sábado, 7 de junio de 2025

Las cinéphilas


Las cinéphilas (2017) es la ópera prima de la argentina María Álvarez. El documental sigue a 6 mujeres, 5 en realidad de las que profundiza. 2 de Uruguay, 2 de Argentina y 2 de España. Son viejas jubiladas y que yacen solas, son mayormente viudas, hay una que nunca contrajo matrimonio. Álvarez busca trabajar con el tema de la vejez y la soledad, a ratos se nota sus intenciones, como filmar a una viejita sentada con su andador que está esperando que la vengan a ver o recoger su cuidadora y está sola mientras la película le pone una musiquilla melancólica y se pone la cámara -zoom out ralentizado de paso- señalándole como alguien olvidado y triste, pero la viejita tiene cara como que está preguntándose: porqué detienen la cámara en mí, sin decirme nada. Hay algunos cineastas -felizmente son pocos y no muy conocidos- que quieren dársela de vivos con las personas que retratan, se ven por encima de ellos y a esa vera hay un público tonto que marca distancia de su propio reflejo, como que son otros los que están viendo ser puestos o expuestos en medio de cierta ambigüedad para no caer en ser perversos o mostrar cuanto hambre uno tiene de gloria por encima de la humanidad o empatía real de quienes utilizan oportunistamente, como si habláramos de aquellos periodistas capaces de todo por la gran noticia, que quieren filmar algo picante sin pensar en realidad en nada en la propia vida que recogen. El documental de Álvarez busca ser tierno con éstas viejitas solitarias, que quieren contar de sus vidas. Muestran sus existencias frontalmente. En su soledad y con mucho tiempo libre han encontrado en el cine un lugar o sentido para hallar o descubrir alegrías, felicidad, aventuras, llenar sus vidas. Una de ellas manifiesta como que le dicen que se le ve muy obsesiva, que porqué no para y ella responde que para qué va a parar, de hacerlo qué va ser de ella, de su sentido, como de su tiempo ocupado entretenido. Reza una frase que expresa que la humanidad no tiene ningún sentido en realidad, pero en su esencia el ser humano -cada uno, desde su individualismo y lo hace tanto el de abajo como el de arriba- siempre crea o inventa uno para sí mismo. Otra cosa particular de cierto tipo de documental es que nos descubre que hay un argentino que le gusta sentirse por encima de los demás, de ser canchero con el resto, incluso se observa en gente de bajos recursos, mofarse un poco de los "otros" y de ahí viene eso de que se les señale de pedantes como idiosincrasia general. Claramente no son todos, no todos se creen más vivos de lo que en realidad son, y en todas partes del mundo existe algo. Es una critica general hacia una forma de documentar o hacer cine en general, sobre todo cuando no hay mucho presupuesto y se quiere algún tipo de idea original, un hit o quehacer de culto de bajo costo. Pero la gente merece respeto y sensibilidad, sobre todo si no son malas personas. En ese sentido si bien a Álvarez se le ve que quiere hacer una película que enternezca al público o que digan, ¡oh (suspiro), pobres viejitas!, con ellas se nota que quieren hablarle a la cámara, quieren hablar de sus vidas, cosa también que puede ser un boomerang, ¿por cierta celebridad (o unos minutos de gloria) qué se logra?, ¿a qué costo? La cámara seduce mucho a mucha gente. La uruguaya Lucia agradece que la filmen. Es quien justifica que se les documente. Dice que no tiene a nadie que la vaya a recordar, pero cuando vean la película la gente se preguntará ¿quién es esa vieja?, y de cierta manera se indagará en su paso por el mundo. Es decir, se le ha perennizado. Es gente común y corriente, como la mayor parte del planeta o finalmente todos, aun cuando nos tendemos a considerar superhombres o excepcionales, sólo que aman el cine -sin demasiadas vanidades, de manera tradicional y para uno mismo- y de eso va la propuesta, así igualmente de la vejez y la soledad, y de un motor de vida que no nos haga sentir vacíos. Lo que sería la búsqueda de momentos de felicidad cuando hemos dejado atrás seres y cosas queridas. En eso queda perfecto la mención del club de lectores de Proust, como del tiempo perdido, el tiempo que ya se fue y donde le pasamos revista a nuestras memorias, a lo que ya hemos vivido para continuar con lo que viene ahora. Es un momento donde por madurez nos visualizamos. El viaje no termina hasta que termina, es decir, la vida alberga espacios de felicidad y los lapsos de derrota son más psicológicos que otra cosa, si lo ves bien. El camino sigue. Ese es otro punto interesante, todo siempre expuesto con suma sencillez, puesto que  el presente es un documental muy sencillo, de los bastante amables. Y es que mucha gente célebre pasa a muy segundo plano cuando muere. Se diría -con respeto- que la muerte le resta importancia a todo el mundo. La vida siempre busca actualizarse, es actividad, es movimiento, es desarrollo, y lo que muere no sólo desaparece físicamente. Pensar en la trascendencia después de la muerte no debe quitarnos el sueño. No digo que hay que ser en todo promedio, o no aspirar a nada que vaya a ser historia, sino que hay que valorar mucho más el viaje, el trayecto. Hay que vivir, sentir, disfrutar, hacer y tranquilos. Una viejita (Norma) identifica la melancolía con tomar la sopa sola. Recuerda una película que se enfoca únicamente en el sonido que se hace en esa actividad, que busca recoger o plasmar un sentimiento, como el niño de cara al mar que voltea a mirar la cámara, el gran Jean-Pierre Léaud a los 14 años, en los 400 golpes (1959) de Truffaut -retratando su propia vida- que bien describe Lucia. Otra viejita yace en su cama echada meditabunda. Pero donde más gana el filme es cuando Paloma ríe de su propia locurilla o extravagancia, como cuando le manda cartas a su hijo casi a diario y se olvida de escribirle dentro. Ella es parte de un coro y, rodeada de gente, se le ve ahí contenta. Se menciona borrar nuestro rastro -que supone otro tipo de melancolía- con su marido, pero eso aunque puede sonar curioso como parte de éste filme tan sencillo no parece realmente importante, porque hay que buscar ser menos negativo, evitar melancolías (o malas poéticas) sin sentido, puesto que uno a veces se da ese matiz existencial, se asume en el drama. No digo que no haya cosas que nos molesten o nos hagan sentir mal, o que nos falte, pero como esa viejita (Estela) que se autodefine como cinéfila y no simple espectadora, tenemos que anclarnos a un motor o a varios. Debemos buscar algo que nos motive a levantarnos de la cama todos los días, puede ser alguien, o puede ser una actividad, crear o buscar una pasión, y aquí es el cine. Lucia habla muy bien, analiza sin mucho embrollo, de manera útil y reconfortante el séptimo arte. También se permite un poco de ironía y audacia con su propia vida al mencionar a Jeremy Irons.