lunes, 12 de septiembre de 2022

Seconds


Seconds (1966), de John Frankenheimer, es cine independiente inicial logrado, producido por actores y directores pertenecientes o que han pertenecido a Hollywood. Es una película de ciencia ficción y también un thriller psicológico. Tenemos un lugar científico y empresarial llamado La Compañía que se encarga de generar nuevas vidas e identidades a la gente común, haciendo uso de cirugía plástica y recolocando a ésta gente mismos delatores custodiados y salvaguardados por el estado. La compañía es una empresa privada, busca generarse dinero. El arranque del filme es de orden paranoico, alguien persigue a Arthur Hamilton (John Randolph). Arthur yace tenso, incluso la cámara mediante el plano contraplano de los vidrios internos de un tren proyectan su inquietud. La persecución también lleva un efecto, tenemos una cabeza que se mueve pegada a la cámara. Finalmente esto es solo el método del que La Compañía se hace de clientes. Hamilton es un banquero exitoso con una esposa que lo ama e hijos mayores, pero se siente decepcionado de su vida. Es ahí que entra a tallar el renacimiento y la oferta de La Compañía, ofrecerle otra existencia total, hasta cierta juventud, 10 años menos, en la piel de tremenda actuación de Rock Hudson, en los 40s de edad. En lo que viene después yace el éxtasis, cierto desenfreno, la bohemia y la irreverencia. Tenemos una escena con pisar uvas que en realidad es una orgía, tenemos mucha libertad cinematográfica en pantalla, estética, visual y narrativamente. Es un filme que mezcla momentos muy básicos con otros muy interesantes. El rato cuando el nuevo Hamilton oye la descripción de su persona anterior dada por su esposa es un momento de lo grandes del séptimo arte, es una descripción muy sustancial y todo desde la simple sala de una casa clase media. Es un filme que plantea la decepción existencial, general, y la capacidad de tener una nueva oportunidad desde un nuevo ser adulto. Pero el filme es claro, se trata de tomar decisiones propias, coger al toro por las astas y ser lo que queremos ser en todo los ámbitos, cosa que tampoco es fácil, del dicho al hecho hay mucho trecho, pero la salida no es lo que ofrece La Compañía y el servicio fantástico que propone. Arthur inicialmente sacrifica todo, familia y profesión, solo piensa en él, aun cuando su esposa es una buena mujer, inteligente y sensible e incluso dócil y comprensible. La nueva mujer (Salome Jens) es parte de una pesadilla kafkiana que es como una montaña rusa, que se toma tiempos para volverte a arrojar al lugar de los (literales) gritos. El final rompe con el hollywood domado, muestra mucha libertad, pero esa que tiene sentido de conjunto y que argumenta y trasciende, no la libertad del absurdo y lo efectista. Se puede ver como thriller psicológico y producir inquietud, pero mejor como ciencia ficción y coger su intelectualización filosófica sobre lo existencial.