jueves, 8 de octubre de 2020

Los helechos

 

Los helechos (2019), de Antolín Prieto, es una película que por una parte no parece película peruana, mucho menos si la consideramos una comedia, es demasiado sutil para empezar -salvo la escena sexual a lo "cine europeo"- y nosotros no tenemos nada de sutiles con la comedia, solemos ser bien chabacanos en general o de trazo grueso, o solemos imitar el cine americano y poblar la comedia de peruanismos así, cosa que por una parte se extraña, por más raro que suene, aunque no la exageración, un poco solamente, ya que tiene un feeling especial hallar peruanismos en la comedia nacional y (algunos) lugares comunes de ser peruano, aunque a veces se tiende a exagerar el lugar común, sobre todo nuestro criollismo, que puede dejarnos mal parados. Como digo, un poco no más se extraña, porque la comedia sutil de Antolín tiene varias virtudes y ventajas de ser como es, como tener más nivel que de costumbre, tiene un toque más universal y cosmopolita -más un cierto toque indie extranjero, sin perder su cualidad de cine amable-, hay argentinos y españoles en su reparto, pero en lugar de anclarse a las diferencias se preocupa más bien de su temática, de sus relaciones de pareja, va al meollo del asunto, a su trama, y éste es un gran acierto. Los helechos es una película que se ve natural, pero también elegante, sin ser pedante o impostada. Las parejas protagonistas se ubican en Azpitia, el campo, pero cerca de Lima. El filme utiliza un trato educado, pero que no se ve del todo extraño, aun cuando nuestro comportamiento suele ser más chacra en público. No obstante se nos reconoce en el trato aun así, no es que se anule la identificación nacional, hay su parte, como hay varios lugares para reflejarnos, como lugares turísticos y en especial por el pisco, nuestro trago de bandera. Pero ciertamente es un aire más refinado el que se vive, aunque tampoco es que sea la highlight, hay peleas y algunos comentarios "ordinarios", en casa de estos anfitriones hippies y en el Perú hay también una cierta corriente hippie si se quiere. Vemos a tres parejas compartir vacaciones en el campo, Azpitia luce muy bien, está muy bien tratada turísticamente, notablemente. El filme de Antolín usa la técnica de la impro, algo puede verse que hay, pero se nota que hay un guion y una estructura también, y bien así, la naturalidad es necesaria, vital si se quiere, pero toda película requiere de mucho más que espontaneidad o de únicamente la sensación de naturalidad. Pudo haberse notado en la fluidez del habla y haber tenido huecos en los nexos biográficos o en común. La impro se siente por algunos cortes, los diálogos en varias partes no son extensos y se nota que daban para seguir o como que se percibe un cierto vacío -algo leve-. Pero en conjunto la impro no es algo que se perciba demasiado ni se vea para nada mal, otro acierto; la película pudo terminar siendo bastante mala si la impro fuera muy dominante, cosa que en realidad no se percibe así. El filme de Antolín es entretenido, están bien cimentadas éstas vacaciones, curiosamente -porque el sentido parece otro- sobresale la amistad más que la relación de pareja, hay una buena interrelación en general, las vacaciones se ven interesantes y divertidas.