Under the silver lake (2018) es una película con harto sinsentido, anclada a muchas ideas
locas de todo tipo, con noir, algo de terror y su toque de ciencia ficción.
Dirige David Robert Mitchell. Sam (Andrew Garfield) es un slacker que está a
punto de ser echado de su apartamento cuando queda prendado de una chica
bonita (Riley Keough), pero ésta desaparece misteriosamente y empieza en él una
obsesión por hallarla. En adelante juega con lo extraño y se dedica a seguir
pistas fantásticas. A todo esto se le suman mil historias de lo más raras como
la asesina con rostro de búho; o el rey de los vagabundos, que recuerda a El rey
pescador (1991). Todo llega hasta el misticismo hippie; y huele por todas
partes a Thomas Pynchon.
Ésta propuesta muestra mil historias,
mil vueltas de tuerca y un continuo camino de sorpresa en sorpresa; contiene mucha
originalidad o, mejor dicho, buen manejo de su temática –la locura-, pero por
lo mismo también mucha arbitrariedad. Nada tiene lógica, o no una normal o convencional,
auto-gestionándose cada cosa un mundo alternativo donde hay mucho culto al cine
y al entretenimiento; hay putas bellas y jóvenes que parecen modelos, fiestas estrambóticas
y fastuosas, teorías particulares por doquier, un compositor terrorífico híper
capitalista destructor de ilusiones y un sinfín de personajes bohemios.
La ciudad de Los Ángeles ostenta un papel importante en el
filme, con su camino de sueños, como ya lo expusiera Mulholland Dr. (2001), de losetas
doradas, y sus desilusiones y tragedias a la par, donde la ciudad tiene un
rostro festivo y de ilusión; y otro más oscuro, menos conocido, producto de que
la celebración del entretenimiento es potente. Pero aunque Andrew Garfield hace
de un chiquillo “ordinario”, pero con atractivo físico aunque sin esforzarse en
mostrarlo, a quien se le abren todas las puertas, el filme se pasea por lo más
llamativo, suntuoso y lujurioso de la zona, pero todo bajo un aire fresco, de
juventud, cool, moderno, actual y desenfadado, aunque más tarde se
diga que todo es producto de lo contrario, de lo viejo, feo y la ambición fijación
del dinero, a costa de su invisibilidad, mientras brilla lo pop, lo universal.
En el filme hay mucha sensualidad, está la amiga que viene
disfrazada sexualmente, la vecina mayor mostrando siempre las tetas, la chica
del globo que parece anime, la chica de la película del cabello corto y los zapatos de
plataforma gigantes, la hija bisexual del millonario desaparecido, las
muchachas “secuestradoras”, hay mucha mujer hermosa, erótica y sexy. Por el lado de los
hombres sobresale Jesús (Luke Baines), como el tipo sensual y típico músico de
la modernidad, del sonido underground –no obviando que hay en la propuesta un
culto al grupo Nirvana-. Topher Grace tiene un pequeño papel, y aunque es muy
cool y está medio irreconocible representa a la sensatez.
El que es un loco de atar es Sam. No obstante el filme siempre le
da la razón y a las teorías descabelladas que persigue, pero que no dejan de tener cierta
ironía –aunque en menor medida-, como cuando Sam termina tranquilo tomando yogurt
detrás de un supermercado tras mil vueltas, pasajes y pistas increíbles. El
filme aunque cree en lo que hace, es decir, no es una comedia, es la investigación
de un supuesto crimen, tiene también su humor negro, su toque de crueldad. Hay
escenas gore; y otras violentas, como cuando le pegan a los niños malcriados.
La escena con el compositor demoníaco y los desnudos con la hija del
millonario en el agua son potentes, impresionan, pero también por su estética.
La chica del globo (Grace Van Patten) o Jesús igual visualmente. Under the
silver lake tiene escenas estéticas austeras también, pero todas revestidas
de alguna grandilocuencia teórica hacia el absurdo. Es un filme contundente, a
pesar de tanta extravagancia y locura, donde no se salvan ni actrices del cine
mudo ni los clásicos de ciencia ficción más míticos.