Ganadora de la Concha de Oro del festival de San Sebastián 2022. Dirige la colombiana Laura Mora Ortega. Es una película que visualmente o estéticamente es muy llamativa, agregando que tiene momentos de mucha velocidad y al mismo tiempo intensidad, de mucho movimiento. Verla te atrapa, es un filme muy físico, es una inmersión notable a ese respecto, aun cuando es propio del cine de antaño digamos, del cine social típico del cine latinoamericano, la historia de los marginados, aquí muchachos de la calle que se mueven en grupitos y ejercen la delincuencia. Mora Ortega no los muestra necesariamente criminales, pero si mataperreros y destructores, un poco desadaptados o ya demasiado libres o rebeldes al común. Pero pelean con machetes, o sea son muy peligrosos. Ortega los humaniza, trabaja sus emociones, sus sueños, los hace aceptables para un gran público. Finalmente son como niños aun. No obstante Ortega muestra cierta madurez de ellos también, con un grupito de 5 mejores amigos o 4 mejores amigos y un colado algo no tan leal. La madurez es que uno de ellos, llamémosle el líder, Rá, ha heredado un terreno y quiere pedírselo al gobierno, con esto quiere que él y sus amigos se arraiguen en esa tierra en el campo y emprendan una vida tranquila a diferencia de la de las calles que tienen en Medellín. Es así que el filme se convierte en una road movie, con personajes típicos colombianos, es una introducción a la tierra y el folclore colombiano (del campo), con viejas prostitutas que son como monjitas alimentando a los necesitados, con "locos" mendigos llenos de perros como el celebre filme debut de Iñárritu, con especie de ronderos católicos metidos en cierto parentesco con el cinismo y quizá la pedofilia, con viajes en canoa muy hermosos, con canteras explotadas por niños esclavos y la ley de la selva, o con venganzas colectivas o ajusticiamientos populares. En todo ese camino y aventura, un mundo de gente bastante dura (un poco) a diferencia de la más soft pero maravillosa Stand by me (1986), iremos desentrañando las emociones de estos niños viejos, simples pero con una interesante dimensión de personalidad por parte de Mora Ortega, incluso oníricamente, como bajo esa niebla blanca. También con los muchachos protagonistas hay un estupendo manejo con bicicletas tipo BMX, hay acrobacias que impresionan, y conducciones en la carretera que haberlas grabado tan naturales y bien acopladas a la narrativa hablan de maestría. Es un filme sólido por donde se le vea, poderoso de ver, aun con un cine social con cierto aire clásico, si bien vemos matices en pantalla, vemos pena pero también personalidad. El momento que representa la autoinmolación Zen en el fuego es tensión en estado pura. Se le puede criticar la musicalización demasiado cursi o muy inocente con la canción de Los prisioneros y el estado de felicidad pero pues Ortega tampoco es que no quiera ponerle corazoncito al tema que trata. Puede que peque a ratos de muy poética o romántica, como con el simbolismo de la isla-balsa en el río, pero no se le puede quitar tanta virtud que ha logrado manejar y estos momentos van mezclados con otros de distintos matices de la personalidad. Al fin y al cabo son un poco héroes estos chicos, como con ir hasta las últimas consecuencias. Tiene la propuesta mucho realismo y es una actualización del cine social, una mirada última si se quiere, mitad vintage. En el cine todo puede volver a utilizarse, no existen reglas finalmente en el cine.