martes, 9 de mayo de 2023
El escapulario
Éste filme del mexicano Servando González entra en el género del terror y la fantasía. Es la historia de 4 hermanos y su madre en relación a un escapulario particular, éste escapulario hace que uno esté cuidado, protegido de todo mal, hasta lo fantástico, vence cualquier forma de peligro, incluso evita la muerte. Pero estos 4 hermanos siempre están tentando la muerte, yacen en perenne peligro. Es la época de la revolución mexicana y sus reminiscencias. Está contado linealmente, pero mezcla 5 historias de terror y fantasía, incluida la de la madre que es el eje que une como introducción, guía y colofón. Un cura, el Padre Andrés (Enrique Aguilar), va al lecho de muerte de una mujer mayor. Ella le habla de un escapulario mágico, sin decir que es mágico, sino aludiendo a Dios, pero de manera sobrenatural indirectamente. Es entonces que le empieza a contar de su hijos y su relación con el escapulario. Son historias muy interesantes, muy atrapantes, muy entretenidas y muy bien contadas, además maneja mucha arte con el uso del cine y las tomas y secuencias. Ahí tenemos varias escenas y secuencias muy artísticas y magistrales. Empiezo con una. Partimos de la imagen del plano medio de una hermosa mujer deseada por uno de los hijos, por Pedro (Enrique Lizalde). Se ven las delicadas manos femeninas que manipulan un rosario. Camina la chica bella, sonriente, el fondo yace desenfocado. Ella es el centro de toda atención. De repente la cámara se mueve con velocidad
hacia un lado, como efecto para meter una nueva imagen (una nueva toma), hacia el
organillero que sonríe cómplice (él avisa al galán, a Pedro, de la presencia de la dama
deseada). Sube la toma hacia el reloj de la iglesia, aparece un zoom out y entra en la imagen el galán
desde la esquina frontal. Mira a la mujer, hay un coqueteo, una mirada romántica. Se ve
tras el zoom out a ella entrando a la panorámica, pasando. Él se halla enfrente de la toma
mirando, ella se va, él camina y entra al cuadro un tipo al moverse el encuadre
hacia la izquierda. Es un chismoso, que se gana con el pase. Se retira el galán,
queda el mirón apoyado en el muro. Corte, cambio de toma, entra toma expresiva del
mirón quejándose, contando el chisme, con gran expresión de sobreexcitación. Menciono otra gran secuencia artística, puro cine, del mismo relato de terror, el enamoramiento de un hombre humilde, pero valiente y bien parecido, y emprendedor, de una mujer muy bella, sofisticada, elegante y rica, vigilada por un tío buitre. Tenemos la cámara estática, una postura visual de privilegio, enfocada la cámara en mirar el fondo. El paisaje es una iglesia, a lo lejos. Entra “de pronto” –tras el sonido de las ruedas- en la mira
de la cámara, desde el lateral, como pegado a la cámara, bastante cerca de la
cámara, un carruaje. Queda colocado todo para el detalle de los pies que
descienden del carro, es el tío criminal y la doncella deslumbrante. Es la mujer deseada y el que parece su marido, se comporta como tal, aunque el interés es otro, y él también. Empiezan a
alejarse hacia el fondo donde está la iglesia, se van haciendo pequeños. La
cámara nunca se mueve, todo es una hermosa secuencia especialmente acomodada de la llegada y entrada a la
iglesia. Así mismo, de la misma manera, tenemos dos persecuciones maravillosas. Presenciamos el cambio (repetidas veces) del encuadre de un hombre y otro corriendo, uno siguiendo a otro que intenta escapar, asustado, nervioso, siguiendo el mismo fondo, así, uno detrás de otro, por los mismos lugares y prácticamente las mismas tomas de fondo que generan una gran percepción de continuidad, al tiempo que se maneja velocidad visual. Entonces vemos distancia, seguimiento de la misma persecución de atrás hacia adelante y entra un zoom out, salta la sorpresa, aparece -abrazándole- el tipo seguido, detenido con un filoso y gigante cuchillo de cocina en la toma, una toma frontal que ocupa casi todo el encuadre. El escapulario pasará de una mano a la otra como quien pasa la posta de una historia a otra, si bien yacen perfectamente fusionadas en conjunto, dentro de una unificación narrativa ejemplar, como quien puede leer por separado y al mismo tiempo todo en una sola historia. La otra persecución es la mejor (momento top del filme y del cine mexicano en general), la persecución del primer hermano, de Julián (Carlos Cardán), por los soldados con fusiles antiguos. Ésta es una clase maestra de séptimo arte. Los cambios de la toma y el ritmo excepcional que se maneja -en medio de los disparos y el zigzag- generan harto impacto y entusiasmo como relato. Lo que viene después, ese realismo -frialdad- de los fusiladores y ese aspecto mágico del escapulario y el ajusticiamiento extrajudicial es hedonismo al cuadrado. El preámbulo -las palabras del soldado y cuidador- antes de la huida también es magistral, emocionante, proponiendo un toque popular bastante bueno. Es así que surgen contraposiciones, contrastes de discursos. El filme está lleno de ellos, puntos de vista encontrados, y también mucha tensión, propio de la época revolucionaria, tan bien dibujada en aquellos ahorcados que penden de árboles en medio del campo. La historia de fantasmas con el viajero muerto encaminados a la farsa del tío es tremendo folclore mexicano y latino, un clásico. El escapulario le da vida a los muertos, vence las reglas naturales de la muerte. Es un amuleto para la suerte, una suerte real, tangible. Hay muchos momentos sólidos de terror, la historia del propio cura no se queda atrás, plasma muy bien el cuento tradicional y la leyenda.
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