lunes, 21 de agosto de 2023
Buscando a Reynolds
Ésta es la ópera prima del documentalista argentino Nestor Frenkel. El filme medio que juega con la idea de si es verdad o no lo que vemos. O, a sorprender al espectador con una historia extraordinaria o bastante atípica; se trata de un grupo musical argentino experimental o avant garde (esto último para algunos países europeos y asiáticos) liderado por un baterista síndrome down llamado Miguel Tomasín. Miguel en un momento dice que el grupo no existe y esto permite movilizar varias ideas, incluso si en realidad ésta película nos está timando como lo hiciera por una parte Orson Welles con F for Fake (1973). Pero es solo una idea al vuelo, de muchas que se desprenden de ello como filosóficas u existenciales, y hasta por ahí más raras. El filme muestra a una banda que es terriblemente mala para el oído, y lo que hacen y como piensan lo solidifica. Pero algunos investigadores de apoyo que analizan la banda y hacen de complemento general en el documental muestran que ésta banda puede tener algo salvable y hasta razonable; como bien ejercemos algunos profesionales en esclarecer, acercar y engrandecer muchas artes. Los integrantes de Reynolds más allá de Tomasín son bastante particulares también, son de aquellos que ven el mundo de manera distinta y pueden caer fácilmente en el título de gente rara, pero parecen también auténticos en sus locuras, puesto que el grupo Reynolds es como arte conceptual buscando sorprenderte siempre, aun cuando suenan horrible, casi amateurs o propios de bandas de garage de pueblitos olvidados. Muy poca de su música se oye bien o lo que presenta Frenkel, pero ellos argumentan sus pensamientos y lucen menos bobos de lo que a primera vista parecen. Sin duda, son toda una curiosidad. Lo que salta a la vista es la pregunta de si están explotando a un chico sindrome down para hacer marketing y distinguirse, y el documental responde muy bien a esto, incluso sobre el marketing y la manipulación habitual de lo comercial o lo destinado a popularizarse ante el público (ésta respuesta cubriéndole la espalda a la producción musical o artística suena franca). No obstante Reynolds es un grupo underground, aunque también tocan para fiestas de chicos down. Esto hace que veas que el grupo busca ciertamente hacer algo que sale realmente fuera de lo común. Así mismo por una parte suena al concepto de arte moderno del célebre Marcel Duchamp, visto desde el arte absurdo o ridículo. El nombre de la banda Reynolds en efecto viene por el nombre del actor americano Burt Reynolds y tiene de arbitrario (de anécdota dadaísta o bufonesca), pero también se exhibe como un poco interesante (el simple nombre da para mucho). En sí ésta banda mezcla tocar y verse pésimo con tener originalidad, lo cual hace de éste filme formalmente sencillo y de bajo presupuesto sostenerse de una gran historia, que hace pensar en creatividad por sobre dinero, con la creatividad general que medio trata de dinamitar o va 50/50, yendo un poco por un camino no del todo empático sino medio caminando por la cuerda floja y aunque puede incomodar es un punto a favor de hacer algo especial. No es un cine que vaya a ser popular, pero al mismo tiempo busca acercar lo raro a una audiencia mayor, con ingenio sobre todo. El filme explica todo a la perfección y sin ser plano. Reynolds es una banda no solo curiosa sino interesante, a pesar de todo. Un poco Reynolds nada contra la corriente del éxito, como quien al mismo tiempo que busca un nicho (no del todo inventado) va como borrando sus huellas. Aun cuando se dice que en algunos lugares son como alimento gourmet no representan en nada lo popular y el filme así es toda una novedad que hasta dudas de si Frenkel nos está timando con un falso documental.