Cuatro actores, 3 peruanos y un argentino, Diego Lombardi,
Wendy Vasquez, Rodrigo Palacios y Alberto Rojas Apel, van a la selva a poner en
un ecran inflable una película gratuita en lugares abiertos buscando un
público, pero éste no se siente atraído por la oferta; con esto se quiere
pensar en el éxito o fracaso de recepción de ciertas películas, que no sean americanas,
y en especial en alusión al anterior filme de la directora, Joanna Lombardi, Casa
dentro (2013), que no tuvo una buena recepción, tuvo poco público y no duró
mucho en las salas de exhibición.
El filme pareciera un documental, pero también es un filme
muy planificado, que busca argumentar sobre la recepción de obras de muy poco espectáculo,
de la importancia del tipo de propuestas de cine más personales, ¿plasmar nuestra
voz con el simple hecho de hacer el filme a nuestra entero gusto y pensamiento o
de que éste sea justificado por la asistencia e interés de la gente?, la
respuesta seguramente esté en medio de ambos lugares.
También el filme aunque propone diálogos casuales y un aire
como que están improvisando se ve en todo aspecto una propuesta visualmente cuidada
y a ratos acomodada, que aparte de documental maneja un lado de preparación o
ficción, aunque no tenga ninguna trama, solo sean cuatro actores en busca de público
para su película ambulante, película que no se llega a ver cuál es, pero se
intuye cual puede ser, Casa dentro.
En el trayecto se trata de proponer conversaciones muy
modernas, muy de cine ligero, cool, pero no siempre surten el efecto esperado. Ver
fumar marihuana en el cine peruano en calidad de chicos bien no es muy
original. La conversación sobre el chico de los jueves –o el sexo de los
jueves- tampoco es todo lo genial que puede parecer. Lo de la arañas que suele
mencionar Rodrigo Palacios más pega como la comedia del filme, con poca
trascendencia.
No es una película que gane por diálogos atrapantes, sumado
al lenguaje vulgar y demasiado cotidiano que utilizan los actores. Pero en
general genera naturalidad y espontaneidad que da una imagen de
competencia de película de viajes, provoca su empatía. El filme es como ir de
aventura a la selva con amigos, acampar, matar el rato, aunque tenga poco
folclore, cultura y acción como película de viajes. Esa risa que manejan en sus
conversaciones no es contagiosa, no genera mucho interés, pero sí naturalidad.
El filme en realidad argumenta poco sobre la recepción, pero
lo tiene claro, finalmente su propuesta al aire libre es otro fracaso, pero con
aquel final de los 4 actores frente al ecran y como dice una argumentación, el
filme está hecho para uno mismo, y ya de por sí debe considerarse un triunfo,
más allá del publico exógeno, el gran aplauso. Es hablarse a uno mismo,
reflexionar como un lobo solitario, aunque en éste caso sea un grupo de 4
personas, lo que hace un público, más que un –noble, satisfactorio y feliz- orgasmo
solitario. Es un filme simpático al fin y al cabo, aunque haya que escoger de
todo lo que hablan en el trayecto.
Es una obra estética y técnica aun con algo tan simple entre
manos, un sencillo viaje en camioneta por nuestra hermosa selva, por unos pueblitos que lucen tranquilos, a través de imágenes
austeras, preguntando por el cine local, que es como la ausencia de salas de
exhibición, no existe para muchos, que ni se han percatado, pero es tan
importante para otros, como para la directora defendiendo su cualidad de autora
ante todo, su salto al vacío, su autenticidad, su pequeño estado de locura. Puede sonar
poético, pero el cine también lo es, no todo es dinero, como menciona otro
diálogo.