jueves, 23 de diciembre de 2021

The hand of God


Al mirar ésta película salta una virtud que celebrar y algo que recriminar. La virtud es que el famoso director italiano Paolo Sorrentino es un creador nato, encargado así mismo del guion, cosa que es muy importante. Lo que hace en la presente película es por una parte fantástico, algo que requiere de un trabajo colosal, mucho dinero y un gran equipo de gente complementada al milímetro, todo al servicio de su visión personal, esto está claro como el agua, contándonos sobre él y lo que piensa realmente. Es concebir lo que hace la literatura, desde otra arte. No obstante es una construcción mucho más lejana del alcance de cualquier mortal. Realizar una película, y que sea buena encima, es algo grande. Lo recriminable es que aunque no es un filme industrial, sin alma, robótico o insípido, sí se percibe un tipo de método en su quehacer cinematográfico -más allá del obvio tecnicismo-, la autoconsciencia por momentos de estar haciendo algo para sacar una complicidad fácil, dando algo medio similar de mecánico, algo visto de lejos efectista, pero como camuflado en pseudo autenticidad. Esto se percibe a medias, entre propio, personal, y gancho vacío, dependiendo el lapso. Así se manifiestan algunos momentos logrados y otros deficientes, en un filme irregular, aunque no malo; a ratos luce simplón, a otros se da glorioso. Quizá de verdad, porque Sorrentino es libre como dicen sus personajes, también osado como pocos -y es cierto que maneja algo de incorreción política- y con base real como señalan otros, aunque suene a comercial barato de motivación y personalidad, desde un maestro notorio, algo cliché, un cineasta rebelde y outsider. Eso sí esos clavados que se mandan de la nada son hermosos. Magistral la escena con una seguidilla de hombres lanzándose al agua, en orden, con el fondo de una ciudad digno de premio de fotografía. Sorrentino nos habla de Nápoles; cómo con los mejores hijos nos hace amar su ciudad origen. Es una historia de crecimiento, con una gran tragedia a cuestas, es un filme donde se ama a la familia, un éxito en ese sentido. Es un filme también donde se adora a las mujeres, nuevamente un éxito y doble celebración. Todas las escenas de la tía Patrizia (una hermosa Luisa Ranieri) son obra maestra pura, absolutamente todas sus escenas son perfectas. Daba hasta para hacerle una película a ella sola, que como dice otra voz de la película, no es solo sexo, también drama para que todo brille. La apertura con las transparencia de sus sugerentes tetas es oro en estado puro, por "pedestre" que suene. Ésta propuesta consta de varias aventuras, de sucesos pintorescos, cargados de un espectáculo muy personal, se siente la presencia de Sorrentino, y es llamativo, pero no lo más llamativo; medio que se le otorga un giro o remate curioso a cada aventurilla; Sorrentino quiere poner su sello y lo consigue, sin duda, como cuando una bella y alta mujer del tipo de las modelos acompaña a un millonario y en la -casi- soledad y el silencio de su sensual e impactante caminar en la noche abandonada suelta un insulto de rechazo al protagonista, al joven Fabietto (Filippo Scotti), chico inocente, sensible y educado, que madurará con cada episodio, sobre todo con el drama capital que vivirá y llegará a escenificar intensamente. Sin embargo hay algunos momentos que huelen a fábrica rancia de autor, como con la escena sexual con la vieja. El filme en conjunto es como si estuviéramos dentro de una Big Fish (2003) a la italiana, trabajado en el realismo y la sexualidad. Es curioso que se mencione al mítico Fellini, del que todos dicen Sorrentino se inspira, pero no evita la incorreción hacia éste, poniendo en pantalla a un Fellini breve pero poco simpático. Plasma inspirarse a través de alguien más local, aunque finalmente todo apunta a la gran ciudad, a Roma, por más manoseo previo romántico. Maradona está presente como héroe en Nápoles y familiar, incluso milagro personal de por medio, se siente un pequeño homenaje, está bien tratado, sin exagerar, sin verlo por todas partes.