domingo, 1 de junio de 2025

Welt am Draht


Ésta es una miniserie de 2 episodios y en total dura 3 horas 30 minutos. Es como si viéramos dos películas de promedio de tiempo (1 h. 40 min.). Una que continua en la siguiente. La dirige el alemán Rainer Werner Fassbinder. Adapta la destacada novela de ciencia ficción Simulacron 3, publicada en 1964, perteneciente al americano Daniel Francis Galouye. Es una obra muy interesante. Solemos pensar a los robots o las máquinas con alguna corporalidad, pero aquí se habla de la Inteligencia artificial y a estos robots como simplemente consciencia, percepción o pensamiento propio. Visto desde la filosofía, así mismo se inserta el ser humano en el mundo, puesto que el mundo es nuestra mente pensando en lo que nos circunda, es decir la realidad es nuestro pensamiento. Todo esto es parte de éste gran trabajo. La inteligencia artificial se proyecta como un pensamiento autónomo, pero aquí las máquinas no sojuzgan al hombre, es el hombre, el Dios que crea la inteligencia artificial, quien es el todopoderoso y muchas veces no tan bondadoso o justo. El retrato que vemos es como será Blade Runner (1982, que adapta obra de 1968 del gran Philip K. Dick) en cierta forma, las máquinas o la inteligencia artificial quieren ser como el ser humano, atrapados en sus designios, y esto consiste más que en una idea de sentido existencial o tener emociones –que las tienen- en obtener la libertad. Bajo ese planteamiento se trabaja con mundos simulados o virtuales, programas de computadora autónomos, pequeños mundos artificiales igualitos al del planeta. El hijo del hombre, la inteligencia artificial, emula al Dios-hombre, su imaginación no llega a tener limites. Repite patrones, descubre e inventa cosas. A esa vera se implica el thriller político, el thriller de la locura, propio de los 70s. Por un lado, tenemos a los empresarios codiciosos –aunque de manera bastante abierta- que quieren sacar ventaja del futurismo y por otro la subyugación de un mundo tipo 1984, pero aquí se trabaja la experimentación, el juego, la vanidad, humanas. La ciencia idealista está representada por los inventores del Simulacron 3, ellos son los héroes –simples personas o individuos finalmente; quienes hasta llegan a autopercibirse como la nada misma- que no pueden con el poder todopoderoso de los líderes de la humanidad, los dueños del planeta, que es algo gaseoso, indeterminado. En éste caso la inteligencia artificial tiene un halo de pequeñez, de “ordinario”, no obstante, de mucho potencial. Matrix (1999) bebe de aquí, además de que en la presente yace el espíritu de lo que será Blade Runner. La miniserie de Fassbinder es sólida de principio a fin, tratamos con una de sus mejores obras de su carrera. Lleva su impronta, pero sin exageraciones, hombres de color musculosos espolvoreados por aquí y por allá y mujeres guapas con pintas bastante liberales y promiscuas, fiestas de sutil lujuria, una cierta vulgaridad de clase alta cuando se sale de juerga. Es un sci-fi que no necesita de mucho artilugio extravagante en lo visual, todo se ve reconocible y así lleva total verosimilitud del mundo que propone, que sería levemente futurista en lo visual, pero lleno de ideas científicas y filosóficas, lleno de avanzada tecnológica racionalizada. Es una propuesta que seguramente desconcertó a muchas personas, pero que por ratos Fassbinder se encarga de explicar de manera sencilla y abierta en su narrativa, sino todo resultaría muy arduo de comprender para la época. Se pueden entender las manipulaciones de un programa de computadora y se mencionan hasta especies de clones. Lo importante aquí no es el cuerpo, aun cuando Fassbinder suele ser en su filmografía muy carnal, sensual, erótico en cierta manera, sino la mente, ser pensamiento, ser consciencia. Es una realización que mezcla lo intelectual con la acción y la adrenalina del thriller político setentero. Galouye se ve que fue un apasionado de la ciencia y un tipo muy creativo e inteligente. Aquí la ciencia convierte al hombre en un ente excepcional, la ciencia rompe toda naturaleza, rompe cualquier límite, es un canto a la inteligencia humana, aunque también habla de nuestra imperfección en cuanto al gran poder que representa, a caer en no ser idealista con ésta. La miniserie habla de la importancia de los idealismos, de vencer el narcisismo y el abuso del poder. Mal de muchos líderes, obtener poder y quedar obnubilado con éste, dejar de tener los pies en la tierra. Llamémosle, pensar en pos de todos. Es decirle a Dios que nos ame. Es decirle al hombre que ame a su prójimo. Es sentir empatía por lo que está bajo nosotros. El relato también es finalmente una historia de amor, de hallar a esa persona especial, capaz de salvarnos del peso del mundo. Aparece como cameo Eddie Constantine que inmeditamente nos hace pensar en Lemmy Caution y un pequeño homenaje a Jean-Luc Godard. Muy bien Klaus Lowitsch, en el papel de su vida, sumamente competente. Le da mucha identidad a ésta obra. Se la otorga el propio Fassbinder que de protagonista construye a un tipo de seductor –de 36 años; en varias facetas-, un sujeto típico del cine de acción, alguien quien de paso se le percibe muy alemán, aunque de poco tamaño de estatura. Sus escapes a pie y saltos son muy cinematográficos. Así como manejar un hermoso chevrolet corvette.