra muy bien descrita, inteligente como policial, que completa una
gran figura con precisos y pequeños momentos, que sabe engañar y encajar
sospechas con apenas tres posibles culpables, que es una obra honesta, no hay
asesinos sacados del aire, todo tiene plena justificación, y todo está a la
vista, pero bien distribuido y trabajado para dar una vuelta de tuerca tras
otra.