sábado, 11 de marzo de 2017

King of the Belgians

El rey de los belgas visita Estambul, Turquía, y al escuchar que una región de su país, Wallonia, que es la mayor extensión del territorio belga, se ha separado e independizado de Bélgica, decide volver al país y enfrentar la situación, salvar la existencia de Bélgica, sin embargo un problema climático, una tormenta solar, le impide el retorno habitual, no hay vuelo alguno con este clima, y para peor la seguridad turca le restringe el retorno por protegerlo. Nicolas III (Peter Van den Begin) participa además de las reuniones turcas de un documental de propaganda para su figura, del británico Duncan Lloyd, y éste le propone irse, “escaparse”, en un ómnibus de unos músicos folclóricos búlgaros, el rey acepta, y es cuando junto a tres miembros de su administración que emprenden el viaje de retorno en la presente road movie, comedia y mockumentary.

King of the belgians es una película muy ligera con un sentido del humor híper suave, a ratos ni se percibe y es más una historia llevadera, mínima, puede que hasta nos produzca cierta desidia tanta simplicidad, no obstante tiene un toque benigno que puede ser agradable, desde el punto de vista que se le vea. El rey atraviesa los Balcanes, a los que un asesor denomina de conflictivos, como quien teme que algo peligroso pueda suceder, igualmente se escuchan comentarios políticos en tono leve sobre la integración de Turquía a la Unión Europea.

El filme tiene demasiado de sutil y ligero que su cuota política puede hasta pasar por desapercibida, y verlo como un simple filme de pequeñas aventuras, ver al mismo rey de los belgas atravesando la vida llana, y discutir la necesidad y sentido de la monarquía de paso de manera apacible (quizá nos esté diciendo la película, medio sin querer, que su presencia es totalmente irrelevante), mediante un ordinario viaje por carretera, hasta llegar a querer cruzar en un pequeño bote a motor el territorio balcánico y caer en una Albania que parece algo bárbara y no brinda un trato especial. Nicolas III es la humildad, candor y simpatía en persona, y más parece uno más del grupo, no presenta ningún tipo de distinción, puede ser hasta ya demasiado común y sernos indiferente, o quizá tanta normalidad pase por propagandística. Falta malicia, sea en su persona o hacía él. La propuesta de Peter Brosens y Jessica Woodworth es un relajo total, no existen estridencias ni espectáculo, su trama es la austeridad amable en pleno ejercicio.