jueves, 8 de abril de 2021

Runan Caycu


Este es un mediometraje documental perteneciente a la peruana Nora de Izcue. Debo decir que es un documental de izquierda, pero uno notable, incluso lo veo mejor que la celebrada Wiñaypacha (2017). Ciertamente sí se puede lograr arte de trabajos izquierdistas, a pesar de que la mayoría tienden a la propaganda y suelen fallar o ser mediocres. Este documental es una de esas excepciones y encima es peruano. También es propio de su época, época de ideología y lucha izquierdista y revolucionaria. Personalmente no soy socialista, no creo en un socialismo puro o absoluto porque estos gobiernos suelen traer pobreza más que soluciones y nunca cumplen con la ansiada igualdad, sino suman más pobreza más bien; estos gobiernos socialistas o comunistas suelen generar destrucción y sus sistemas económicos suelen ser bastante malos y empobrecedores, suelen hundir a los países, porque finalmente se necesita de las empresas, de los negocios, y el movimiento de un mercado libre y del capital en inversiones, encima terminan siendo dictaduras por lo general, coartando la libertad. No obstante ciertamente todo gobierno requiere de ejercer ayuda social y de cierto socialismo, no se puede negar tampoco, no sería justo, productivo, ni humano. Los trabajadores necesitan protección laboral y un salario y horarios justos también -las empresas no pueden tener toda la libertad laboral, sino existiría explotación y abuso-; también se requiere de un seguro médico familiar y una jubilación decentes, no migajas. Se requiere varias cosas que la ayuda social solventa como universidades y colegios estatales buenos, competitivos, hacedores de profesionales y éxito, y servicios básicos correctos en todas las partes del territorio nacional, aun en zonas alejadas, como en los cerros o asentamientos humanos. En pandemia se requiere de ayuda social, sobre todo cuando hay precarización del trabajo y la existencia familiar; hay casos así donde el socialismo salva y genera justicia. Un gobierno muy capitalista o puro no es justo, no todo es generar dinero, no únicamente enriquecimientos personales, sino debe ser también que todo el país se enriquezca y esto proyectarse en igualdad, en una clase media sólida y una obrera que viva bien, debe haber siempre ésta ayuda, consciencia social, éste cierto socialismo complementario. Este documental pone imágenes de pobreza, pueden ser algo manipuladoras sí, pero son reales, sensibilizan también; vemos a los indios o campesinos cargar grandes atados, gigantes, más grandes que ellos mismos, estando jorobados como burros de carga; miran extrañados a la cámara, humildes, sorprendidos. Así mismo el documental enfoca en toma de detalle los pies en sus viejas sandalias de los indios, pies maltratados, de trabajadores constantes, sufridos si se quiere ver. El protagonista de éste documental es el líder sindical indígena Saturnino Huillca, un hombre que a los 80 años se ve muy fuerte y firme. Es en parte peligroso, aun cuando no lo parece por su físico o su rostro medio bonachón, y muchas veces las apariencias engañan; es un líder socialista muy de gustar pelear y de conflicto, aunque su lucha es por la niñez aparte de los derechos del indio en general, como él mismo explica en el documental, que le da la palabra constantemente (él es el protagonista y medio su biopic); es una lucha por el legado familiar explica, por los niños e hijos de los campesinos, que se ven muy humildes, pero inocentes, sonrientes y bellos, libres de toda violencia, en sus juegos infantiles que la cámara recoge. El filme pone imágenes fuertes en pantalla, aunque parciales; vemos cuerpos muertos de campesinos. Digo parciales -sin justificar la muerte injustificada de campesinos, de seres humanos- porque las revueltas -de paso, la violencia- que ejercen los campesinos -por sobre todo invasiones, que ellos entienden por recuperaciones- se ven sólo en artículos de periódicos, en títulos de noticias, no en imágenes ni yacen muy desarrolladas, que no dejan ver todo el panorama de sus acciones, pero, bueno, informan de todas formas. La cámara simplemente encuadra los encabezados de los diarios en pantalla. Muchas imágenes se ven así, son fotografías por donde la cámara pasa en movimiento. Pero el registro que ejerce del momento o la coyuntura en general no se puede negar que es bastante bueno, aun en sus pocos recursos y cierta ausencia. También el filme pertenece a 1973, años después de la reforma agraria del general Velasco Alvarado, que también está presente en el mediometraje, aunque Huillca y el documental le resta importancia a la reforma, mencionando que los indios o campesinos tienen que tomar la batuta, no dejarle el trabajo al gobierno, que ellos no van a hacer lo que tienen que hacer ellos por sí mismos. Se ve que Huillca es un tipo difícil, no fácil de tratar ni del todo negociar -en todo caso no tiene ni un pelo de tonto ni de tranquilo-; es un sindicalista a muerte, es un tipo muy afín al socialismo, a la revuelta, al combate. Pero es cierto que pedían reivindicaciones justas, que la pobreza frente a la explotación de los hacendados era innegable y la dejadez y demora del estado era notoria y su culpa que hayan revueltas campesinas y como se dice en el filme que halla gente que se aproveche del enojo y la necesidad del campesino y los azuce también, como vemos que llegan a agredir al presidente del Perú Fernando Belaunde (aquí cero celebrado, sino señalado como parte de la dejadez, ausencia y lentitud del estado y hasta de acción risible con la perdida de una página vital de la reforma que proponía). El hermoso y poderoso Cuzco es el epicentro de todos estos sucesos. El mediometraje abre con la cara de Huillca hablándonos sin rodeos, humilde, simple, pero fuerte, a la cámara, presentándose, contando de su vida, para que luego imágenes muestren el arduo trabajo campesino. Es un registro histórico valioso, notable, aunque innegablemente de fuerte izquierdismo, además de propio de las reivindicaciones de la época.