domingo, 19 de octubre de 2014

Bella addormentata

El veterano director de éste filme tiene una buena reputación; hace cine desde los años sesenta, aunque no es muy conocido en general, fuera de los círculos de los festivales. No es lo demasiado popular como prometía su primer largometraje, Las manos en los bolsillos (1965), que lo puso entre los más grandes de Italia en una época de portentosa gloria nacional. Sin embargo el tiempo más que todo le ha dado un toque y estilo de madurez, de seriedad tanto como de coherencia, que lo aleja de las banales posiciones de la esfera cinematográfica, y se gana tanto el respeto de los entendidos/amantes del séptimo arte. 

La presente propuesta recorre 4 líneas narrativas, que operan entre aceptar o no la eutanasia dentro del círculo familiar y, a su vera, la sociedad y la cultura, tomando de centro el caso real de Eluana Englaro que pasó 17 años en estado vegetativo antes de que se decidiera apagar la máquina que la mantenía con vida. El director Marco Bellocchio propone auscultar ésta temática poniéndose en distintos puntos de vista encontrados, mediante el uso de historias que van haciendo la lucha de definir una opción, con lo cual denota equilibrio, sin imponer una apreciación demasiado marcada. Esto permite ver el panorama con la complejidad que se merece, y un respeto por argumentar sin dar ninguna cátedra, no promulgar lo supuestamente correcto, habiendo ejemplos atinados, de suma proximidad, a través de lo simbólico o en su mayoría de forma muy directa, en el fomento de la libre elección.

Revisando la filmografía de Bellocchio observamos experiencia y muy buen manejo con los retratos históricos; ahí tenemos Buenos días, noche (2003) sobre el rapto del político Aldo Moro por una guerrilla que quería ambiciosas reivindicaciones sociales a cambio de su libertad; o Vincere (2009), sobre una primera mujer de El Duce Benito Mussolini llamada Ida Dalser que tuvo un hijo no reconocido con él, y que éste la confino a un manicomio para callarla, mientras el niño fue a una refinada institución de corte castrense. En éstas obras brilla la tragedia, esa misma que se transporta a Bella addormentata (2012) que cavila reflexiva en un tono a un punto sutil de melancolía como parte de la terrible idiosincrasia de tener a un ser querido sin respuesta alguna, como un muerto en vida.   

Las cuatro historias noveladas parten de la trama llana, poco dada a lo extraordinario, pero ostentan elegancia en las formas. Los que lo componen son, uno una madre y actriz de hogar acomodado interpretada por la gran Isabelle Huppert que expresiva es la que tiene a la bella durmiente del título italiano en su bella hija vegetativa, lo que la mantiene encerrada en un claustro mental de pesar y fijación, que no deja espacio para nada fuera de ello. En su núcleo familiar el hijo quiere que la hermana descanse para que la progenitora aun joven y talentosa sea libre y comparta el amor con los demás. Otro es el del esposo de Eluana Englaro dibujado por el también prodigioso actor Toni Servillo, que es un político que debe lidiar con hacerse cargo de su consciencia de liberar a su esposa o asumirse como parte de su partido – en la línea de Silvio Berlusconi- que sigue la ideología de una ley que contradice sus pretensiones de proponer la eutanasia a la mujer amada. Se trata de escoger entre tener éxito en la carrera o el ideal personal; uno opaca al otro. Como tercera línea está la postura de la hija de la misma Englaro (Alba Rohrwacher, con un cariz en todo sentido meditativo, a flor de su sexualidad/cotidianidad y el don de servicio), que promueve la fe católica a favor de la vida y se enfrenta a un muchacho irascible en particular que piensa lo contrario a ella. En el camino se enamorará de quien no debiera y viceversa, proponiendo la empatía con la experiencia que presenta su padre, la de pareja, superando su condición de hija. En estos tres interviene mucho la religión mientras se contrapone al otro en afirmarnos o en cambiar de parecer. Por último el cuarto relato es sobre una reincidente drogadicta y suicida que nos entrega la atractiva actriz Maya Sansa que encuentra una razón de superación en la potente ayuda de un médico; lo que la hace como una representación de equivalentes. Parece algo menor en el conjunto, pero comparte un intercambio verbal apasionado como clímax que le da mucho sentido a su inclusión. Estamos ante un filme que pretende exponer y alimentar el diálogo, para que saquemos propias conclusiones, en la que es una obra humanista.