Ésta película es una genialidad del director francés Jacques
Becker y del séptimo arte. Falbalas (1945) tiene de protagonista a un modisto
de alta moda, Philippe Clarence (Raymond Rouleau), que suele enamorar a mujeres,
pero solo como juego, aquí le dicen como comedia, como aventura pasajera sexual
y no formalizar con ninguna, para luego abandonarlas sin miramientos ni
concesiones, esperando ellas un trato distinto. Cuando conoce a la novia de su
mejor amigo, a Micheline Lafaurie (Micheline Presle), de lo más fresco busca
hacer lo mismo, y lo consigue, logra acostarse con ella, un poco forzándola con
su imponente seducción al estar medio reacia a ser infiel –pero se siente
fuertemente atraída-.
No obstante al proponer el juego, la comedia, con ella, inesperadamente
Clarence siente algo excepcional por ésta mujer, queda flechado por primera vez
en su existencia. Sin embargo la historia terminará como todo un melodrama, muy
triste. Pero viendo más atrás, la seducción es atractiva, efectiva, rápida, como
toda la película, ella luce hermosa con la cámara posándose rendida a sus pies sobre
su rostro atractivo, brillando la fémina bajo una luz santificadora, endiosándola,
aunque Clarence se porte inicialmente como un perro con ella, donde la
personalidad del protagonista será un duro golpe de realidad.
Clarence es alguien que nada en la imperfección, tiene bastante
de recriminable y así lo toma la película, no es para nada un héroe. No
obstante Clarence es un hombre de éxito en muchos campos, un tipo seguro de sí,
pero ciertamente se perpetra cruel al pasar por encima de su mejor amigo sin ninguna
pena, que lo hace desde el principio y éste -una persona de abierta nobleza y
lealtad- ni cuenta se da. También hay una historia extra con una mujer del
trabajo de la moda que yace enamorada locamente de Clarence, que fue una
antigua pareja de estas pasajeras que él tiene, pero quedó prendada ciega por
él, continuando asediándolo, esperanzada, ahí Clarence se notará insensible en
más de una oportunidad, comparando ambos devenires y volviendo a ser atacada el
aura de múltiple éxito del protagonista.
La película que nos convoca ahora fácilmente ha debido
inspirar a Paul Thomas Anderson para hacer Phantom Thread (2017). Falbalas es
maravillosa, algo terrorífica en un comienzo, y así de la misma manera termina,
con el delirio de Clarence sobre un objeto inanimado. El mundo de la moda está
retratado con maestría, no apunta a ser dominantemente femenino por convención
natural sino se percibe universal, y ni se siente, parece un contexto como
cualquier otro, aunque muy bien representado.
El filme de Becker traiciona a Clarence tanto igual que él
lo hace con la buena fe de las mujeres. Hay que notar que aunque Clarence se luce
como un galán o un romántico es un tipo aprovechado por costumbre, juega con
los sentimientos de las damas, las utiliza y las bota, aquí las mujeres no son
liberales, buscan sexo con amor. Por todo esto Becker finalmente se pone del
lado de las mujeres, y Micheline se vuelve heroica como ave fénix, aunque Clarence
termina dando pena a último minuto, pagando por sus actos sin oportunidad de
redención.
Daniel Rousseau (Jean Chevrier), el novio de Micheline,
inicialmente da la impresión con su pinta de ser un gángster italiano, pero es
más dócil que el pan, muy controlado, pero bien trabajado, aunque atípico al
uso cinematográfico. Se suele ver a su tipo de personaje más desaforado, más
torpe. Notable también que Falbalas no haga uso de un exceso de sutileza, sino
es una propuesta muy clara, evita los eufemismos, aunque es delicada como cine
clásico, nunca será vulgar. No necesitamos ver dormir juntos a Clarence y
Micheline para saber que han tenido un encuentro sexual. Pero las cosas se dicen
por su nombre, y así funciona ejemplarmente, para sorpresa de muchos. Falbalas guarda
unos minutos finales llenos de suspenso, minutos finales gloriosos para el
cine.