Los protagonistas toman de modelo levemente al Inca
Garcilaso y a Sor Juana Inés de la Cruz, como a El carbunclo del diablo, de Tradiciones
peruanas, de Ricardo Palma. Jerónimo de Ávila (Diego Bertie) es un mestizo que en
el siglo XVII quiere ser reconocido por los ascendentes de su padre español
para obtener derechos, ya que ser mestizo no los tiene. Inés Vargas de Carvajal
(Jimena Lindo) es una monja que escribe poemas sensuales a escondidas, es una
mujer muy sensorial, lo cual le puede costar la vida por sacrílega frente a la
inquisición.
El filme pone a la inquisición como el malvado de la
película, tratando de extirpar las idolatrías. El líder de las persecuciones en
ésta propuesta es Ignacio de Araujo (Orlando Sacha). Ávila se meterá en
problemas con la ley española buscando el acta de matrimonio de su padres, prácticamente
es una persona torpe para ir de error en error criminal. Peleará con un notario
corrupto, matará a un hombre tras unas apuestas, será acusado de idolatría por
las relaciones con su madre india (Delfina Paredes). Inés aunque parece dócil
esconde cierta rebeldía, pero inocua, solo que la inquisición será implacable
con ella.
Ésta es una película de muchas aventuras, hay un romance
llamativo entre la monja y el mestizo que es un espadachín. Es una trama que
habla de las raíces incaicas frente a las españolas, habla de identidad nacional,
pone al culto místico inca contra la religión católica, que recorre todo el
filme. Es una película que contiene a los actores más populares del medio,
muchos en pequeños papeles. Es un filme competente, aunque no una obra de arte.
El bien esquivo (2001) es el filme más reconocido de Augusto Tamayo.
La película tiene buenas actuaciones, inclusive de los que
hacen de actores muy secundarios, como indígenas, aunque también tiene momentos
muy ligeros, demasiado austeros en lo visual, como con el disparo de la
ballesta y el final, a lo película de fantasía, con un Gianfranco Brero bien
maquillado como salido de El señor de los anillos. La huida por el desierto
pasa por lo mismo, a lo paisaje de Lawrence of Arabia, sin casi presupuesto.
Pero en los claroscuros –en especial de sus pasadizos coloniales, de su infraestructura-
esconde cierta magia, cierta esencia de misterio, aunque ésta obra se presta
bastante transparente.
El bien esquivo es pasional, con la monja literata delicada y
expresiva en sus gestos, y el mestizo bravo y llano pero no chacra, prestos al
romance más altisonante, aunque breve. Araujo es un gran personaje, que
recuerda a alguien como al Senador Palpatine, poseedor
de un lado fantasioso aunque identificable en la realidad con su sencilla sotana
y su crucifijo brilloso, pero se le percibe con un aire oscuro, secretamente perverso,
una fuerza subyugadora, manipuladora, castigadora, un sujeto bien letrado, con
excelentes diálogos, una mente inteligente, pero un tipo calculador, firme en
su deseos, en imponer el catolicismo a los pueblos conquistados que buscan
mantener sus raíces y conceptos propios, creándose un poderoso contraste con los
héroes.