jueves, 21 de mayo de 2020
Nunca subí el Provincia
Puede sonar aburrido filmar simplemente la esquina de nuestra calle, pero el documentalista chileno Ignacio Aguero hace una película decente de esto. Se nota su habilidad para el documental y luciendo, lo que hace, siempre de un alto estándar, empezando por tomas y recorridos bien hechos que dan tono y profundidad al filme. Filma desde el interior de su casa, incluso los jardines próximos, quedándose a ratos en la visión sencilla del revoloteo de algunas aves. Entrevista a gente que anda cerca. Un hombre que vive en la calle, un anciano flaco de mirada perdida y cansada, dice irónicamente que él hacía de todo para subsistir, como el mentholatum. No tiene el cariño de sus hijos y eso es lo que recoge la cámara introspectiva y sentimental pero tranquila de Aguero. Desde la casa actual de Aguero se alcanzaba a ver el cerro Provincia, y ahora un edificio le cubre el panorama, pero igual Aguero lo busca y lo enfoca al majestuoso cerro, proponiendo nostalgia. Niños juegan propios de su edad, ven una película de Chaplin y ríen felices, hermosos e inocentes. Aguero busca indagar y conocer a todos sus vecinos, los enumera por su respectivo piso y va comentando de ellos, así como sale en busca de personas entrañables que trabajan cerca de su casa o menciona a otros que ya han muerto, como un hombre del tipo dandy que señala lo recuerda bastante por su parecido a Peter O'Toole. Por todo el filme se convierte en una obra interesante. Toda ésta gente es atractiva, desde la mayor normalidad y sencillez. Un zapatero, un panadero, una costurera, todos gente humilde, pero atractiva de ver y conocer por el documental presente. La cámara se posa en simples transeúntes también, que pasan por la calle, y algunos de ellos hasta parecen actores de cine actuando para la película que vemos, pero son ellos mismos, sin darse cuenta de la potente imagen que recoge la obra de Aguero. Algunos otros saben de la cámara y se prestan a un poco de artificio, como el hombre que toca la puerta y lo recibe la cámara subjetiva de la presencia de Aguero, pero el concepto queda muy bien, las personas muestran naturalidad y tranquilidad, el hombre habla un poco simplemente de sí mismo. Otro artificio son las cartas que escribe el director chileno a una cineasta, joven y aprendiz, en tono de anécdota y de contarlo como un diario personal. Se puede entender un cierto amor platónico con éstas cartas. Ésta película ganó el máximo premio en el FID Marseille 2019, un festival chico, dedicado al documental, que los más hardcore aman.