Por una parte el filme presente, debut promisorio en la
dirección del actor americano Brady Corbet, se presenta como una película de
terror, y lo veo muy leve en ese aspecto, la atmósfera no llega nunca a ser terrorífica
(su valía será otra), por más que el niño protagonista invoca a The omen (1976).
Prescott (Tom Sweet) es un niño engreído de buena familia que es sumamente malcriado,
las razones de sus reacciones son muy poco definidas, de un momento a otro
empieza a tirarle piedras a los compañeritos del coro de la iglesia, el filme
se divide en 3 berrinches y un epilogo, éste es su primer berrinche, lo cual se
quiere emparentar con algo oscuro. Prescott es el hijo de un estricto diplomático
americano (Liam Cunningham) que se ha mudado recién a Francia para preparar el
Tratado de Versalles.
El filme de Corbet pretende hablarnos como lo hacía Michael
Haneke en la magnífica La cinta blanca (2009) soterradamente de la semilla del mal,
del nacimiento de los nazis, del fascismo, de los dictadores, cómo se van
gestando desde niños. Prescott lo refiere con su comportamiento violento y
rebelde. Golpea a su madre y le toca un (provocador) seno a su profesora de francés
(Stacy Martin), lo del seno no sin antes sentir como los animales el olor del
sexo, lo hace instintivamente, y le cae una reprimenda. En su hogar su madre (Bérénice
Bejo) es una mujer fría y distante con él, rígida, que no duda en generarle un
panorama desagradable creyendo que lo alecciona, lo corrige, como botar a su querida
nana por engreírle a sus espaldas. Prescott tiene carácter, se enfrenta a sus
padres, pero estos reaccionan con la misma violencia.
El filme trabaja con ese ambiente, el de la lucha entre los
padres y el pequeño, al que suelen confundir con mujer por su cabello largo y
fastidiarlo (aquí se esconde el magma de sus reacciones, que no llegan a especificarse,
los padres tampoco se dignan a indagar como es debido, el padre está muy
ocupado, la madre simplemente es una esnob, y Prescott se manifiesta hermético y
siempre independiente y autosuficiente, aun a su tan corta edad). Prescott tiene
mucha inteligencia (no obstante surge temperamental), encaja perfectamente con
la imagen del título, la de un líder, puede que sea algo inexplicable (un
estudio de psicología y educación) y tiene un ego atroz, el mismo que le
ocasiona tantas fricciones y desencuentros con padres poco entregados a
tratarlo con sabiduría, solo aplican la vieja y rancia disciplina.
En un ambiente gótico The Childhood of a Leader plantea ver cuán lejos llega ésta disputa, cuan peligroso puede convertirse el niño en las manos poco gráciles, torpes, de sus padres. La trama no tiene todo el efecto posible, pero es deliberado, prefiere ser una propuesta sutil. Al final llega un giro y mueve nuestra perspectiva, las imágenes que tantas veces construimos nos engañan. Un recurso audaz nos enseña a perdernos un poco de las expectativas. El mal en realidad puede venir de donde menos pensamos, nuestras previsiones pueden ser inútiles.