sábado, 5 de agosto de 2023
El techo de cristal
El techo de cristal (1971) de Eloy de la Iglesia es un buen giallo a la española, con la célebre Carmen Sevilla como Marta, una mujer que se queda sola en una casa alquilada de campo -su marido para de viaje de negocios- y empieza a volar su imaginación. Ella es aficionada a las novelas de suspenso y noir y al oír pasos de hombre arriba donde vive su vecina Julia (Patty Shepard), cuando su marido se supone también está afuera, cree que ella es una asesina junto a algún amante. El filme maneja varios sospechosos, gente que trabaja en la zona o hasta lo es el delivery del supermercado. Así mismo lo tenemos y mucho al casero y galán Ricardo (Dean Selmier), con el gusto por la alfarería y la escultura y andar siempre acalorado descubierto del pecho, cerca a un sugerente horno industrial y unos perros enjaulados satisfechos con el alimento. Marta teje buenas hipótesis. La propuesta juega bien a generar suspenso y muchas ideas de crimen, Marta no parece descabellada en sus elucubraciones, siempre hay pequeños indicios. La bella Carmen Sevilla también maneja cierto sutil erotismo, en sí el filme habla de machistas y seductores -algunos tipos tienen la propensión a sugerir violencia sexual- y mujeres vistas con deseo como Julia y Marta que andan solas con maridos ocupados. Es el deseo o la carne llamando al crimen, y al corrupto a deshacerse de la competencia. Por ratos se percibe que a Marta la vigilan y alguien le toma fotos en lugares muy privados. Todo el filme es la duda de si pasa realmente algo y está muy bien manejado para no agotar recursos y presentar novedad, aun cuando el mecanismo general es simple y la narrativa también, hasta el final donde une mil cabos, con coherencia aun así. Se manipula mucho el deseo. Una joven flaquita que lleva botellas de leche también se presta para los affaires. Un zapato sucio abandonado, una rata muerta, un cubo con soga como ducto de transporte, ruidos nocturnos, posibles envenenamientos, desconfianza constante y potente lascivia hacen del filme uno atractivo. La imaginación vuela ante el aburrimiento y la soledad, como también el pecado.