La película de la británica Emerald Fennell empieza como una película extraña y poco a poco toma coherencia, pasa de algo oscuro a algo racional, aunque nunca deja de tener cierta fantasía e irrealidad. Es una película que denuncia el abuso sexual escondido en la ingesta de alcohol y en la liberalidad mal entendida, mal entendida porque es abuso y no libertad. Las mujeres son alcoholizadas o caen en el alcohol por error y son abusadas. El filme señala el aprovechamiento de hombres que creen estar cumpliendo con affaires o pintan de buenos tipos, pero en realidad hacen actos de abuso sexual. Esta propuesta es un filme de género, un thriller, tiene harta adrenalina y novedad. Es un filme con momentos algo ridículos, pero es una obra que tiene su cierta extravagancia positiva. No es un filme propio de un gran premio, es más entretenimiento, pero está bueno que el cine sin etiquetas premie también el cine de género, que puede tener sus obras maestras, sus obras grandes también. Esta no es, pero entretiene. Tiene un momento totalmente inesperado por el final. Carey Mulligan actúa muy bien. Bo Burnham como el novio es una elección particular, pero trasmite personalidad y simpatía, aun bailando una canción de Paris Hilton como manera de seducción y humor. Es una película que se deja ver. Imposible que halla ganado el Bafta a mejor película británica por encima de The father (2020), pero no es una mala película, te mantiene interesado y divertido al menos.
La película de
Lee Issac Chung tiene de autobiográfica, trata de una familia de inmigrantes coreanos que dejan California, una vida de monotonía y dependencia laboral y pequeñez económica, por el sueño del padre de familia, del joven Jacob (Steven Yeun), de cultivar comida coreana en una granja de Arkansas, en el sur americano, en los 80s. Jacob lleva a su esposa y a sus 2 hijos pequeños. La esposa no está contenta, pero Jacob se mantiene firme, aun acosta de sacrificar perder su familia. Está decidido a sobrevivir y luego a triunfar. La esposa, Monica (Yeri Han), en un momento dice yacer decepcionada, haberle perdido la fe a Jacob, cuando éste escoge la granja, defender su sueño de prosperidad y libertad. Jacob vive tenso, preocupado, en constantes peleas, pero sigue trabajando duro. Un tipo que es como medio el loco del pueblo, muy creyente en su fe a Dios, hasta lo fanático, viviendo algo descuidado, lo apoya; éste hombre, Paul (un sobresaliente Will Patton), es más de lo que parece, es alguien positivo en la vida de Jacob, éste es un gran personaje, igual que el de la abuela, aunque ésta tiene de efectista. La abuela llega de soporte familiar, la gran actriz coreana Yuh-jung Youn, en la que es otra relación en conflicto, así como de los esposos entre la abuela y el niño pequeño, David (Alan S. Kim, pequeño talentoso). El niño le dice a la abuela que no es una abuela de verdad porque no es tierna ni angelical sino medio relajada, medio viva, audaz. Pero no es una mala abuela, ni muestra malos sentimientos, en realidad si es pura bondad. Entre estos 2 grandes personajes, la abuela y el apoyo en el trabajo, y 2 conflictos centrales familiares y un sueño con dificultades tenemos una buena película, cálida, humana, veraz y con su sustancia. Es una película
straight, directa, clara, pero potente y honesta, tiene alma, tiene novedad. No hay discriminación ni tampoco ésta familia coreana no es que no pueda adaptarse, su dificultad es tener éxito en su siembra y que puedan vender los productos a las mismas tiendas americanas de comida coreana, que los inmigrantes coreanos les compren y consuman lo suyo en territorio americano. La cosa es sobrevivir hasta entonces, que el banco y las deudas no se los traguen antes. Hay una escena donde un tipo rural menciona la quiebra y el suicidio como presente en el sueño, puede sonar extremo, pero el filme de Issac Chung deja esa posibilidad en el ambiente, la trabaja bien. Por todo vale la pena verla, es una buena carta de presentación de los inmigrantes coreanos en EE.UU y luego en otros lugares en general, y como el Minari -vegetal que cambia de nombre por país oriental- de todos los asiáticos.
Judas y el mesías negro Esta película sorprende un poco, es una película sobre un grupo de izquierda armado, con una mirada aunque no de elogio exacerbado, no hay prácticamente negatividad o critica hacia ellos, en medio del país de las barras y las estrellas. Este es un filme político, respetuoso en gran medida y hasta romantiza un poco la vida de Fred Hampton (Daniel Kaluuya), líder de Las Panteras negras, grupo revolucionario afroamericano. El filme habla como el FBI de J.E. Hoover, pone a Bill (Lakeith Stanfield) dentro de Las panteras negras, a una rata -como ellos le llaman a los delatadores o topos-, un soplón, quien destruye toda la organización al acabar con Hampton. Este es un filme muy bien narrado, interesante, claro, potente y al mismo tiempo bastante entretenido, pero serio. Hampton da tremendos discursos, menciona hasta al Che Guevara. Es un poco la historia de unos terroristas, como los veía el FBI y la seguridad americana, he ahí que sorprenda en cierta medida. Hampton sin embargo se ve que era un tipo pensante, no tan violento, realmente apasionado de que el pueblo mejore su vida, de que los afroamericanos mejoren su manera y estilo de vivir, remonten su clase social pobre. Los panteras negras tenían colegios y hasta querían construir iglesias. Daban ayuda social. Sus armas estaban enfocadas en los cerdos, como llamaban a los policías, sus enemigos. La brutalidad policial hacia los afroamericanos es parte fundamental de que ellos se formaran como organización. También aunque poco se menciona las panteras buscaban defender los derechos civiles de la gente de color, pero desde las armas. El problema con las panteras negras es que era un grupo no solo de izquierda -sin que el filme satanice o siquiera critique ésta opción política- sino que ejercían violencia, no dudaban en usar las armas o la fuerza bruta. El director Shaka King pone a las panteras bastante ecuánimes, mesurados, en sus acciones, aunque con discursos bastante intensos y agresivos. Hay un pantera que mata a un policía a sangre fría cuando era perseguido y abaleado, pero la policía también muestra esta sangre fría en el filme. La madre del revolucionario caído dice que el legado de su hijo debería ser mucho más que el de un asesino; es así que el filme trata de mostrar más que la violencia de la organización, y esa es su verdadera meta. También la parte amorosa en la vida de Hampton lo humaniza y a la vez lo muestra como un líder nato, auténtico e idealista. La parte del traidor es sobresaliente y constante, Stanfield construye a una persona con matices, efectivamente una rata, traidor múltiples veces, pero también alguien algo tonto, débil de carácter en el fondo, oportunista también no se puede negar aunque se percibe sutilmente, y que era fuertemente presionado y manipulado por un agente del FBI en especial, Roy Mitchell (Jesse Plemons). Bill quiere dejar de ser una rata, y no puede. Es un filme notable, aun cuando las panteras negras dan para mayor crítica negativa, como que para el FBI eran comparados con el KKK, en el opuesto, los veían como ese tipo de amenaza radical. El filme se pone bastante del lado de las panteras, y de Fred Hampton, se intenta ponerlo como ícono afroamericano. En un momento incluso en conversación entre gente del FBI se ve que hay racismo entre ellos.
El juicio de los 7 de Chicago