El rey de los belgas visita Estambul, Turquía, y al
escuchar que una región de su país, Wallonia, que es la mayor extensión del
territorio belga, se ha separado e independizado de Bélgica, decide volver al
país y enfrentar la situación, salvar la existencia de Bélgica, sin embargo un
problema climático, una tormenta solar, le impide el retorno habitual, no hay
vuelo alguno con este clima, y para peor la seguridad turca le restringe el
retorno por protegerlo. Nicolas III (Peter Van den Begin) participa además de
las reuniones turcas de un documental de propaganda para su figura, del
británico Duncan Lloyd, y éste le propone irse, “escaparse”, en un ómnibus de
unos músicos folclóricos búlgaros, el rey acepta, y es cuando junto a tres miembros
de su administración que emprenden el viaje de retorno en la presente road
movie, comedia y mockumentary.
King of the belgians es una película muy ligera con un
sentido del humor híper suave, a ratos ni se percibe y es más una historia
llevadera, mínima, puede que hasta nos produzca cierta desidia tanta
simplicidad, no obstante tiene un toque benigno que puede ser agradable, desde
el punto de vista que se le vea. El rey atraviesa los Balcanes, a los que un
asesor denomina de conflictivos, como quien teme que algo peligroso pueda
suceder, igualmente se escuchan comentarios políticos en tono leve sobre la
integración de Turquía a la Unión Europea.
El filme tiene demasiado de sutil y ligero que su cuota política
puede hasta pasar por desapercibida, y verlo como un simple filme de pequeñas aventuras,
ver al mismo rey de los belgas atravesando la vida llana, y discutir la
necesidad y sentido de la monarquía de paso de manera apacible (quizá nos esté
diciendo la película, medio sin querer, que su presencia es totalmente irrelevante),
mediante un ordinario viaje por carretera, hasta llegar a querer cruzar en un
pequeño bote a motor el territorio balcánico y caer en una Albania que parece algo
bárbara y no brinda un trato especial. Nicolas III es la humildad, candor y
simpatía en persona, y más parece uno más del grupo, no presenta ningún tipo de
distinción, puede ser hasta ya demasiado común y sernos indiferente, o quizá tanta
normalidad pase por propagandística. Falta malicia, sea en su persona o hacía
él. La propuesta de Peter Brosens y Jessica Woodworth es un relajo total, no
existen estridencias ni espectáculo, su trama es la austeridad amable en pleno
ejercicio.