miércoles, 5 de julio de 2017

Antonio uno dos tres

La construcción de este filme, la estructura, es muy interesante y además lograda. Utiliza unas pocas líneas de una historia, se basa ligera y libremente en Noches blancas, novela de Fiódor Dostoyevski, y está expuesta como la vida ordinaria y contemporánea de Lisboa, Portugal. Esas pocas líneas generan variaciones pequeñas, el filme del brasileño Leonardo Mouramateus vuelve a contar la misma historia, como que juega a las opciones hasta hallar la mejor o la más romántica, a armar los pedazos enseñando diferentes imágenes, otros ángulos o la misma escena pero lo que antes no vimos. Como eje tenemos a Débora (Deborah Viegas), una turista brasileña en Portugal que vivió en Rusia y ya regresa a su país; al protagonista, a Antonio (Mauro Soares) que exuda calor y simpatía; a la vecina y cómplice de Antonio, Teresa; al padre de Antonio; a un amigo gay y extravagante actor; y a la ex novia sofisticada de Antonio.

La trama se mueve alrededor de la existencia sencilla de Antonio en Portugal, director de una obra de teatro como de su vida, típica de cualquier muchacho. La preparación de la obra teatral hace de metaficción y en ella vemos a  Antonio y sus pequeñas aventuras artísticas con sus amigos en Lisboa. El filme tiene 2 conflictos centrales, qué hacer de la vida de uno y nuestra vida sentimental. Las variaciones, los personajes repetidos dentro de la obra de teatro y el filme dividido en tres etapas narrativas, la carta delatora, ir a buscar donde quedarse y el retorno al hogar paterno tienen una edición sublime, lo cual es lo mejor del filme. La mezcla de lo ordinario, la metaficción y una adaptación literaria recuerda al cine del argentino Matías Piñeiro, pero bajo la propia personalidad, tiene mayor sencillez argumental pero lo compensa con una edición mucho más compleja, muy plástica, tal si tuvieras un cubo de rubik entre las manos, y aun así es una propuesta amable, clara y fluida.