A muchos western de Anthony Mann los define su gran
argumentación, son narrativas muy nutridas, inteligentes, con sucesos
imprevistos, llenos de giros emocionantes, la acción está supeditada a la
historia, como en la presente que va cocinando los grandes tiroteos y duelos en
dramas de ambición en plena fiebre del oro del Klondike, con personajes
pintorescos, tal es el de Ronda Castle (Ruth Roman), mujer sensual, entre la
elegancia y el cabaret, autosuficiente; y el corrupto sheriff Gannon (John
McIntire), representante del político clásico, pero que no solo es malvado sino
pícaro y con un cierto carisma.
Del lado de los buenos tenemos al símbolo del heroísmo por
antonomasia del western de Anthony Mann, James Stewart, como Jeff Webster, a
quien en Tierras lejanas curiosamente no le gusta meterse en cosas ajenas, o
sea Mann lo excusa del heroísmo, y encima lo tiene por un misántropo, incluso
avergüenza a un hombre que quiere hacer el bien, hacer respetar la ley, en otro
personaje pintoresco aunque clásico del western, un borracho rustico de buen
corazón, Rube (Jay C. Flippen), que nos habla de paso de la fe en uno cuando
nos menospreciamos, que es lo que le pasa con el vicio hacia la botella.
Con ellos está el querido Ben Tatum (Walter Brennan, nombre
legendario del western), que pone el lado sentimental, noble e inocente en el
filme, aparte de ser amante del café, hasta morir por él, junto a Renee Vallon
(Corinne Calvet), como una jovencita enamorada del héroe, a la que le molesta
que no la vean como mujer, que no la tomen en serio (curiosidad aparte de que
Calvet tenía por ese entonces 29 años), pero que no sólo es híper independiente
y emprendedora, en realidad está para hacerle ver que hay que velar por los
demás, por los débiles, en aquella frase elíptica que señala que si uno no sabe
observar el bien, el deber, no es una buena persona, y no hay que explicarlo,
se ve fácilmente, verlo nos define.
Pero Webster lo tendrá que aprender, y a la mala, y otros
con él, al alejarse del egocentrismo y pensar en los demás, cuando vea sufrir a
gente honrada, sana, indefensa y querida por uno, todo expuesto de la manera
más clara y sencilla, pero con una estructura narrativa que es difícil de
predecir, que sigue un recorrido hacia la aventura.
Mann no necesita de muchas escenas de duelo o tiroteo para
generar adrenalina, pero cuando llegan son poderosas, con mil sucesos de un golpe,
aunque prefiere lo impredecible, de esto que busque la narrativa por encima de
las escenas de acción, especialmente con Gannon al que deja de lado y luego
magistralmente retoma, sumándole bandoleros, emoción. Las balas son el colofón
glorioso a mil y un preámbulos dramáticos, presenciando al pueblo levantado
sosteniendo al héroe finalmente entregado a ellos.