jueves, 18 de agosto de 2022
The black phone
Dirige el americano Scott Derrickson, adapta el cuento homónimo
de Joe Hill, hijo de Stephen King. El guion es de Derrickson y de C. Robert
Cargill. Es un filme sobre un asesino en serie de niños ubicándose en un barrio
en particular, uno que puede ser cualquiera en el típico suburbio americano,
similar a donde se contextualiza It (2017) que en conjunto sirve de inspiración.
The Grabber (Ethan Hawke) es un secuestrador y asesino de niños, adolescentes.
Usa una máscara que hace pensar en las caracterizaciones de seres perversos
hechas por el maestro Lon Chaney, y a un demonio burlón que recuerda
ligeramente al Joker, también luce como un sátiro. El Grabber que hace Hawke
tiene un lado violento y otro algo amanerado o de ese disfuerzo del encantador
fingido o que se le hace complicado relacionarse. No obstante, ese ocultamiento
de quien es lo transforma en alguien más seguro y desquiciado en la
interacción, jugando al mago o embaucador, pero que pronto se descubre como una
bestia salvaje, un animal depredador. Yace siempre latente el borde, del cambio
de actitud, de un falso amigo a un ser brutal. La suya es una imagen funcional
en realidad, una imagen práctica de un monstruo, que con esa frase -y sistema
de castigo- del naughty boy puede
sugerir pederastia, en todo caso ahí está la posibilidad de interpretación,
siendo algo muy delicado de tratar. El filme en sí prefiere un quehacer algo
más infantil, más ligero, propio del entretenimiento. Predomina el uso de niños
cool con actos de violencia en ellos,
el ser alguien intimidador, aun siendo muy joven; asoma el bullying y como los
adolescentes enfrentan ésta situación. Todo el filme pasa por ésta lectura y
también incluye la de vivir con padres abusivos, es buscar soluciones directas
contra el abuso en los colegios (hay que pararse por uno mismo, dice el chico
latino karateka), y en los padres es más bien un tipo de miseria general que
sirve como reflexión. El protagonista, Finney (Mason Thames), es un muchacho
débil, común, que debe aprender a ser físico, a enfrentar en lo práctico la
violencia. Para ello cada adolescente desaparecido que ostenta ese aire cool o intimidador centro de la
propuesta (o ingenio o independencia) hará de maestro del protagonista para que
salga de esa cárcel simbólica que es la violencia, y literalmente, busque salir
de la casa del monstruo, donde se despliega el uso de la copia o los siameses,
como con esa sutil fusión de la personalidad con el hermano idiota, y luego por
la búsqueda de la policía. Un poco en todo es recurrir a lo primitivo y básico,
es un filme sencillo y directo al asunto, plagado de cosas simpáticas si se
quiere, muy en la onda de Stephen King, con cierto toque ñoño e inocente y
también empático, que bien ha aprendido Joe Hill, proponiendo admiración al
arte del progenitor y agregando la herencia de la potente imaginación. La
hermana menor, Gwen (Madeleine McGraw), tiene bastante injerencia, recuerda un
poco a El Resplandor (1980), a Danny Torrance, en su clarividencia o cierta
sobrenaturalidad, pero aquí se le pone mucho relajo, como quien no asume mucho
con ello (así mismo se puede ver con el padre alcohólico y abusador familiar).
La niña se pega a lo práctico también, y es parte de ese conjunto de violencia
de la propuesta, intimidación que se confunde con la defensa personal y tratar
de impresionar a la manada o al entorno escolar. La adolescente tiene su
simpatía, aunque se le sobredimensiona un poco para lo que en realidad aporta.
Los últimos 15 minutos del filme son realmente buenos, cuando se pone en
práctica todo el ejercicio con el teléfono negro, que pasa de lo fantasmal y
macabro a una especie de misión existencial tras trágica muerte, que puede
haberse inspirado en la magistral El Sexto Sentido (1999). El filme así mismo
posee una secuencia en la unión de varios planos, dimensiones y espaciotemporales
que es de una notable maestría. En ésta pasamos del literal teléfono negro, en
acción sobrenatural y fantasmal, a recrear el pasado y describir un personaje
–uno de los 5 mensajeros- y meter en ese mismo plano, al rato, convertido en una
dimensión onírica, a otro importante personaje, justificando su presencia, tras
el llamado de una frase que desnuda la esencia de éste mensajero, para volver a
la prisión mental y física.