miércoles, 4 de noviembre de 2020

Habit

 


Ésta es la película favorita de terror de la directora Karyn Kusama. Habit (1995) ganó el premio Someone to watch -Alguien a quien seguir- en 1997 en los Independent Spirit. No obstante no es una película muy conocida por muchos y es tremenda película, muy bien hecha, notable dentro del cine indie, el cine de terror y el cine de bajo presupuesto. La dirige, escribe el guión y es el protagonista Larry Fessenden, la produce él también, tiene una productora propia indie, Glass Eye Pix, productora que ha producido películas de Ti West y Kelly Reichardt. La propuesta versa sobre alcoholismo y vampirismo, se basa en una relación apasionada, un romance que va de la mano del vicio del alcohol, cosa que se maneja de cierta manera como un poco velado, aunque notamos que Sam (Larry Fessenden) como un neoyorquino cool para bebiendo y fumando, tiene también la particularidad que le falta un diente frontal y esto en lugar de quedar mal le otorga hasta personalidad como personaje y a su película. El filme tiene escenas sensuales, eróticas, muy buenas, perfectamente fusionadas al relato. La historia está integrada en más de una lectura -real y fantástica-, aunque una queda clara al final. Es un filme potente en su retrato de cierta vida bohemia y relajada en New York, a la que se suman escenas de terror sobre vampirismo, pequeños momentos intensos, a razón de la mujer que le apasiona a Sam, Anna (Meredith Snaider), que es pequeña de estatura pero es una mujer de fuego. Hay un momento donde Sam debate con su mejor amigo sobre la locura de creer a Anna un vampiro y queda una conversación sublime, sumamente memorable. Es un diálogo extenso pero magnífico. Anna es tan intensa que hasta tiene de bisexual en un momento, teniendo en cuenta que justamente los vampiros representan la transgresión absoluta de lo sexual, representan lo prohibido -lado conjugado con lo satánico-, el extremo simbólico desde luego es la muerte. Sam llega a decir que está a punto de quebrarse, hasta ahí llega esa compañía que representa Anna, que en realidad es el propio Sam el culpable. Ella como que le advierte a Sam bajo una sonrisa, cuando le da dos boletos para un juego mecánico y él dice sufrir de cierta acrofobia. Desde ese momento Sam es partícipe del vértigo de la relación. Primero la goza en grande, luego empieza a asustarse -vampirismo incluido-. Todo hombre desea una mujer fogosa nos dice el filme -hay una conversación entre Sam y otro amigo celebrando el hedonismo que produce una mujer fuertemente erótica-, así como tantos otros filmes, pero ésta intensidad puede llegar a destruirnos; mantener el pedal acelerando inevitablemente tiene que terminar en un impacto violento, un desbarrancamiento, sin ponernos blandengues. En pocas palabras es el exceso el destructor de todo. La bebida entra a tallar, claro está. Es una historia genial de ver como drama indie, tiene una perfecta contextualización, desde la música en vivo en el apartamento en el hallazgo de la mujer peligrosa, aunque en primera instancia no lo parezca, y al mismo tiempo es una obra ingeniosa con el vampirismo, desde que vemos una garra de Anna sobre el hombro de un Sam distraído. Las escenas de muerte también lucen notables.