viernes, 17 de junio de 2016

El tesoro (Comoara)

La ópera prima del rumano Corneliu Porumboiu, 12:08 al este de Bucarest (2006), era una película que exhibía a un cineasta atractivo y que auguraba un futuro muy prometedor, alguien a seguir creciendo, y cimentando un buen nombre en el cine, y con su segundo largometraje de ficción, Policía, adjetivo (Politist, adjectiv; 2009) para quien escribe llegó artísticamente a lo más alto, logrando una pequeña obra maestra, una película perfecta, con la mezcla de la gramática-semántica rumana (una de las lenguas más estrictas/poco-maleables que hay) y la fuerza de la ley, a través de un caso chiquito, sobre un policía que duda bajo su propia moralidad de arrestar a un chiquillo por hacerse del hábito de fumar marihuana, cosa que está fuertemente penado en Rumania, con hasta 7 años de cárcel, por lo que éste joven policía siente que va a destruir la vida de un muchacho por casi nada, sin embargo el filme se encarga de valorizar la situación desde no solo ese ángulo sentimental y de propia experiencia (el policía ha estado en Praga donde se dice que la ley se hace de la vista gorda al ver fumar marihuana), sino a la vera de la firmeza de la ley y el ejercicio disciplinado de la policía, conteniendo  a un lado la metáfora del orden público desde lo policial en la historia de Rumania, que, como se sabe, tuvo la dictadura de Nicolae Ceaușescu, entonces es también el juzgamiento y expurgación de la policía a esa sombra ineludible, y por otra parte estudia el sistema por el que el hombre yace sometido en la sociedad. Todo desde lo más cotidiano, real, aparentemente más ínfimo, como estila el cine rumano, por lo que vemos la figura harto humana, de a pie y total de este policía protagonista. En pocas palabras, una verdadera maravilla, sobre todo de la condensación y la iluminación de la vida práctica.

Todo lo que nos lleva a El tesoro, una propuesta que no es para nada una mala película, pero si una que pasa sin pena ni gloria, aunque estando muy bien hecha, siendo decente, dentro de los estándares típicos del cine rumano, y hasta parece repetir  a un punto la fórmula de Policía, adjetivo, no obstante no consigue el mismo efecto ni igual alcance que su predecesora. Aun conteniendo una mirada tan dulce y luminosa (pero también cándida), si se quiere, queriendo a su vez ser redonda con aquel final de la figura de un buen padre haciendo del duro mundo material y restrictivo un lugar bello, optimista, lúdico y soñador para su pequeño e indefenso hijo, afirmándolo con una sub-trama de bullying, y un anhelo discreto de ganarse el entorno.

Es la historia de una aventura típica de los cuentos, querer encontrar un tesoro en el jardín de una vieja casa de campo familiar, según la sospecha de algunos diálogos pasados de una otrora familia acomodada y una época revolucionaria, donde el vecino de Costi (Toma Cuzin) le pide que sean socios de la búsqueda, a cambio de que compre un detector de metales, ya que Adrian, el vecino, no tiene dinero, solo deudas, y puede perder su casa, por lo que el foco está en la clase trabajadora, luchadora y más austera de Rumania. Por algo la idea de Robin Hood sobrevuela, lugar en que se suele ver Costi y quiere ver a su pequeño, donde Porumboiu nos habla de la sociedad ideal, la que vela por el pueblo, por los necesitados y oprimidos económicamente, desde una sutileza enorme, de un cine social camuflado. Agregando que Costi es un hombre intachable, ultra honesto, incluso en lo romántico, salvando la distancia de generarle una ilusión y un background sólido emocional a su hijo de cara a un mundo tan duro, en el que te sueles ahogar en las responsabilidades y cuentas que hay que pagar en el día a día.

En el filme prima lo realista, trabajándolo con ingenio, siendo impredecible. A pesar de la idea de hacerse ricos con un tesoro salido de lo improbable, lo endeble e ilusorio, donde Costi y Adrian también, como los niños, mantienen esa saludable fe en lo maravilloso. En ese sentido Porumboiu consigue superar lo literal de lo fantástico, teniendo presente el mundo práctico del cine rumano, querer solventar credibilidad y entretenimiento con la ligereza de un tesoro, creyendo en una humanidad más sana y feliz, por encima de la vulgar, deslucida y fría ordinariez vivencial.