jueves, 22 de septiembre de 2022
Cortos de Jacques Demy
El francés Jacques Demy es mundialmente famoso y querido por sus musicales, por Los Paraguas de Cherburgo (1964) y por Las señoritas de Rochefort (1967), pero como la mayoría empezó haciendo cortometrajes y lo hizo de manera muy profesional, mostrando desde el inicio talento. Es un autor que no fue político ni experimental, no quiso ser lo más rimbombante digamos, sino opto por lo sencillo, amable y luminoso, opto por ser común podríamos decir, si bien muchas veces en lo común se oculta lo extraordinario, como diría David Lynch. Sus cortos son muy simples pero hermosos. En Le Bel indifférent (1958) adaptó una pequeña obra dramática de su compatriota, el siempre inconforme Jean Cocteau, donde una mujer monologa frente a su indiferente pareja, un hombre de mucha seguridad y supone belleza física que la ignora, nunca le contesta, mientras ella parece suplicar por su correspondencia, le ofrece de todo por que éste no se aparte de su lado, no la deje; es un monólogo sufrido, un poco lastimero, romántico, muy honesto, un poco desesperado, la mujer quiere retenerlo, aceptando todo lo que él quiera para que esto suceda. Desde luego ésta no es la persona indicada en su vida, pero el amor y la pasión muchas veces no es correspondido de la misma manera, es una oda a la belleza, a aquella frase de El ladrón de orquídeas (2002) que dice: "Somos lo que amamos, no lo que nos ama", aunque nuestra imagen sea la de un perdedor al decirlo, pero esto vuela mucho más allá, nos reconforta, define finalmente aunque pueda parecer lo contrario tener personalidad. No obstante no puede negarse que Le Bel indifférent es un retrato algo patético, pero también muy humano, esto último como lo fue y coge en el aire y lo plasma en su obra Jean Cocteau y lo recoge un Demy sensible y con un halo de curiosa sorpresa sobre su manera de ser. El escenario es una simple habitación de hotel, la pareja comparte una sensual cama, definición de una pasión, seguramente muy sexual. La mujer con su monologo parece envejecer. El hombre lo interpreta Angelo Bellini, y será su única actuación oficial; no dirá una sola palabra, será como una escultura. La mujer es Jeanne Allard en su debut en el cine, en quien tuvo una carrera humilde. Le sabotier du val de Loire (1956) es un corto sobre un zapatero, un fabricante de zuecos, zapatos hecho con madera. Demy nos muestra a un hombre humilde, quien habita en el Valle del Loira. Es un anciano que vive con su mujer y su hijo adoptivo que ya está en edad de enamorarse e ir en busca de su propia familia, dejar el hogar. Es el ciclo de la vida el que nos enseña, Demy. Observamos como éste anciano fabrica sus zapatos, artesanalmente, meticulosamente, desde el inicio hasta el fin, desde que extrae un tronco de árbol. Nos muestran sus rutinas, su monotonía, su dedicación, su disciplina, en medio de la sencillez y el afecto familiar, hay tiempo para verlo tomarse una sopa. Es un retrato diáfano, sano, es la humildad y la felicidad más llana. Ars (1960) es un corto sobre un santo francés, sobre Jean-Marie Vianney, conocido como el cura de Ars. En todo el metraje no veremos al santo, no habrá actor interpretándolo. Demy hace un viaje por los lugares donde solía estar, visualiza el espacio, los lugares, los objetos, es un viaje de la cámara subjetiva como si fuéramos fantasmas llevados por el viento y la velocidad. En el trayecto oímos la historia y vida de éste sacerdote católico, escuchamos la voz en off de Jacques Demy, que lo trata con respeto y con un poco de admiración. Nos dice que Jean-Marie estuvo a punto de rendirse, a punto de ser destruido por el enojo, por su pasión que llevaba a restringir la vida de la gente, que quería encaminarlos por la religión y quitarles quizá la picardía y torpeza existencial, la libertad del pecado, lo que enojo a muchos, pero Demy nos habla de alguien que reflexionó y se perfeccionó y aunque no es siempre así logro encontrarse y mostrarle a otros el camino, he ahí su santificación, desde haber logrado proclamar la vida pacifica, familiar, devota. Demy muestra otra pasión, como la del zapatero del Loira por su trabajo repetitivo y laborioso, pero que a él lo halla, lo define y nunca lo agota, le da sentido; como la pasión por una persona -aunque pague mal- en Le Bel indifférent; ahora por Dios y la iglesia, por generar feligreses y darles un sentido. La mujer de Cocteau quiere que la escuchen, así como el cura de Ars, una se dirige a una sola persona, otra a muchas; el zapatero yace en silencio, se habla a sí mismo, como cuando ve por su mujer, como cuando no puede más que dejar ir a su hijo. Unos triunfan, otros fallan, todos tienen sueños, todos empiezan pequeños, todos se equivocan, todos envejecerán, todos buscan construir cosas -chicas y grandes, en nuestras posibilidades- , todos anhelan hallar un lugar en el mundo donde habitar y ser.
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