jueves, 10 de diciembre de 2015

Love

La presente película que estuvo en el festival de Cannes 2015 fue vapuleada por la crítica, lo cual sorprende, cuando gran parte de ésta misma crítica enaltece El desconocido del lago (2013), con la que comparte similitudes explicitas de orden pornográfico, y la misma temática, el amor y el sexo, sólo que Love se enfoca en lo heterosexual apuntando al amor sexualizado, mientras El desconocido del lago a la pasión y a la sensualidad por sobre el amor, homosexual, teniendo la lectura de ir incluso hacia la perdición, dictaminando una idiosincrasia, con la gracia de que la película de Alain Guiraudie contenía un “engañoso” thriller tardío amortiguando bastante gratuidad con sus escenas gay, y la de Gaspar Noé es una película más franca, directa y clara, pero teniendo una ideología por debajo y una representación mental, no intentando vender gato por libre, es decir, una presunción de arte mayor, que para algunos la proclamada desfachatez y el exceso, del cine de culto de Noé, le arrebata, le quita esa admiración y respeto que supone sí exuda el cine de Guiraudie, cuando con obviedad se trata de dos directores leyendo el espíritu del séptimo arte polémico, revolucionario y artístico último dictado por Francia, con un logro mucho menor del anhelado por ambos. Por todo ello, enaltecer a uno suena tan incongruente y arbitrario como reducir a polvo al otro, cuando deberían estar, al menos con éstas obras, emparentados, aunque sin exagerar el entusiasmo hacia ellos.

Gaspar Noé, duela a quien le duela o con cierta razón en contra tiene un nombre ganado, posee cierto talento y estilo, quiere ser innovador y trasgresor, suele buscar distinguirse en lo formal y en sus mensajes (libertad sexual, anarquía, naturaleza violenta, causalidad por sobre destino, vacío tras la muerte, drogas como puerta mística), pero un exceso de “audacia” le pasa siempre cierta factura, como que su ingenio suele tener tremendos huecos y no logra esa grandeza que se le escurre entre los dedos, y lo deja como un cineasta menor (incluso uno rechazado y payaso), solo apto para un grupo reducido de fanáticos. Esto lo vemos en su primer largometraje y mejor película hasta la fecha, Seul contre tous (1998), que tiene un realismo harto identificable, notable, en aquellas conversaciones mentales que mantiene El carnicero (Philippe Nahon) tras su prominente furia, rabia, frustración, decepción, como en un estado de violencia a punto de reventar, al ser un gran perdedor estando ya en la vejez, frente a una sociedad que, ninguneado y maltrecho, él rechaza, proclamando una poderosa ideología “propia” que no falla porque exagera en el daño que profesa (hasta literalmente, como en los golpes a su autoritaria esposa embarazada). Lastimosamente termina convirtiéndose en un discurso efectista, hueco, absurdo y torpe al exhibir un tipo de amor, libertad y plenitud en querer ser incestuoso con una hija que parece sufrir de autismo, que es una autómata; y lo peor es que Noé lo sabe ya que advierte con un inter-título que nos retiremos de la película o atengámonos con lo que veremos a continuación, por tratar de impactar en un tipo de espectador primario, más que preocuparse por contener coherencia, aun con un tipo tan despreciable, al que no le hace falta un agregado tan paupérrimo y descarado. De ahí en adelante uno saca sus cuentas que Noé no quiere ser grande, o le falta mayor inteligencia, que hasta para lo extremo y extravagante hay que tenerla para realmente distinguirse como creador de arte, e incluso de entretenimiento.

Su infamia lo perseguirá y será su estigma por una parte, la que en Love se atribuye a secas a no tener miedo a las convenciones sociales, lo que sirve como guía narrativa, invocando una liberalidad sexual que vemos tomar forma en la explicites, como quien indica ser fiel a sí mismo, donde no faltan felatios, cunnilingus, penetraciones, masturbaciones, eyaculaciones, tomas frontales o un primer plano de un miembro erecto (que recordando que el filme originalmente está destinado a ser pasado en 3D esto es casi una afrenta o chascarrillo), o repetidos coitos en distintas posiciones, tanto como que hay espacio para el erotismo y la sensualidad, como en un definitorio trío con las actrices Klara Kristin (de papel secundario), la joven esposa que representará la desilusión existencial impuesta por la obligación de un bebé; y Aomi Muyock, como Electra, la mujer de su vida de nuestro protagonista, el americano Murphy (Karl Glusman, quien parece ser el único al que le espera una carrera, visto los filmes que se le vienen, trabajar con Nicolas Winding Refn y con Tom Ford; a pesar -o por ello- de que las debutantes dejaron todo en la cancha). Con Aomi se verán la mayoría de las escenas subidas de tono.

Es una obra que ejemplifica el sentido de un director que entre sus películas de cabecera yace Saló o los 120 días de Sodoma (1975), como deja ver además un póster en plena película, habiendo varios de otros filmes renombrados, como que Murphy es un estudiante de cine, implicando (infaltable) cinefilia. De lo que se trata la propuesta es el recuerdo de la mujer idolatrada, ideal, el amor verdadero, tras una llamada contando de su desaparición y haciendo pensar en un suicidio, notando que la ternura, como la cotidianidad de pareja, que no sea coito, asoma en pocos momentos, porque el sentido claro es perpetrarse en el sexo, ver el amor a través de ello. Pero se asume en parte en el acto de rememorarla recurrentemente y en la gran pena de la ausencia que simboliza la derrota, convertirnos en perdedores, cuando la dibuja como un fantasma en el presente y en sus conversaciones mentales. La pierde por un error de libido. Así van apareciendo las aventuras y encuentros con ella, los roces, el predominante sexo, en sus tantas facetas expresivas físicas que representan las variaciones del amor en el argumento. Pero hay cierta fusión, habiendo momentos de celos y calenturas medio idiotas, aunque, bueno, humanas, como con el propio Noé que sale con peluquín y es un alter ego de sí mismo, a la vera del arribismo, tras una entrega promiscua de por medio, una que no falta en el cine ni en varias profesiones de ascenso y empujón inmediato.

Otra ocurrencia es hacerse asesorar por la filosofía francesa de un policía fuera de servicio, entre tragos, que termina finalmente en una experiencia (felizmente) trunca con un transexual, que queda como una mala experiencia personal en la historia, si no el filme habría tomado un nuevo giro, aunque quizá ahí había una razón para que cierta crítica se entusiasme. Como que el amable y “sabio” oficial enseña a buscar el siguiente nivel de la compenetrada relación, en la mística del amor sexualizado, dentro de la permisividad sexual en la pareja, en el intercambio y la orgía, alegando el vencer el miedo y liberarse de la sociedad (tema central  de Seul contre tous, a la vera del camino del perdedor) y lo que parecía una broma termina cumpliéndose en un lugar oscuro tipo el Rectum de Irreversible (2002), y es que las películas de Noé dialogan entre sí, hay conceptos recurrentes.

Otra película de Noé, Enter the void (2009), son 2 horas con 40 minutos de sentida extensión y a un punto redundante viaje lisérgico por el vacío, la nada, hacia la resurrección, como dicta el diálogo guía sobre el libro de los muertos, la vigilia del mundo inmediato perdido, mientras vemos promiscuidad, drogadicción, crimen, frustración, que yacen como símbolo de la filmografía de Noé, por lo que quien sabe qué esperar de él la va a pasar mucho mejor. Los nombres llevan connotaciones, Electra, Murphy, o un dividido Gaspar y otro Noé (él mismo), donde uno puede esperar algún tipo de autobiografía. Pero más es como uno piensa la vida o la sueña, bajo criaturas extremas, mientras supone un divertimento. Love es dolorosa y también bastante festiva. Ya lo dice una línea, lo mejor es el amor (que por un lado tiene de pretexto), luego el sexo (de lo que curiosamente la banalidad es la razón de la ruptura, como quien dinamita sus propias ideas o arguye la autodestrucción).