martes, 22 de agosto de 2023
76 Festival de Locarno: Do Not Expect Too Much from the End of the World
El problema de hacer comedia muchas veces es creerte más inteligente que los demás y caer en el fastidio (o la mala broma) más que en algún tipo de relevante complicidad, aun cuando tampoco se trata de hacer comedias nacidas muertas, sin personalidad, sin verdadera inteligencia, sin ideas propias. Esto claro cuenta para todo el cine, pero en especial con la comedia donde hay que balancear la personalidad autoral con la empatía en particular ya que la comedia suele ser una búsqueda de popularidad, aunque si haces algo realmente personal es prácticamente imposible contentar a todo el mundo. El director del filme es el rumano Radu Jude y tiene de todo lo antes expuesto, desde una propuesta muy libre. Incluso en un momento se permite burlarse de los propios rumanos, señalando y mostrando una seguidilla de cruces producto del mal entendimiento de la conducción en unas pistas. Esto generará 10 minutos de ver pintorescas cruces. Por otro lado también se llamará imbécil a Nicolae Ceausescu y puede que no se esté mintiendo, pero parece aludir a que el socialismo no es malo sino que el socialismo de Ceausescu lo es, lo fue, y es de lo que se mofa o critica sin concesiones. Pero, claro, el pueblo rumano se ve bastante curado del comunismo para siempre. Por ahí hay un par de bromas con ello, como mostrar un libro de Karl Marx como adorno y la sorpresa de verlo por nuestra protagonista, Angela (Ilinca Manolache). Angela tiene unos treinta y pico de años y le gusta la música tipo hip hop, desde el idioma rumano. Es una chica notoriamente moderna, contemporánea, propia de su época. Trabaja como asistenta de producción de una empresa de marketing y su trabajo es buscar a alguien apropiado (o conveniente) para hablar en un comercial institucional sobre la seguridad interna de una empresa de capital austriaco-alemán. Angela para manejando su auto viajando en pos de los candidatos para el comercial y esto es el centro de lo que veremos por casi 3 horas de película. Además de esto la obra de Radu está combinada -sólo un poco- con Angela goes on (1981), película de su compatriota Lucian Bratu que muestra a una mujer taxista y su cotidianidad en su trabajo, como algo bastante amable de ver (digámosle inocuo), como quien tiene problemas menores, lejos de la política que se vivía con el dictador Ceausescu que gobernó hasta 1989, año en donde lo llegaron a ejecutar. La música incluso de la película de Bratu hace de opuesto a lo que está haciendo Radu Jude quien hace una comedia de las que se identifican con sectores mucho más artísticos, más pequeños, más intelectuales. La Angela de Radu también usa un filtro del celular convirtiéndose -pero notándose que es ella, en parte como un glitch- en un tipo pelado, cejón y de chivita, un sujeto vulgar y frontal que analiza la idiosincrasia rumana soltando comentarios a lo Borat (2006), como quien habla de autenticidad y compromiso con la gente de a pie con las maneras que estila, bajo la idea de total franqueza. Esa que no tiene el trabajo formal de Angela quien versa y todos alrededor dentro de cierto cinismo. No obstante Radu con sus criaturas deja en claro que para él absolutamente todos ejercen cierto marketing y política en sus quehaceres, arguyéndolo con ejemplos del cine. Llega hasta bromear mediante aplaudir al director de cine el alemán Uwe Boll quien dice que literalmente sube al ring a boxear con sus detractores (que suelen ser muchos). No se puede esperar que todas las bromas de Radu funcionen pero se ve que está haciendo claramente una obra muy suya. Igualmente con Boll nos está hablando de hacer lo propio, ser uno mismo, tener convicciones, a pesar de todo, cuando sobran los que nunca pretenden nada propio. Puede que Boll no sea una eminencia del cine, pero es fiel a sí mismo, y lo vemos trabajando un sci-fi de cine B sin tapujos. Participa también en la obra de Radu la célebre actriz alemana Nina Hoss como la supervisora y cliente perteneciente a la empresa austriaca, supervisora del comercial. Nina Hoss maneja tremenda naturalidad, hace completamente suyos los diálogos y otorga buenas secuencias, aun plagadas de ocurrencias, aunque la estrella aquí es la muy competente al uso Illinca, y Hoss tiene un pequeño papel solamente. Ilinca abre la propuesta con su descarnada desnudez, dejando la camiseta en su papel, en los pensamientos y el filo de Radu.