El último largometraje de ficción de Jim Jarmusch nos
muestra la vida de un conductor de ómnibus vista durante una semana, Paterson (Adam
Driver), que en su tiempo libre es poeta, aunque aún inédito, tomando en cuenta
que de alguna forma todos en la ciudad, Paterson, New Jersey, son poetas. Sobrevuela
la filosofía y figura poética de William Carlos Williams, tan compenetrada con
la ciudad, a quien el protagonista admira, es su poeta favorito.
Paterson vive con su esposa Laura (Golshifteh Farahani) y su
perro bulldog Marvin. Ella quiere convertirse en algún tipo de artista, ser una
mujer exitosa y popular, para eso trata de aprender a tocar guitarra, o todo lo
quiere transformar en arte en su casa, todo lo pinta o lo adorna a su gusto, un
tanto impresentable. Quiere tener un negocio de postres también. Laura es una
mujer simpática como persona, una buena pareja, su deseo de arreglarlo todo no es
molesto, es tierno, como su sueño de éxito es expuesto de manera naif, y
Paterson lo vive y siente así, por lo que nunca discuten por su mal gusto, o su
deseo de rediseñarlo todo, ni por algún pedido costoso.
Paterson tiene una vida monótona, pero feliz, se levanta de
la cama, come cereal, habla con su mujer, escribe algo en tono muy natural (en cuanto
puede, y vemos las letras en pantalla), camina hacia el trabajo, otro empleado le
anota la salida del vehículo que tiene a cargo (uno de origen indio siempre quejumbroso
de su vida), sale con el ómnibus público a las calles, y en el trabajo escucha
algo al vuelo de los pasajeros, donde no hay vulgaridad, sino siempre gente de
a pie inteligente y noble, como el mismo Paterson, que bien lo llegan a
describir en un comentario como un chofer de ómnibus muy instruido, una
curiosidad quizá. A la noche saca al perro y va a tomarse una cerveza a un bar
cercano donde el viejo cantinero es un coleccionista de fotos de celebridades
de Paterson y aficionado al ajedrez. Regresa a su casa, y comparte
conversaciones con su mujer, los sueños y los muchos entusiasmos de ella, cuando
él es más tímido y discreto.
Paterson es un filme simpático, que nunca aburre, por más que
exhibe suma sencillez en todo sentido, y hay una construcción argumental y
narrativa de repetición, que varía en su exposición detallista, mostrando otros
ángulos de lo mismo. La idea general está muy clara, es la vida apacible y
común de un hombre cualquiera (aun cuando su relación amorosa contrasta
con los amores problemáticos de afuera y señala una química especial, sin ser
irreal), que con una vida humilde es pleno, la de la sencillez que tiene
belleza en sí, y que no es sólo un simple chofer, su mundo tiene la misma hermosura
que sus poemas, están hermanados, describen su existencia.
Cuando Paterson recibe el regalo del turista japonés es como
decir, tu vida es poesía, no dejes que tus problemas –u otros- te hagan cambiar
de pensamiento u olvidarlo, aunque el filme suene romántico, idílico e
idealista en general, y recibe un regalo aparentemente muy simple, pero cargado de
simbolismo (lo mismo que trasmite que aquel nipón viaje en pos de Paterson New
Jersey y William Carlos Williams), éste le dice (sin hablarlo directamente, Jarmusch tan sólo sugiere por varios elementos), haz poesía, escribe sobre tu
vida, y no es una ilusión complaciente ni conformista, únicamente una forma positiva
y optimista de ver y fomentar el mundo, celebrar a nuestros congéneres, igual a las
cosas pequeñas, apreciar donde otros minimizan, agradecer el amor, el hogar, el
arte, los sueños, querer y poder vivir tranquilo con uno mismo, porque creer en
la poesía de nuestro mundo siempre será saludable, y los límites los pone uno.