Marty Jackitansky (Joshua Burge) es un estafador de poca
monta, engaña al sistema –del que reniega- siempre que puede, a cambio de pequeños
montos, pero este es su medio de vida prácticamente porque es un slacker en
realidad, aunque trabaja de empleado de un banco, donde suele evitar todo
esfuerzo. Su mayor estafa es usar cheques cambiados de nombre. Un día se siente
a puertas de ser atrapado (por un comentario), entra en paranoia y decide
escapar. Primero se esconde en el sótano de un compañero de trabajo, de Derek (el
mismo director del filme, Joel Potrykus), y junto a él en su estancia saca todo
su lado infantil, lo que lo persigue, hasta haber diseñado un guante igual al
de Freddy Krueger con un aparato del Nintendo. Luego decide esconderse en la
parte poco agraciada de Detroit y surgen más aventuras.
Marty y Derek son perdedores y algo patéticos, por lo que
Marty aun con tanto defecto a cuestas por otra parte se hace entrañable o uno
siente conmiseración hacia su persona. Tal es el caso empático de adorar las
películas de A Nightmare on Elm Street y verlas en pósters por todas partes de
su casa. Marty es un fan del cine de terror y del heavy metal. De todas formas
Marty es un desadaptado y tiene arranques de ira, esto crecerá y llegará a convertirlo
en alguien peligroso. Marty también no se guarda nada, es muy libre en todo
sentido, sumado a su inmadurez, que tiene de graciosa, simpática y de ridícula.
En un momento se tira vestido con una bata de baño blanca a la cama de un hotel
a comer espaguetis y se ensucia como un niño. Por la calle es todo un freak,
suele usar máscaras de Halloween.
El filme expone a una América con gente que no puede ni se
esfuerza –quizá por derrotista- en surgir en la vida. Aunque a su esencia se le señala
de culpable, por lo infantil, lo abandonado, lo solitario y metidos en sí que
están, y hasta medio locos, distanciados un poco de la realidad, si uno se pone
en su pensamiento sería porque el sistema sanguijuelea al pueblo y ser slacker
es la respuesta antisistema. El filme de Joel Potrykus muestra crítica social
en un empaque de bajo presupuesto, y fabrica una propuesta contundente. También
es divertido verla y no sólo por su humor negro, pensemos en los juegos entre
Derek y Marty, quienes actúan libremente, como con la competencia de comer el
máximo de snacks del tipo de los doritos sin usar las manos. Buzzard es una
película inteligente, como que además tiene para convertirse en una película memorable del séptimo arte.