lunes, 11 de julio de 2022

Flux Gourmet


Flux Gourmet (2022), del británico Peter Strickland es su película más personal y más extravagante, pero está muy lejos de ser la mejor de las suyas, y tampoco quiere serlo, sino es más una declaración de libertad y clamar ser un autor muy personal o quizá mayor, invocar que uno tiene un mundo muy propio y la voluntad de hacer arte a nuestro gusto y placer, es decir, en total libertad, para ello hace metacine, habla del propio mecanismo de hacer películas, y del cine en general, habla de ser un autor extraño en el cine también, aventurarse en cierta vanguardia quizá, pero al mismo tiempo satiriza ese mundo del cine, poniendo una Academia o Residencia de hacer películas, ilustrada en una casona de una mujer rica, una mecenas y productora, una amante del arte y de la misma extravagancia. Ésta productora representa la élite, la aristocracia, o la disque mente superior, pero en ello hay una mujer mimada, muy engreída y caprichosa también; ésta especie de productora aristocrática es Jan Stevens (Gwendoline Christie). Igual de engreída y caprichosa y artista en estado de gran identidad y trascendencia personal es la directora de las raras performances que auspicia Jan, Elle (la rumana y fetiche del director, Fatma Mohamed, que aparece en todas sus películas y lo hace bastante bien dígase de paso). Elle representa la idea del director de cine, pero la ironía de Strickland vuela alto, refleja más, refleja cualquier tipo de artista en pos de clamarse un genio con estilo, un verdadero artista. Elle comparte escenario y performances con 2 ayudantes, Billy (el británico Asa Butterfield, el del filme Hugo Cabret que actualmente tiene 25 años de edad y hace de un chico un poquito marginal) y Lamina (la siempre curiosa Ariane Labed, fetiche del cine de su esposo real Yorgos Lanthimos), que parecen sus súbditos, que ella los ha adoptado como su familia bajo su yugo (y genialidad digamos); ellos son los técnicos, los que manejan lo electrónico o digamos que los que hacen las películas, los sonidistas o editores de sonido por ejemplo, que eso literalmente son aquí, le ponen sonido u oyen o hacen a la comida hablar, es decir ésta extravagancia genera las performances distintas, esto es el arte en sí (y desde luego se une lo visual o lo estético, como por ejemplo mundos asépticos como hospitales o salas psiquiátricas, o ver la imitación performativa de como se mata a un cerdo). Las performances escogidas para éste tiempo en la Residencia, Productora, Academia y Espectáculo en vivo es justo toda la película, que siguen un camino "impensado", pero éste camino tiene un sentido finalmente, y lo representa el periodista encargado de grabar cada proyecto y entrevistar a los artistas, Stones (el griego Makis Papadimitriou), que sufre de gases, sufre en toda la palabra por ello, no solo porque se habla de que hasta puede enfermar y morir por ello (y le harán en vivo hasta una colonoscopia que es también otra performance), sino porque le crea tremenda vergüenza y lo hace sentirse menos que todos los participantes y personajes de la Residencia, ironías y obviedades aparte. Las performances de Elle mezclan sonido electrónico, cuando Strickland siempre ha trabajo en su cine con el sonido creando personalidad propia, con la comida gourmet (agrega esto), asistiendo con el filme a un plato de Delicatessen artístico, pero también invocará el misticismo del séptimo arte, su cualidad de sanación que es nuestro trayecto narrativo y búsqueda, que es otra forma curiosa de representar lo que en realidad es la introspección del cine, la reflexión, meditación y/o la intelectualización. A Strickland le va mejor la comedia arty e intelectual -una de esas películas que se hacen una vez en la vida- que a Ingmar Bergman, lo cual aunque no es un tipo de película que tenga fácilmente cautivar al público o a mucha gente y ser denominada obra maestra no le ha salido tan mal, pero es lo que es. De paso La Residencia al tener de show extravagante en vivo con un pequeño público selecto asistente -con performances escatológicas incluidas, y Strickland puede no ser siempre muy sutil, como con el olor de una vagina para manipular a un muchacho- hace recordar a la última película de David Cronenberg, Crimes of the future (2022). Tenemos enfrente un reparto de actores no muy populares o conocidos, pero yacen perfectos en su elección y entrega arty, como con el Doctor que hace el actor británico ya mayor Richard Bremmer que está en grado notable de supurar ironías en particular.