Danzón (1991), el segundo largometraje de la directora mexicana María Novaro, con guion suyo y de su hermana, Beatriz Novaro, es una película estimada popularmente en su país. Tiene de protagonista a María Rojo que por entonces tenía 48 años y hace de una mujer justamente en la mitad de la vida, quien suele ir a un lugar a bailar danzón, baile de origen cubano que tiene un arraigo especial en México, sobre todo en Veracruz, que es también el lugar a donde Julia Solórzano (María Rojo) va en busca de su pareja de baile, amor y compañero, con quien no está casado, es simplemente su pareja. Se habla de que muchos hombres van a estos bailes a seducir mujeres y muchos luego desaparecen, muchos están casados o solo buscan aventuras pasajeras. Pero Julia está enamorada de Carmelo y éste ha desaparecido. Julia se siente dolida por ésta ausencia que inicialmente no tiene explicación de ser, pero más tarde se desempolva un malentendido y Julia realiza un viaje a Veracruz para encontrarlo. Julia muestra mucho amor hacia Carmelo, pero termina dándose un lapso de tiempo como soltera, como se pretende de todos los hombres asiduos en particular al danzón, baile que es parte, lógicamente, del conjunto, pero que es finalmente un elemento más de ese protagonismo femenino que representa Julia en busca de libertad y hedonismo. Éste filme es un tipo de canto de feminidad desde la soltería de una mujer de mediana edad, que ya ha pasado por el matrimonio, tiene una hija joven, y busca rehacer su vida. El filme primero pone melancólica a la protagonista, hasta enfadada con el mundo, pero luego se permite ser infantil y cursi, un poco tonta, como también muy segura de sí y muy libre. Levanta cabeza como podría decirse, que va de la mano con transexualidad como entretenimiento y prostitución vista con naturalidad y mucha aceptación, prostitución no de ella, sino del lugar en que se hospeda, que como dice el amigo homosexual, es un poco un antro. Es decir como quien muestra dentro de lo cursi e infantil, también calle, y apertura mental digamos. La propuesta tiene un buen quehacer cinematográfico contextualizándolo en el baile del danzón, que es el pasatiempo y la pasión de Julia, que le otorga identidad y hasta un grupo social. Uno no puede ser sólo su trabajo a secas, menos si sólo somos obreros. La talentosa María Rojo sabe ser coqueta, sabe ser provocativa, sabe hacerse desear, dentro de lo natural, la campechanía que no vulgaridad, y desde ser una mujer común estéticamente, pero con mucha fuerza escénica, gran expresividad corporal, que denota una personalidad subyugante, desde un personaje que no es un canto de originalidad, sino que juega con sus fichas, explota lo suyo sin mirar al lado, sabe valorarse y potenciarse. María Rojo canaliza muy bien su protagonismo; lo que le pide el guion, perfectamente. En el fondo el filme versa en ser como unas especies de vacaciones de verano, desde la libertad de una mujer adulta, ya no una muchachita intensa, sino una mujer experimentada, pero que le cuesta un poco romper con cierto conservadurismo, pero realmente a ella nadie le ata, su pareja de baile maneja cierta informalidad. Julia trata de reconocerse en una aventura sexual, aludiendo un poco al cliché del marinero -como en el opuesto al de las sirenas- y a la mujer adulta en pos de la juventud, emparentándose con la idiosincrasia del hombre machista o del mujeriego, pero en ese emparejamiento hay un halo de respeto, mucho cuidado y modales, el marinero como chico bueno, zanahoria (sano) en jerga nacional. Está para servir a esa mujer y su fantasía reivindicadora. En un momento Julia camina sensual con tacos altos y vestido playero y hasta una oruga o Caterpillar le sigue, piropeándola en silencio. Es como señalar en general, la mujer presenta muchas oportunidades para decidir, a la vez que detiene el tiempo y se hace modelo para otras. No obstante por otro lado, Ciudad de México es la rutina que sólo rompe el verdadero amor dentro del hogar que es el danzón.