sábado, 1 de septiembre de 2018

Saya Zamurai


Un samurái es encarcelado y condenado a morir, a hacerse seppuku, pero puede conmutársele la pena y obtener la libertad si es que logra hacer reír al hijo del lord del territorio, que yace muy similar a lo catatónico producto de la pena de haber perdido a su madre. Ésta prueba se hace una muy difícil y da su decente cuota de novedad aunque a simple vista parece bastante sencilla. El samurái condenado, Kanjuro Nomi (Takaaki Nomi), un samurái miope, usa lentes, perpetra los trucos más vistosos y arriesgados y las bromas más bobas para tratar de sacarle ésta importante sonrisa al hijo del lord, pero día a día falla. El filme en ese sentido trabaja muy bien cada broma desde la más simple a la más elaborada sin repetirse y cansar al espectador con la forma narrativa, ya que se hace cargo en pantalla de cada uno de los días de derrota, algunos más veloces que otros, claro está, concibiendo en el trayecto una pequeña lección de cine, del uso del tiempo y escenificación en el arte de crear películas. Nomi sufre también internamente y eso lo ha hecho rechazar su calidad de samurái quien sin su espada es yacer en un estado de vergüenza, pero él igualmente ha perdido las ganas de vivir. Su hija Tae (una muy carismática Sea Kumada) busca resucitarlo, y es ella la que impulsa a Nomi a hacer el ridículo necesario para salvar su vida. El filme se centra en la habilidad para hacer reír, algo que conoce muy bien el director del filme, el comediante Hitoshi Matsumoto. Es un lugar de espectáculo centralmente, el filme es un especie de circo, la gente va a ver, a divertirse y a alentar a Nomi que monta show tras show para el niño sin emoción y, de paso, para su ferviente público. Otro eje es el duelo, frente a una pérdida demasiado grande, el superar ese trance, algo que se maneja de distintas maneras, que aquí se enfoca en la infancia, por lo que el filme aunque sorprendente a un punto en el enfrentamiento con la muerte termina siendo lógico en lo argumental. Otra muy buena gracia del filme que recuerda al cómic y al anime es la cualidad de Nomi de no morir, perseguido y atacado por tres extravagantes pero clásicos cazadores de recompensas –el pistolero oriental, la geisha guerrera y el monje budista-.