Titulo
basado en el conocido libro Robinson Crusoe, que parece aludir a la soledad y
el aislamiento. La propuesta trata de cartas virtuales –recibidas los viernes,
complementadas con el propio análisis de cada autor y luego el ajeno- entre el mítico Jean
Luc Godard y el director iraní Ebrahim Golestan. Dirige la iraní Mitra Farahani.
Farahani yace en persona hablando con Golestan, a quien conoce muy bien, han
trabajado y trabajan juntos, como en la restauración y promoción del celebrado
y legendario corto The house is black (1962), de Forugh Farrokhzad, quien
muriera joven, en los tempranos 30. The
house is black muestra una comunidad de leprosos en Irán, es un retrato duro de
ver, muy realista, pero que manifiesta humanidad, ya que la lepra está muy
vinculada a la pobreza, y no solo es un retrato humanista, sino de cine social.
Farahani también yace como voz en off; hace de pequeño tercer puntal en la
propuesta hablando mucho de los pensamientos y vida de Beethoven. Godard yace
con un camarógrafo en su casa, y así se mueve –en su cotidianidad; o como él
diría, en la rutina- mientras va hablando. Godard es extremadamente pesimista,
habla del suicidio y su disertación –que haría realidad un setiembre del 2022-
es contundente, aun cuando hace del malo de la película, pues a nadie le gusta
pegarla de pesimista u aplaudir pesimistas, ni criticar la existencia de manera
tan apasionada, tan emotiva, pero también es porque Godard no gusta de su
longevidad (tenía como 90 años), se siente ya muy cansado, como quien ya lo
ganó y probó todo; ya tuvo hermosas mujeres llenas de personalidad también,
cuando parece faltarle el amor, y vérsele solitario. No obstante se menciona
que hoy en día tiene una compañera intelectual, pero a él siempre se le ve
solo. Godard luce un poco freak, habla mucho de melancolía, de que el mundo no
mejora a pesar de que muchos sufren (parafrasea a Canetti). Señala incluso la
existencia de un Dios perverso desde la famosa pintura de Goya, de Saturno
comiéndose a uno de sus hijos. Golestan es el total opuesto, un tipo lleno de
optimismo. Tiene una esposa también que lo
mantiene con los pies sobre la tierra, que lo hace humilde, pues está más
preocupada de las cosas del hogar que cualquier acto de celebridad y
trascendencia. Él dice que ella hace mucho ruido siempre, pero no duda en
preguntarle qué opina de las cartas cripticas de Godard y a ella no parece
importarle mucho. Golestan es sólido en su optimismo, aun cuando pasa los 90 años
y, como es normal, se enferma por la edad en particular. Vive en Inglaterra
desde mediados de los 70s y es un hombre que vive bien. Godard se ve sencillo
económicamente (por decisión propia), incluso al final del filme vemos una
especie de declaración de quien es actualmente, mostrándose,
en la escena, rudo y campechano (aunque denota mucho ser bastante culto), al
servirse detalladamente un trago y bebérselo frente a la cámara, cómo despedida,
que confirma ya muy cansado y en parte gruñón, pues es un tipo difícil,
complejo, no demasiado empático, pero siempre coherente consigo mismo. Golestan
lo admira, admira su grandeza en el cine, que haya hecho del cine un lugar más
bello y una fuente para pensar, sin ser complicado de seguir, pues su mejor
cine no es complicado de entender. Godard ahora, el último Godard, es más
complicado de comprender en el cine; se ve así en su filme Adiós al lenguaje (2014),
y se le parecen sus cartas virtuales. Pero Golestan medio que le entiende, lo
compara con el Finnegans Wake, expresando que para pensar y coger ese libro hay
que ser poliglota y manejar muchas significaciones, mitología, latín, etc.
Godard se ha vuelto más difícil de lo habitual, pero su genio es indiscutible.
En la presente obra se le ve más humano, más emotivo, puede que todo hable de
un ser muy sensible y por acá particularmente, aunque también inteligente.
Golestan es más fácil de sobrellevar en todo sentido, y aunque práctico y a
ratos fácil, es un contrincante decente para enfrentar a éste coloso del
intelecto que es Godard, aun cuando yace en una etapa de terrible pesimismo
existencial. El filme es interesante para cotejar los distintos estados de la
edad, de la vejez, y las 2 caras del ser en general. Es el combate intelectual entre
pesimismo vs optimismo y enfrentar el mundo; éste mundo que es como Godard
dice, pero también como Golestan lo afronta. Frente a la pregunta, ¿cómo vivo
entonces si el mundo es como menciona Godard?, Golestan alude la ópera La
bohemia y ser millonario en espíritu, en ser fuerte y buscar esos rayos de luz
como cuando Godard juega con un gato callejero. Godard es implacable, pero
Golestan lo hace bastante bien, no hay una buena pelea sin un buen contrincante
y aunque Golestan juega un poco a Rocky, está bastante decente. Godard dice que
la gente se consuela con la mentira frente al desamor existencial y alude
Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, que observa en un proyector en su sala, pero
vemos muchos huecos en lo práctico, en la vida, de Godard, como su soledad, su
aislamiento, que alude muy bien el título. Ambos viven en lo que profesan,
Golestan es un hombre feliz a pesar de que la vida suele ser difícil. Culpa él al
cristianismo-catolicismo, al vampirismo y canibalismo de beber la sangre y
comer la carne de Jesús. Pero aunque esto es en realidad un simbolismo, lo que
ha dicho Jesús, un hombre que también fue un notable intelectual, un maestro,
Golestan como que quiere justificar los cimientos del pesimismo europeo. Él es
quien es igualmente, un hombre amante del mundo, y hoy en día tiene 100 años.
Sin embargo aunque uno puede discutir cosas que dice Godard no deja de ser un
hombre interesante y excepcional, produciendo un filme rico en debate e ideas,
un buen choque intelectual. Uno ve cine para pensar el mundo, a la humanidad, como
también para entretenerse, pues como dice Godard el cine no propone preguntas
ni da respuestas, sino es más un juego de los distintos intelectos, y es escoger
y pensar, recoger (tomar lo que nos hace mejores), filtrar (lo que no
compartimos) y amar (ser feliz con el arte), y seguir avanzando.