Estamos ante una de las mejores películas de terror de Larry
Cohen y una de las más interesantes del género, con una película intrincada y
extravagante. Un detective de policía llamado Peter J. Nicholas (Tony Lo Bianco)
investiga unos casos de tiroteos y masacres en New York por asesinos que dicen que
Dios les ordenó matar, como gente imbuida en una epifanía religiosa, cuando no
eran antes personas proclives a la violencia. Todo esto suena interesante de
arranque pero la cosa irá creciendo, poniéndose más alucinante.
El detective es muy católico, pero lleva una vida contraria al
dogma de su fe por una parte, tiene una amante y su esposa a la que tiene medio
abandonada lo sabe, pero no lo deja, lo consiente. Con éste tipo de vida igual
el detective siente mucho apego a la iglesia, por lo que al enterarse de que
los asesinos dicen que Dios los ha mandado a perpetrar masacres está muy
perturbado e interesado en resolver los casos. Pero efectivamente hay un dios
tras todo pero no es lógicamente el típico, entrando a formularse un argumento
bastante curioso.
La segunda parte da otro giro al filme, volviéndolo más imaginativo
y estrafalario, pero aun así tiene sentido para el observador. Tiene escenas místicas
de otro orden, habla de lo bíblico de forma pagana, dentro de un filme de reinvención
teológica. No necesariamente nos refiere al demonio pero si a un dios con otras
ideas. También el detective tiene un misterio con su adopción que pone al filme
en una mayor perspectiva, pero aun así sigue manteniendo el encanto y cierta
coherencia, cuando todo es muy radical y novedoso a un punto.
Esta propuesta tiene un muy buen argumento. Aunque
encasillarse en el demonio puede ser un poco cuadriculado si coincide algo con
el filme La Profecia (1976). El filme aunque habla de religión en realidad lo trastoca
todo a ese respecto haciendo algo muy libre y cósmico. Todo el filme es muy estrambótico,
pero a la vez muy humano, muy terrenal con el mal y la perversión humana en un
dios, con el sentido de la venganza y de la crueldad como camino u opción.
La película puede simplificarse en el demonio y todo fácil para
digerir, pero el filme da a pensar en algo más gaseoso y general, pero la
última línea de diálogo señala que el camino de lo correcto, de la fe, está por
encima de lo sobrenatural, y existe algo más, existe lo ideal, proponiendo a la
fe en lo cristiano y su palabra como la mejor vía de humanidad, de estabilidad,
por eso el detective se ciñe a esa línea, aunque con una sonrisa irónica. Ya no
en el sentido inicial de los hombres dominados, sino como forma de libertad.
El detective tiene que conocerse, aun con ese final. En un
momento se lo dicen, si sigues por ese sendero terminarás mal, pero el hombre
tiene que indagar, como policía y persona, lo da a entender lo que le cuenta de
los hijos su esposa a su amante, hay algo que debe cumplir. Toda esa fe suya tiene
que ver igualmente, tanto icono religioso y música celestial a diestra y
siniestra y las mencionadas confesiones de culpa. Todo lo que emparenta a la
estupenda Teniente corrupto (1992), en forma clásica.