Un ultrasonido agrícola hace que los muertos se despierten
en el campo de Manchester, en una película que se cocina a fuego lento. El
director español Jorge Grau en una coproducción con Italia hace ésta película
de zombies por encargo y le queda una obra cumbre en la época dorada del cine
de género en España, de la que dicen incluso George A. Romero copió en sus
secuelas de la saga y subgénero que inventó. No profanar el sueño de los
muertos (1974) pone a un anticuario, George Meaning (Ray Lovelock), a enfrentar
a los muertos, apoyado en una compañera de viajes por la campiña inglesa, Edna
Simmonds (Cristina Galbó). Primero el filme tiene a un único zombie, un loco y
vagabundo que hayan ahogado. Luego se despertará el pandemónium. El célebre Arthur
Kennedy hace de un policía terco, que no quiere creer en nada sobrenatural, y
culpa a Meaning de la muerte de alguna gente. Hay escenas magnificas de terror
en ésta película, con muertos comiéndose las vísceras de sus víctimas, con unos
zombies que cogen cosas y las usan como armas, que ahorcan con las manos y son
súper fuertes. Hay un momento de extremo pánico cuando en una cripta quedan
atrapados los dos protagonistas y son perseguidos por los muertos que recién
despiertan. Luego de media hora o cuarenta minutos de ir formando el relato el
filme dispara con gran fuerza su ataque de zombies. Meaning empieza incrédulo,
sarcástico y algo tosco, y termina convertido en todo un héroe y caballero
andante, pero con la policía tras él. Las mujeres tienen un papel más
histérico, más de desequilibrio, que de heroínas. Los muertos lucen pálidos y
sencillos pero son inmunes a descansar, se levantan una y otra vez, por más que
son contraatacados con suma violencia, salvo por el fuego. Los muertos llegan a
desenterrar enormes cruces de cemento y las usan para matar. El pandemónium sigue
hasta un hospital donde surge una fiesta gore. Una vez que empieza la diversión
no para nunca, hasta llevarse por entero a medio mundo.