Tommy (1975)
Parece una película típica salida de la mente loca,
entretenida y extravagante de Ken Russell, pero en realidad es una ópera rock
creada por el famoso grupo británico The Who, por el guitarrista y compositor Pete
Townshend, llevada al cine por Russell que agrega su toque visual atrevido, su
recreación extrema, como ver a Ann-Margret, que hace de la madre de Tommy, el
protagonista sordo, ciego y mudo traumado por presenciar la muerte de su padre
en manos del amante de su madre (Oliver Reed), bañada en tremenda piscina de
suciedad, en todo tipo de líquidos salidos del televisor y de su imaginación.
El barro le queda chico, y ella los asume con total gracia y aplomo. Tommy (Roger
Daltrey) se convierte en un especie de gurú religioso al volverse campeón de
pinball, juego que se emparenta fácilmente con la música. Tommy pasa por montón
de momentos en busca de su recuperación, con figuras destacadas como Eric
Clapton, como un predicador de un culto a Marilyn Monroe como la Virgen María.
Otro con la eléctrica e intensa Tina Turner como la reina del ácido, convertida
en una stripper. O con Jack Nicholson como un terapista quien se anima también
a cantar en éste musical a lo Ken Russell, o sea, sin límites. Tenemos además
al estrafalario y divertido Elton John como el rival en el pinball de Tommy.
Roger Daltrey, vocalista de The Who, tiene una gran disposición para la
actuación, la comedia y la peor locura, por lo que se presta para todo, y lo
hace muy bien, agregando su espléndida voz. Es un musical que nunca para de ser
potente, que no aminora el ritmo, sucediendo una tras otra cosa de impactante
calado, es algo muy visual. Vemos como Tommy representa la popularidad y la
fama, y como el mundo tiende hacia la ruptura, se agota finalmente, en el que
es un vínculo con los fans y la relación con el arte o el entretenimiento. Las
letras de Tommy son muy intrépidas y libres, como cabe esperar del rock. Se acoplan
perfectamente al cine de Ken Russell. La siempre sexy Ann-Margret está notable,
deja la piel en su papel, tiene una enorme presencia en el filme.
La cosa de ser muy loco, desenfadado, irreverente y
extravagante es tener gracia, estar en el punto adecuado, y no caer en la mala
broma, lo cual logra perfectamente ésta película, una obra que tiene de todo,
que no contiene vergüenza alguna pero que es toda una genialidad. Podemos ver
un baile con un miembro masculino gigante rodeado de bellas danzarinas, a un
luchador-demonio raptando vírgenes mientras niños gritan de miedo, a un Hitler
como monstruo de Frankestein con una guitarra metralleta, una lucha con naves
espaciales, vudú, una historia con vampiros y un sinfín de momentos imaginativos
y muy libres. Todo a partir de la historia universal, de hechos reales,
modernizados y satirizados, alrededor del compositor clásico y excelso pianista
Franz Liszt, aunque el más perjudicado sea Richard Wagner, como adalid del
nazismo, sabiendo que sus ideas del superhombre y una Alemania poderosa fueron
acogidas por ellos. Wagner murió antes de que sucediera el nazismo. Liszt está
interpretado por Roger Daltrey y, como siempre, se entrega en cuerpo y alma a
la broma, como un tipo muy sexual. Es gracioso y hecho con inteligencia como la
realidad se trastoca para darle un quehacer lúdico y extravagante al filme. De
esto que veamos a la religión entrar a tallar, Liszt fue franciscano, y en el
filme juega a ser enviado a traer al redil al subversivo Wagner, por el Papa
que hace otra estrella musical, Ringo Starr. Liszt supone haber sido
históricamente la primera celebridad pop, con sus groupies vestidas a la manera
de otra época. La revolución será musical, el arte es más grande que la
política, clama la película.
Aunque es una película para no tomar demasiado en serio, muy
libre, un sci-fi poco científico y poco lógico, cargado de absurdos, si lo
leemos como la representación de la esquizofrenia tendremos que el filme vuela
más alto. Un científico, Eddie Jessup (William Hurt), mediante el uso de
tanques de agua aislantes busca descubrir/contener los lugares oscuros de la
mente, los que suelen ser criticados –minusvalorados- de irracionales o de
demenciales, pero éste investigador pretende darles un lugar prominente, una
mejor lectura, como ventana al conocimiento, a la superioridad y al
autodescubrimiento humano. Jessup viaja a México y experimenta con drogas
místicas indígenas para conocer ese lugar secreto de la psiquis. El filme tiene
mucho del viaje alucinógeno de las drogas. Muchos efectos especiales están a
esa orden y no tienen tanta estética. También es importante notar que la
iconografía cristiana está presente en estos viajes, como parte del mundo
esquizofrénico que lo alude constantemente. El filme es muy entretenido. Muchas
explicaciones suenan ridículas de boca del protagonista, se habla mucho, pero
verlo en la práctica es muy emocionante, como cuando aparece el hombre-simio y
pre-visualiza escenas de esa obra maestra llamada Un hombre lobo americano en
Londres (1981). Cuando los estados se alteran surgen cambios corporales también,
varios WTF en pocas palabras, pero geniales como séptimo arte, como convertirse
en una masa perdida en otra dimensión, lo que puede leerse como un estado de
perdida de la realidad, sólo recuperado por el efecto del amor, de la
comprensión, de la paciencia, que representa la mujer de Jessup, Emily (Blair
Brown), con la que se trabaja un vínculo sensual además, y la ruptura formal, todo dentro de lo muy característico de la sociedad americana. El filme es pseudo científico,
pero muy atractivo, la cosa es “creer” el cuento, seguir el juego, los
avances de Jessup, un hombre con una fijación intelectual, con quien en sus
fallos hallaremos grandes momentos.
Tiene de partida la reunión de poetas y escritores alrededor
de la creación de la novela Frankenstein, la noche que se pusieron a hacer y/o
contar relatos de terror los famosos poetas Lord Byron (Gabriel Byrne) y Percy Shelley
(Julian Sands), la futura escritora Mary Shelley (Natasha Richardson), el
escritor de “El Vampiro” John William Polidori (Timothy Spall) y Claire Clairmont
(Myriam Cyr), la hermanastra de Mary Shelley y pareja de Lord Byron. Gothic es
una película descocada, extravagante, explosiva, rebelde. No posee muchos
límites en cuanto a manejar los elementos del terror, que maneja bastantes,
pero a su estilo, aunque no produce ni un mínimo de miedo, ya que recurre mucho
a la burla, al sarcasmo, al humor extremo y a lo estrafalario. Produce algo de vergüenza
ajena, hay mucho oropel y menos oro del pensado, y escatología, pero también se
maneja en el ámbito típico del autor que no posee cortapisas a su libertad. El
filme tiene partes reales, históricas, anecdóticas, pero están manejadas al
gusto de Ken Russell que retrata a sus personajes muy exagerados o ridículos,
en especial a Polidori que es el que más recuerda a The Rocky Horror Picture
Show (1975). Byron y Shelley son muy sensuales y mujeriegos, pero los fija
tanto en lo sexual que parecen caricaturas.
No obstante el filme es al fin y al cabo coherente porque
trata de vencer los miedos, los complejos, las neurosis y las frustraciones de
sus personajes instándolos a botar todo afuera como un fuerte vómito, creando un
torrente de emociones, por lo que todos resultan muy expresivos, muy exteriores,
totalmente desinhibidos, hasta invocar lo infame, lo muy íntimo y secreto, como
si al día siguiente se fuera a acabar el mundo. En especial es una noche donde
el miedo sale del interior de ellos y sin avisar toma forma real en el entorno,
de ahí vemos cosas propias de las historias de terror. Una de ellas es la
clásica aparición del íncubo de la pintura La pesadilla. Pero existen muchos
momentos dramáticos, como la reiteración de la tortura o el continuo simulacro
de la muerte, como despertando de una alucinación o una pesadilla. Se da mucho
juego con éste método de proyección mental, el problema es que en lugar de
buscar el horror se prefiere la extravagancia, el extremismo y el humor negro,
que llega a molestar. Es una noche cargada, llena de muchos momentos de todo
tipo, donde se manipula la verdad histórica y se crea la fantasía del terror y
lo burdo, todo lo real se presta para mortificar, por lo que la propuesta tiene
su encanto, más allá de aguantar tanta histeria.
Ésta es una película de terror muy divertida, propia de cine
B, adaptación de una novela de Bram Stoker, y que trata de un folclore
británico que inclusive le han dedicado una canción (que vemos actualizada en
el filme con una banda de rock rural), la leyenda del gusano de Lambton, con un
gusano gigante más parecido a una serpiente o a un especie de dragón. Los hilos
los mueve una sacerdotisa oculta en una mujer vampiro-serpiente (la mezcla de
los monstruos que asechan la zona), una mujer adinerada y muy sensual; su cuerpo
es un arma de seducción, una trampa para incautos. Ella es Lady Sylvia Marsh (Amanda
Donohoe), sacerdotisa de un culto pagano romano que lucha contra el
cristianismo. En las alucinaciones tras las mordidas vampíricas está toda la
serie B de Ken Russell con unas imágenes chabacanas pero con su gracia al fin y
al cabo. Éste filme tiene su humor sencillo, infaltable en una película de Ken
Russell, como cuando dos azafatas de avión pelean en ropas sexys y al “héroe”, Lord
James D'Ampton (Hugh Grant), descendiente del legendario asesino del gusano de
Lambton, se le viene una erección ilustrada con un plumón rojo. El filme tiene
su lado gore y su parafernalia digna de un filme de terror de culto de bajo
presupuesto. El grupo de los héroes lo completan las bellas hermanas rubias
Mary (Sammi Davis) y Eva Trent (Catherine Oxenberg) y el arqueólogo escocés Angus
Flint (Peter Capaldi) que se parece mucho a Egon Spengler de los Ghost Busters
(1984), perpetrando bastante cine B con sus intervenciones –involucrando el
sacrificio de una virgen-. Pero el especial de la casa es Sylvia Marsh, una
vampiresa en toda la palabra, y un Hugh Grant muy británico e inútil,
humorísticamente decorativo.