miércoles, 15 de octubre de 2014

Perdida

David Fincher es uno de los directores americanos más respetados y admirados del orbe, con una filmografía envidiable, y una disposición a ganar el Oscar a mejor director que muchos creen injusto no haberlo merecido aún. Tiene películas del calibre de Seven (1995), El club de la lucha (1999) y Zodiac (2007); propuestas entretenidas como La habitación del pánico (2002) y la adaptación de The Girl with the Dragon Tattoo (2011). Así mismo se puede mencionar La Red Social (2010) que dividió las aguas y muchos la postulaban mejor que la ganadora de su año, El discurso del rey (2010). En mi personal gusto destaco The Game (1997), una pequeña maravilla. Pero también tiene desaciertos como me parece lo es El curioso caso de Benjamin Button (2008), y, lo mismo en cierta medida, Perdida (2014). 

El estilo en la primera parte de la película es de los que han llevado a la fama a éste gran director. El arranque tiene muy buen suspenso, sobre que le pudo haber pasado a una mujer excepcional llamada Amy Dunne (Rosamund Pike, muy entregada a su papel), escritora, querida persona y miembro relevante de su comunidad, pero que vive en una vida aunque acomodada un poco deslucida por el marido promedio con el que se casó (Ben Affleck), de quien se desconfía pudo haberla matado.

En la primera parte de la película, ésta dura 2 horas y media, que hay que reconocer que entretienen y se van rápido, se ve toda la intriga del misterio de ésta desaparición. Se dan pistas de lo que pudo suceder. Se piensa en un marido deseoso de deshacerse de ella, que no quería tener hijos y que estaba a punto de divorciarse. Además tenía una amante joven y algunas jugadas económicas que podrían ser causantes, como el seguro de vida tras su cónyuge. Todo el ambiente que crea Fincher parecía dar a comprender que estábamos ante una gran película sobre asesinatos perfectos, con una emoción, aparato mediático y tensión prodigiosa, mientras se iban dando pautas que iban rellenando un background de secretos ocultos, dados desde la mujer perdida, que es lo que predomina, como anuncia el título. 

A través de su diario y rastros en la supuesta escena del crimen se va revelando el comportamiento amenazador de su esposo, que como es habitual en Affleck pasa como tipo parco, seguro, tranquilo y poco expresivo, un sujeto de lo más ordinario que hay que decir intimida poco, pero que iba creando la noción de poco probable culpable, que justamente todo eso favorecía a encubrirlo de la mejor manera y generar la ansiada curiosidad. En sí estábamos ante el asesino idóneo y avanzado el metraje había que darle el toque final, el gran hallazgo o cierta creatividad en dicha línea. Y quizá ese fue el talón de Aquiles del filme, encaminar la historia hacia un clímax/desenlace acorde con la extraordinaria labor precedente. Pudo ser una cinta más corta pero más redonda, y sin embargo Fincher que adapta la novela de Gillian Flynn no puede más que respetarla y es ahí como que se va al agua.

La segunda parte es un giro increíble, en el mal sentido, tomando una nueva dirección en manos de la perversidad, manipulando el desengaño del matrimonio que es más duro de sobrellevar de lo que uno cree (pero tampoco exageremos en cebarnos con la crítica al matrimonio; que viva finalmente el optimismo y la lucha). En ese lugar es donde éste cine de Fincher hace gala de un discurso con una argumentación como para debatir, que salva de la quema la propuesta, como si estuviéramos frente a una tesis, aunque no converja el placer de la narrativa en sí de su segunda mitad, a poco de desperdiciar su cualidad de thriller. Ataca las falsas apariencias y las convenciones que tapan la desilusión.  

En adelante el filme se aboca a culpar a Nick Dunne (Ben Affleck) dejándolo en una maraña, bajo una manera fantasiosa, diría yo, viéndose como si de matemática se hablara, aunque se trate, como anuncia un álter ego, de la maniobra de un ser privilegiado. Lo escenifica bien el famoso abogado Tanner Bolt riéndose sin contención del asunto, que parece tener a Fincher en la noción de la extravagancia del material entre manos (al filme no le falta la ironía debajo de su capa dramática y macabra). Lo que viene después es hacer cada vez mayor la oscuridad del retrato, más despiadado, más ruin, más enfermo. Es ahí donde el filme simplemente queda desfavorecido en mí parecer, perdiendo toda su seriedad primigenia. No obstante sobreviven pensamientos, acoto. 

Juega a ser más una lucha por demostrar que el marido debe pagar sus culpas, hasta el girar de la rueda en una entrevista que muestra la preferencia por la ilusión, que en el planteamiento de la propuesta es como no aceptar que la vida es menos gloriosa e insulsa que lo que anhelan nuestras expectativas (no obstante hay que pensar que la vida no alberga reglas finalmente y no a todos les es igual, aun cuando cierta parte de la época lo quiera mostrar de una forma). Para ello Affleck es el tipo capital, una buena elección de pies a cabeza, si bien tiene su pinta, y en el relato es un hombre con dinero. Poco que decir a continuación. A fin de cuentas lo que queda no perdona -más allá de las ideas- que estemos ante una trama que le paga mal al misterio, de repente por estar agotado. A esa vera se transforma en otra aventura que percibo un resbalón. Habrán fijo muchos que lo disfruten, hijos de la época que no pueden refutar, si bien es parte de una idiosincrasia y maneja un contexto histórico, pero es ciertamente a partir de entonces que la película se muestra en parte sosa, desmejorada, aunque vista la estrategia es asumir lo extraordinario, ante lo pedestre: el desencanto, y al final se pueden rescatar cosas. No obstante su base formal, como relato, pierde mucho entusiasmo, aunque queda un discurso.