En la taiga siberiana viven unos cazadores y sus extensas familias,
están llenos de hijos, viven bajo sus propias reglas, aislados en su propio
mundo. Para llegar hasta allá se necesita usar helicópteros, los mismos con los
que aparecen militares y su presencia molesta a estos pobladores que se sienten
invadidos en lo que llaman sus terrenos, sólo en éste caso se unen para planear
que hacer con éstas presencia intimidantes, llegan estos fuertemente armados. Pero
poco o nada pueden hacer frente al poder del gobierno que los ignora. El resto
del tiempo, en especial los Braguines, la familia con la que más se identifica el
director francés Clément Cogitore y vemos más en pantalla, hablan mal entre sí,
compiten entre ellos y marcan
distancias, inclusive hablan de llegar a haber violencia entre los distintos
habitantes.
La más impresionante escena de éste pequeño pero poderoso
documental de tan sólo 49 minutos de duración es cuando ante la cámara de
pronto haciendo su danza amenazante aparece un gran oso. El padre de la familia
protagonista, un hombre de larga barba y algunos dientes faltantes, que está junto
a su hijo, un muchacho, le pregunta al cámara a unos metros del fiero animal si
teme a los osos, la ironía es clara, cualquiera, desde luego, pero estos valientes
cazadores no. Carga su arma, apunta y da un primer disparo, acierta, el oso aún
se mueve, viene un segundo disparo, lo mata, no ha pasado nada, todo tranquilo
y en control.
Es una vida simple, de campo, pero emocionante para los que
vemos desde afuera, para ellos “rutinaria” (salvando los rumores de conflictos
internos; y los que les parecen invasores; la sombra de la violencia y la muerte),
algo cotidiano y repetitivo, como los tantos niños jugando en la orilla de los
ríos, observando como atraviesan el agua y vienen sus vecinos a visitarlos. En
los pequeños están las miradas y los silencios expectantes, inocentes, de
sorpresa. El padre protagonista, el héroe común de ésta película, sale en
lancha a motor a cazar aves. Pone el ojo, apunta, dispara, sólo necesita un disparo,
cae muerta al agua un ave. Vuelve a apuntar, suena un segundo disparo, cae otra
ave muerta al río, tiene una puntería asombrosa.
Los niños pelan patos, les quitan las plumas, jugando. Una
niña usa unas pantuflas únicas, de piel real de oso. No cometamos el error de
subestimar a estos pobladores, son sencillos, pero inteligentes, como ver al
hijo mayor de los Braguines manejar radios que ellos reparan, adaptan y reconstruyen.
Braguino (2017) es un documental de lo común de sus vidas, no fuerza nada, en
conjunto muestra elecciones interesantes y significativas de ésta vida rural,
aunque a veces oíamos conversaciones poco trascendentes y repetitivas. Para ser
un documental de cine arte minoritario tiene el tiempo preciso y muy buen
ritmo.