Edgardo Chocano (Gianfranco Brero), un hombre de dinero,
solo, de noche, piensa y escribe en su computadora un trabajo académico, cuando
es sorprendido por una mujer bella y salvaje del pueblo (Stephanie Orúe). La
mujer lo termina atando y amenazándolo en su casa. No se sabe que quiere. El
hombre culto no es un esnob, tiene bien puestos los pies en la tierra y sabrá
manejar la situación, hasta llegar a compartir una extraña amistad con la mujer.
Ésta película de Augusto Tamayo es un thriller, y es uno
decente, aunque con ciertos defectos. Uno de ellos está normalizado y generalizado
en el cine peruano, hablar demasiadas lisuras, como una metralleta de
vulgaridad, para reflejar realismo o porque todos dicen que así hablamos. Otro,
por ratos el filme adolece de mayor creatividad, se le siente demasiado común o
en buena parte conocido. Pero es un filme interesante en el planteamiento de la
relación de los protagonistas, en ponerlos a enfrentarse entre ellos primero y
luego a una banda criminal, que tiene de motivo un macguffin, que hace entretenido
el filme.
El filme tiene una primera parte en que la mujer agrede con
suma violencia al hombre de la casa, y aguarda el misterio en sus actos. Puede
ser simplemente la invasión terrorífica de una casa privilegiada donde la mujer
pobre aprovecha los bienes materiales que ha usurpado. Luego da un giro el
filme y tenemos una relación particular. Se habla de sexo, pero se trata en
realidad de una amistad, lo que hace curiosa la relación, que no es de padre e
hija aunque Edgardo es mayor y ella hace de chica muy joven.
Ella es sexual, y violenta también manifestándolo. En un
momento se adjudica ser una prostituta, aunque no lo es, pero es firme y
atrevida con esto, podría haberlo sido. Hay una escena donde ella yace toda desnuda
en la bañera; hay otra donde ella tiene sexo de pie en un cementerio. Son momentos
claves de sexualidad donde el hombre mayor hace de voyeur, como de un hombre
muy contenido. Pudo ser más profunda ésta parte, pero queda como que Edgardo es
un tipo híper civilizado, aunque sea capaz de enfrentar el infierno por ésta
chica.
Edgardo tiene dinero, pero es un hombre que puede manejarse
dentro del pueblo sin problemas, dentro de lo criminal también, como cuando va
a distritos más inseguros con total tranquilidad y conocimiento. Los viajes en
auto economizan harto tiempo de cine, tienen una buena edición hay que anotar. El
lado de la persecución criminal no está muy desarrollado, o es bastante simple,
pero esto otorga a su vez personalidad, porque pesa mucho la relación entre el
hombre mayor y la joven, una relación difícil de definir a cierto punto, quizá
un poco un hueco, o medio un enigma, pero un disparador de intensidad,
curiosidad y maleabilidad.
Ella le dice que está loco en su accionar, lo dice de la
manera más llana y vulgar, poniéndose en duda las razones abiertamente, sin que
él responda del todo –estando bien muchos de sus silencios-; también todo
podría haber sido parte de la imaginación de Edgardo, oyéndose mejor que todo
haya sido literatura que un estudio del primitivismo o el choque de clases. La
vigilia (2010) tiene ocurrencias como la de toparse con el peligro de la
embestida de un toro que se percibe un poco boba, al tiempo de básica, pero
tiene un minimalismo atractivo, mucho más saludable y hedonista que la exuberancia y telenovela de Una sombra al frente (2007).