sábado, 21 de noviembre de 2020

La Restauración

 


La restauración (2020), de Alonso Llosa, es una muy buena película peruana. Tiene su originalidad, y encima es una buena comedia, cosa rara, no somos de buenas comedias, menos de comedias con originalidad. El filme se enfoca en el boom del movimiento inmobiliario limeño, es decir, cuando se compraban casas antiguas de familias pudientes de larga herencia para hacer edificios para -según dice el filme- nuevos ricos -o arribistas, dicho despectivamente-. La película tiene a una mujer mayor, a la señora Rosa (Attilia Boschetti), postrada en cama, dueña de una casona, perteneciente a una familia rica venida a menos, con un hijo de mediana edad, Tato (Paul Vega), viviendo con ella, aficionado a la coca, divorciado y desempleado. Lo de la afición a la droga es lo menos interesante, pero aunque es reiterativo, como broma de clase alta, hagamos como que no importa, para no malograr las tantas virtudes del filme. Una de las grandes virtudes del filme, fuente de originalidad, es que a ratos es bien surrealista, como ir todos a parar a un cuarto de cierta elegancia interna construido en un pampón, casi a un asentamiento humano. Ese cuarto hace de cine dentro del cine en un momento, poniendo a funcionar la magia del séptimo arte para lograr coger la nostalgia de Rosa y su gran anhelo de vejez. Cada elemento es esa arte que hace posible que el cine sea tan grande, partiendo del detallismo y el plasmar lo más real que pueda ser una película en lo visual, sensorial y racional en nuestro reconocimiento. La película de Alonso Llosa resuelve con sencillez y bastante inteligencia cosas complicadas. Otra virtud de la propuesta es justamente ponerse retos, hacer que las historias recorran caminos complejos y exigentes, esto se traduce en el engaño de Tato. El presente es un filme amable, simpático, entretenido, es un filme para todos, aun cuando puede ser algo zanahoria (demasiado sano, más allá de la broma tonta y recurrente de la coca, que en realidad no es nada del otro mundo), con ese final expuesto como película familiar, a lo buena onda naif. Éste filme está lleno de actores notables, secundarios de oro, bien orquestados, con buenos momentos todos, desde la actriz Delfina Paredes, hasta el chofer Eladio o el curioso dealer entrañable (Ismael Contreras). Paul Vega también es un muy buen actor, Tato está muy bien, igualmente Boschetti. El filme descree un poco de la modernidad, prefiere lo clásico, Rosa representa eso, es el afecto por la restauración y preservación en lugar de la modernidad, lo cual es una opinión tolerable, aunque uno no la comparta. El filme es efectivo, te saca risas, y sobre todo sonrisas, es una historia sólida, sencilla y clara, pero con su ingenio.