miércoles, 7 de abril de 2021
The father y Nomadland
La película británica The father, debut de Florian Zeller, es de las nominadas a mejor película de los Oscars 2021 la que más me ha gustado e impresionado y hallo mejores atributos, por encima de las más sonadas y se ven como obras gigantes, Nomadland, de Chloé Zhao, y Mank, de David Fincher. La favorita es Nomadland, y la que seguramente ganará. Fincher como autor tan admirado y tan seguido se irá con algo, pero poco. Fincher es un gran director, todo lo que hace es interesante y de alto nivel, al tiempo que fabrica películas ultra entretenidas y sustanciales, Mank no es la excepción. Zhao encanta a todo el mundo en el cine americano, a partir de su anterior película, The rider (2017); es una directora nacida en China que entre los 15 y 19 se instaló en el mundo anglosajón, hizo estudios en EE.UU, y se enamoró de éste país, haciendo cine indie gringo desde el inicio, de fondo nacional, produciendo historias bien americanas. No hay que obviar que EE.UU. es en realidad un país hecho de inmigrantes, Zhao siente su casa éste país. Nomadland es una película de cierto aire y tema social, habla sobre desempleo, de ir a parar a la carretera, al desierto como metáfora. Pero ésta propuesta se transforma en otra cosa, termina siendo un filme e historia sobre la libertad y el amor por los seres perdidos, por sobre la derrota o la necesidad económica. La protagonista, la fantástica Frances McDormand, de mis actrices favoritas, puede contrarrestar la recurrente tensión del desempleo y la necesidad de subsistencia (solo consigue trabajos por muy corto tiempo, eventuales), inclusive la soledad, en más de una oportunidad, obtener estabilidad y seguridad, pero ella escoge sus ideales, y al mismo tiempo el ideal americano, valerse por sí misma y no perder ni olvidar sus afectos personales (su recorrido, su pasado, quien es, como su marido difunto, su gran amor). Éste filme es sentimental en recurridos momentos, va y viene en la tragedia y la melancolía, con cancioncita de pena incluida, pero es un filme mucho más que decente. Hay actores en éste filme que son verdaderos nómades, no son actores profesionales, sino propios de la ideología de vivir en la carretera, en el desierto, de vivir en camionetas a la intemperie, como forma de vida y grito de libertad y felicidad plena. Se notan no profesionales, pero se ven bien aun así, tienen en sus manos otra virtud, la autenticidad, aun cuando se les suma ficción. Ésta ficción implica un sentir lacrimógeno, Zhao le pone bastante, aun cuando hay respiro también, y McDormand puede ser irónica y relajada. El filme plantea dolor y cine social -sí, en EE.UU., la tierra de las oportunidades y el sueño americano, donde el obrero y la clase media pueden vivir bien-, y a la vez felicidad, tenacidad o terquedad de cierta manera, convicción; el desierto se abre como una flor en más de una arista, es un filme que finalmente deja el mensaje de una sobrevivencia positiva -de aferrarte a lo tan tuyo, evitando pasar la página-, de ser independientes a toda costa, de ser autosuficientes aun en el dolor, un mensaje bien gringo. Por todo esto se siente y se ve un filme bueno, un triunfo del cine americano, hecho por una china amante de EE.UU. No obstante mi opción es The father, una película humilde digamos, pero magnífica. Florian Zeller, el director, es también el dramaturgo de la obra en que se basa el filme. Es un filme que es notable transportando el teatro al cine, usando sus pocos elementos, usando su poderosa proyección, su continua audacia, aun cuando algunos sobresaltos y humor pueden pegar de ridículos o poco necesarios, por no tener la necesidad de forzar al público hacia las constantes emociones -a picos de intensidad- dentro de una sala. Pero ciertamente es un filme hermoso en su sentimiento, con una escena final gigante, triste y notable a la vez. La talentosa Olivia Williams nos regala tremenda escena, ante un hombre destruido por completo, apagando el feroz incendio, venciendo el callejón sin salida. El filme juega continuamente con nuestra percepción, hablando de un viejo que sufre de demencia senil. Durante mucho tiempo todo es extraño y endeble, cambia la lógica una y otra vez, no se sabe donde yace la verdad. El filme exhibe a un Anthony Hopkins de reales 83 en estado de gracia, perfecto, pasando por todo estado posible de actuación, desde la debilidad máxima hasta la insolencia, momentos donde ya ni tiene la facultad para colocarse una chompa encima, escucha cosas raras inexistentes, fusiona y distorsiona su pasado y presente, no identifica ni a sus seres queridos, no puede ver la realidad, su mente le quita absolutamente todo. Esto hace sentir a uno un filme triste, aun cuando estamos muy atentos y entretenidos con tanta sorpresa y giro continuo de guion. Pequeños momentos del teatro al cine dejan ver puestas de escena notables, como alguna de paranoia, lo que oye furtivamente y percibe engañado y se replica luego lógicamente desde el pasado; o ese miedo a que un ser querido lo mate, algo tan extremo y loco, visto desde la repetición del mismo momento, desde la monotonía, del rito nocturno, creyendo sufrir una estrangulación, observada desde atrás, o un simple acomodo gentil de uno en la cama, producto de la proximidad.