Marina Vidal (Daniela Vega) es un transexual que cantando en
un lugar enamora a un hombre de cierto estatus social y ya mayor,
Orlando (Francisco Reyes). Todo entre ellos es puro amor, muy normal, muy
tranquilo, conviven, hasta que Orlando de repente sufre un aneurisma cerebral y
muere. De ahí en adelante viene el vía crucis de Marina, cuando quiere
acompañar la misa y el entierro de Orlando, y los familiares de él no pueden
soportarlo.
Una Mujer Fantástica (2017), del chileno Sebastián Lelio, es
una película de homofobia y lucha por la aceptación de la opción sexual,
podríamos decir que es una película más del tema, pero la sensibilidad que
otorga Daniela Vega en el retrato de los guionistas -Sebastián Lelio y Gonzalo
Maza- es sublime. Hay indudablemente un toque efectista y manido en el asunto,
pero también elementos que hacen de Marina una mujer transexual interesante y empática.
Ella tiene un lado común, es mesera, pero también ama la lírica y tiene una
bella voz. Esta música refinada le da cierta dimensión al personaje.
El filme se mueve entre lo llano pero tiene de inteligente. Oscila entre
la redundancia de la temática y un toque de originalidad que otorga su
sensibilidad. Todo esto es propio de Daniela Vega, que salvo algunos momentos,
le da mucha figura a su personaje, como sí éste fuera casi ella misma, un ser
muy de carne y hueso. Hay momentos que me son placeres culpables, como aquel obvio
viento metafórico de su situación y ponerse a cantar como quien decide
liberarse del peso del rechazo por uno mismo, porque Marina en un momento acepta
cada insulto y humillación, lo cree normal, pero más tarde se da cuenta que no
es así, que nada justifica esa mirada homofóbica, y que más que una freak, es
una mujer fantástica.
Gloria (2013), el salto a la popularidad de Sebastián Lelio,
tiene mucho parecido con Una Mujer Fantástica, tiene 2 grandes actrices que
representan mucho para cada filme. Una algo experimentada Paulina García a la
que le llega la fama tarde, internacional; y una novel Daniela Vega que le
viene natural la actuación o, quizá mejor dicho aunque suene poético, el
personaje es lo que lleva en el alma. Y eso es lo que trasmite en cada escena, superando
algunos momentos nada sutiles y nada iluminados como cuando es atacada por los parientes.
Lo que está muy bien, que aporta bastante, es ese toque a
realismo mágico y a misterio fantasmal que tiene la propuesta, ese aire de la
muerte cada cierto rato, como algo positivo en la superación y trascendencia de
la protagonista con quien es, el espíritu que la ama, la reconoce tal cual y la
guía hacia la conjunción del adiós que está fuertemente emparentado con su
opción sexual. La muerte termina siendo algo paradójicamente constructivo,
cuando en (lógica) primera instancia suena tan destructiva y aparentemente deja
desamparada a Marina. Puede no ser el mensaje que más nos guste, que nos suena también
superficial, la muerte nunca será algo fácil de aceptar ni de admirar ni buscar,
pero es un mensaje y uso no tantas veces frecuentado, o no tan bien justificado,
y no se puede negar el alcance que otorga al producto.
Todo llega por medio de un cine amable, que a veces le cobra
altura, pero le suple su sensibilidad, creer el sufrimiento de Marina, sentir
que tuvo algo único y que esto la salvará de tener un mundo horrible.