Una película muy celebrada, perteneciente a Max Ophüls, de poética
maldita, de tragedia romántica, con una mujer que se enamora perdidamente de un
hombre, su vecino, y muere amándolo, dejando una carta confesándole todo su
amor. Lisa (Joan Fontaine) desde chiquilla queda prendada de un famoso pianista
mujeriego, Stefan Brand (Louis Jourdan), y llega a conquistarlo, pero el hombre
mujeriego como es la olvida y hasta redunda en ese olvido. En una estación de
tren él dice que la buscará a su regreso de un concierto suyo, pero no lo hace.
Ella firme en no incomodarlo –en no prestarle obligaciones- termina poniéndose a
un lado –tontamente-, llevando un hijo de Stefan, a quien en vida no le confiesa
de la existencia del muchacho –error aún más grande-. Es una película triste,
con un hombre que se autodestruye inconscientemente al dejar pasar el amor
verdadero, porque él ama a Lisa pero ha fallado por equis
motivo en cumplir con ésta mujer. Ahí yace un pequeño misterio, ¿qué
lleva a Stefan a dejarle entender a ella de que es su otra mitad en la vida,
con aquello de lo que siempre ha sentido le ha faltado y necesitado, pero
termina olvidándola o no reconociéndola varias veces?, esto puede sonar a un
defecto de la propuesta, pero también plantea que el filme sea romántico, poético y trágico mediante
éste olvido inexplicable y leitmotiv. Al final el hombre quien ha
cometido el gran error de su vida recordará en su mente todos sus encuentros, identificándola,
desde pequeña, mucho gracias a la carta sentida que ella le deja. Stefan no es
un mal hombre, solo alguien que ha dejado escapar al amor. Simplemente es un
hombre torpe, ejecutor de tantos fracasos, mientras Lisa representa a la
mujer abnegada, una tragedia andando con su enamoramiento apasionado. El
filme tiene muchas escenas dulces, todo no es llanto o
drama. Pero el fin es ese, echar unas lágrimas con una historia triste.