viernes, 27 de abril de 2012

Air Doll


Air doll (2009) es una película que sale de cierta forma de la filmografía de Hirokazu Koreeda o puede dar solo esa impresión en realidad pero que claramente mantiene el estilo del cineasta japonés, su extrema sensibilidad dentro de la reflexión de temáticas muy duras. La que nos compete se puede ver como la introspección de la promiscuidad de una prostituta y sus emociones más personales, además de un paralelismo general con el vacío, la soledad, la indiferencia y la melancolía de los seres humanos.

La trama nos remite a un relato fantástico en que una muñeca inflable toma vida. Mientras sigue cumpliendo sus funciones de noche con su dueño, de día trabaja en una tienda de renta de vídeos, a la vez que descubre significados en el planeta.

El aspecto general de Nozomi, la estupenda actriz sur-coreana Doona Bae que toma movimientos y estética perfecta, es de una candidez y docilidad extrema pero provista de una dureza irrefutable en aceptar que es una sustituta de la realidad sexual de un hombre, un objeto que brinda placer sin la más mínima negativa. Sin embargo ambigua en su definición esencial ella quiere entender el mundo, provista de un corazón despierta en ella la curiosidad natural de su entorno e indaga en las relaciones humanas.

Los vuelcos por la existencia de quien no conoce nada se dan sin mediarse problemas para el autor del filme, recordando que es propio del género de fantasía aunque de estructura muy en orden realista que es como si algo excepcional se introdujera en toda una cosmovisión convencional e identificable con facilidad.

Éste idóneo drama existencial a manera de parábola abunda en metáforas y la pertinente reflexión de que el mundo es un lugar cada vez más frío, más triste y más individual a pesar de que como nos dice la película, todos dependemos de los demás, somos un constante complemento como las flores que sin el viento ni los insectos no polinizan su pistilo y no florecen. El presente es un filme de base sencilla y entretenido pero cargado de ideas.

El desenlace como en todo filme de Koreeda se alarga constantemente, parece querer resolver todo cuanto pasa por la mente, una valía para los curiosos pero algo posiblemente molesto para cerrar un circulo sin perder una línea, un ir por múltiples posibilidades que cae en la sobre-exposición última, pero aquí es un mérito ya que acierta en su mayoría salvando un final algo tenue pero aún así rico en su aporte que remite a que el contexto central es más que suficiente (y es así) ya que inicia igual, de lleno a la narración sin crearse conflictos, un ir al aparato meditativo que refleja la muñeca inflable.

Es notorio el querer pensar a través de ella como en la banca con el viejo haciendo el símil de lo humano con el objeto de placer, también hay una crítica muy patente a como nos desenvolvemos como seres humanos en nuestra contemporaneidad, las ciudades consumen la vida, el hombre vive y convive mal, no sabe generarse la felicidad sino más bien hace todo por alejarla, en su torpeza. Incluso el amor y la alegría de Nozomi desfallece/muere, siendo concluyente que los cuentos de hadas no terminan muy bien ya, en un contexto masivo humano proclive a lo inmisericorde y al inminente fracaso, un pesimismo palpable, a pesar de que hay un aire de entusiasmo y de fe. Las respuestas no alcanzan ni la bondad surte el efecto deseado en el interior del ecran, quizás porque lo desagradable hace mayores estragos en nosotros, aunque como se entiende tenemos la última palabra como espectadores, a ponerlo en práctica tras la lección.

Nozomi, aunque se intuye, parece ocultar ir a un inexorable destino y es que no logra adaptarse -siendo aún en su carácter especial una vista colectiva y reconocible- ya que su aventura está plagada de realidades implacables que consumen y destruyen pero como ser que es tratado como objeto y se ve como tal, aunque su secreto no sea el que define el asunto ya que es un pretexto todo el aparato de la muñeca inflable. Es un filme que va en la línea de Koreeda pero con algo más de fuerza de lo acostumbrado en un salto “abrupto” pero coherente hacia la descomposición digna de las más crueles tragedias, hasta la ausencia del deseo de supervivencia, que existía en Nadie sabe (2004), filme emblemático del cineasta japonés, que era más gradual y abiertamente irremediable.

Se sobredimensiona el drama cuando se piensa mucho, por ello el que sea una muñeca inflable lo hace más digerible, más pedagógico y menos exigente en cuanto a sentimientos, o de repente no si lo vemos desde su posibilidad que lleva una cierta frialdad para no endulzar ya demasiado, notando que Koreeda de por sí es bastante perceptivo, agregando un ambiente ordinario de neutral a algo cálido muy necesario, que puede cansar si no somos cercanos a lo estático en un cine que requiere calma, contemplación paciente, que igual lleva un tema interesante que despierta atención y que es una ventaja que se explota muy bien, que se amolda preciso al requerimiento de un cineasta con las características de Koreeda y que a pesar de mostrar coitos y una banalización recreativa de lo que es el siglo XXI lo hace con el buen tino de un fino pero consistente demiurgo.  

Koreeda mengua a ratos la paliza con un cántico de optimismo circunstancial en que lo cotidiano puede ser encantador pero luego cambia y enaltece a la desventura pero sin paliativos a la hora de la verdad, sea viendo al jefe de la tienda de cine chantajeando a Nozomi a cambio de sexo, las múltiples personas sufriendo en sus ambientes concretos e íntimos o en el juego erótico y el consiguiente terrible error de inflarse al creerse semejantes. Pero como implica el final del filme, hay belleza en el lugar menos pensado, un aliento de reposición cuando Nozomi agradece a la creación, al creador, también a la capacidad de comprender, valorando lo que muchos consideran pequeñeces o desgracias como el nacimiento, el cumpleaños o la vejez, o en el anhelo de sentir, de amar todo y –no literalmente- a todos, por eso su idiosincrasia es triste, que es sello de Koreeda, en el quehacer humano de esos dos embaucadores del verso de Kipling que dice que no hay que dejarse engañar ni por el triunfo ni por la derrota.

La película es más que sobre sexo o amor, eso sería encerrarla en muy poco -siendo temas muy bien manejados además- o muy simple para venderla, es la historia de una niña en pleno mundo, explorándolo cuando éste lo que hace es combatirla por leyes que todos absurdamente nos generamos, un desamparo que requiere ver belleza en lo triste y amor en la comunidad de todos, que es el mensaje que aplica Koreeda.