miércoles, 12 de septiembre de 2018

Solos


Cuatro actores, 3 peruanos y un argentino, Diego Lombardi, Wendy Vasquez, Rodrigo Palacios y Alberto Rojas Apel, van a la selva a poner en un ecran inflable una película gratuita en lugares abiertos buscando un público, pero éste no se siente atraído por la oferta; con esto se quiere pensar en el éxito o fracaso de recepción de ciertas películas, que no sean americanas, y en especial en alusión al anterior filme de la directora, Joanna Lombardi, Casa dentro (2013), que no tuvo una buena recepción, tuvo poco público y no duró mucho en las salas de exhibición.

El filme pareciera un documental, pero también es un filme muy planificado, que busca argumentar sobre la recepción de obras de muy poco espectáculo, de la importancia del tipo de propuestas de cine más personales, ¿plasmar nuestra voz con el simple hecho de hacer el filme a nuestra entero gusto y pensamiento o de que éste sea justificado por la asistencia e interés de la gente?, la respuesta seguramente esté en medio de ambos lugares.

También el filme aunque propone diálogos casuales y un aire como que están improvisando se ve en todo aspecto una propuesta visualmente cuidada y a ratos acomodada, que aparte de documental maneja un lado de preparación o ficción, aunque no tenga ninguna trama, solo sean cuatro actores en busca de público para su película ambulante, película que no se llega a ver cuál es, pero se intuye cual puede ser, Casa dentro.

En el trayecto se trata de proponer conversaciones muy modernas, muy de cine ligero, cool, pero no siempre surten el efecto esperado. Ver fumar marihuana en el cine peruano en calidad de chicos bien no es muy original. La conversación sobre el chico de los jueves –o el sexo de los jueves- tampoco es todo lo genial que puede parecer. Lo de la arañas que suele mencionar Rodrigo Palacios más pega como la comedia del filme, con poca trascendencia.

No es una película que gane por diálogos atrapantes, sumado al lenguaje vulgar y demasiado cotidiano que utilizan los actores. Pero en general genera naturalidad y espontaneidad que da una imagen de competencia de película de viajes, provoca su empatía. El filme es como ir de aventura a la selva con amigos, acampar, matar el rato, aunque tenga poco folclore, cultura y acción como película de viajes. Esa risa que manejan en sus conversaciones no es contagiosa, no genera mucho interés, pero sí naturalidad.

El filme en realidad argumenta poco sobre la recepción, pero lo tiene claro, finalmente su propuesta al aire libre es otro fracaso, pero con aquel final de los 4 actores frente al ecran y como dice una argumentación, el filme está hecho para uno mismo, y ya de por sí debe considerarse un triunfo, más allá del publico exógeno, el gran aplauso. Es hablarse a uno mismo, reflexionar como un lobo solitario, aunque en éste caso sea un grupo de 4 personas, lo que hace un público, más que un –noble, satisfactorio y feliz- orgasmo solitario. Es un filme simpático al fin y al cabo, aunque haya que escoger de todo lo que hablan en el trayecto.

Es una obra estética y técnica aun con algo tan simple entre manos, un sencillo viaje en camioneta por nuestra hermosa selva, por unos pueblitos que lucen tranquilos, a través de imágenes austeras, preguntando por el cine local, que es como la ausencia de salas de exhibición, no existe para muchos, que ni se han percatado, pero es tan importante para otros, como para la directora defendiendo su cualidad de autora ante todo, su salto al vacío, su autenticidad, su pequeño estado de locura. Puede sonar poético, pero el cine también lo es, no todo es dinero, como menciona otro diálogo.