Willem Dafoe es Vincent van Gogh, en ésta película de Julian
Schnabel, un van Gogh visto en su última etapa, por lo que lo oímos hablar de
su estado de locura, al que se enfrenta siempre. Van Gogh también se oye más
sabio, con esa emotividad que plasma el talento de Dafoe, cuando refiere a su
arte y el único don que Dios le ha dado. El filme de Schnabel se pone a
contestar sobre la vida del famoso pintor, si tiene cierta lógica el estado en
que se encuentra, de ser visto como un perdedor, si realmente tiene talento. El
filme responde que sí, y que su talento es de otro tiempo, está adelantado en
el tiempo y le espera el futuro, la eternidad.
El filme tiene un toque artístico que lo saca de cierta
convencionalidad, dibujados en esos momentos de trascendencia que vemos en
varios momentos que definen la existencia de van Gogh. No sólo es discutir su
estado lamentable, de locura, de derrota, de no saber encajar, de terminar
recluido en sanatorios, de ser en parte detestado en los pequeños pueblos
franceses -en Arles y en Auvers-sur-Oise- en los que se hospeda. Los momentos
artísticos técnicos llegan con desenfoques en los bordes o con los movimientos
de la cámara al son de las carreras. La naturaleza toma especial importancia y
el filme se vuelve a ratos un poco contemplativo, se desembaraza de diálogos, y
lo vuelve todo emotivo, dejando a Dafoe que haga su trabajo, que plasme
sentimientos, de éxtasis y apasionamiento, o de congoja y de sufrimiento interno.
Schnabel muestra la convivencia con Paul Gauguin (Oscar
Isaac), un tipo práctico que quiere romper con todo lugar común en la pintura,
y que al irse genera una crisis en van Gogh. El filme tiene un lado igual de
práctico, mostrando todo bastante simplificado. El filme puede resumirse en
pocas líneas volviéndose un filme más visual que argumental. No obstante tiene
diálogos jugosos también, como los de Shakespeare con Madame Ginoux (Emmanuelle Seigner) y un cura
analítico (Mads Mikkelsen). También hay ratos de ternura, como con el hermano,
Theo (Rupert Friend), abrazados ante un primer internamiento de Vincent. Oscar
Isaac hace de un Gauguin firme pero no violento, menos intratable a otra figura
suya. Lo mismo pasa con Dafoe y su van Gogh, tiene problemas de adaptación pero
se muestra más la conclusión, no los ratos de violencia; a van Gogh se le ve
débil más que fuera de sí.
Los momentos de interacción son muy buenos, como también lo
es con el Dr. Paul Gachet (Mathieu Amalric) y hasta con un loco (Niels Arestrup).
No obstante el filme tiene muchos momentos de soledad, donde van Gogh es tan
existencial, sufrido, reflexivo, cosa que hace menguar algo al filme,
tanto como distinguirlo, incluido lo estético. Es un filme que no profundiza
tanto en hechos sino en sentimientos, en dudas, en pensamientos, siendo un
filme a un punto intelectual, en tratar de entender a van Gogh, y verlo más que
un loco con un don. Es visto como un tipo inteligente, tiene reflexiones sobre
sí mismo muy ricas, que se escabullen un poco a cierta realidad, la de la
derrota del presente, pero el filme se enfoca en la eternidad, en el futuro que
no conocería el autor, y ahí entra a tallar la admiración de los creadores, los
guionistas Jean-Claude Carrière, Louise Kugelberg y el propio director.