domingo, 23 de julio de 2023
Une Histoire de vent
Éste filme de 1988 del holandés Joris Ivens que codirige con su esposa, Marceline Loridan, tiene algunas similitudes con Sans soleil (1983) aunque es mucho más light. Es un diario personal, un ensayo cinematográfico, un cuaderno de viajes pero a un sólo lugar aunque enorme como China, es también con los 90 años de edad de Ivens quien hace de guía y personaje una especie de despedida, moriría un año después y ésta sería su última película. Ivens juega a pensar un poco la vida en sí y su arte; dice en un momento que él siempre ha perseguido lo imposible y justamente un poco de eso va el filme -al estilo de Sans Soleil- ya que es la historia del mismísimo viento, de lo invisible, pero aquí Ivens no busca en la tecnología o en el futurismo, sino en la realidad y en la trascendencia espiritual. Ivens observa el desierto mientras se siente seducido por completo por el cine y su propia mirada de éste; vemos como el oficio y la artesanía va desplegando el aparato práctico de hacer cine, aun cuando no es el filme típico, sino un documental muy libre y personal. La propuesta señala la censura del gobierno chino, pero Ivens se escurre a generar su propia fuente de visibilidad, frente al rigor de protección gubernamental, aun cuando Ivens se identifica con China aludiendo un documental suyo sobre su enfrentamiento con Japón. China es un lugar imponente e Ivens muestra muchas maravillas chinas, como el Gran Buda de Leshan, un gigante tallado en piedra en un acantilado. Vemos a los guerreros de terracota, una impresionante replica de un ejercito completo, protector espiritual, y así muchos como las mil manos con ojos, pero también hay humor suave y calidez como ver la recreación de Viaje a la luna (1902) de Melies en versión de Ivens o a un mimo haciendo del rey mono que se dedica a hacer pequeñas bromas. Otra curiosidad del quehacer muy personal de éste documental es que se da a entender que Ivens es éste mimo y también un niño con el juguete de una avión a escala quien busca viajar hacia lugares interesantes. Éste documental es el ensayo de un hombre muy mayor, pero con el espíritu de un niño, en sentido de buscar viajar a la imaginación, buscar la felicidad en el arte y el conocimiento del mundo en su materia más transparente y más viva, más humana. Ivens sueña literalmente en el filme, muere y resucita muchas veces, ante la mirada del que empieza a vivir. Habla de la simplicidad de su asma, mientras quiere asir lo invisible, lo inasible, mostrando formas culturales, climáticas, sanitarias y hasta esotéricas del asunto; remite a lo invisible que está por conocer, por descubrir, siendo dios artífice en su juguetona narrativa -su avión de juguete- donde el espíritu humano no tiene edad. El estudio del viento que también nos muestra Ivens es observarlo como sinónimo de destrucción, como de asombro. Ivens exhibe su vocación y pasión por el cine tan igual que la arqueología o la memoria de la rica expresividad humana, desde la humildad de las formas pero al mismo tiempo desde la personalidad que no le rinde cuentas a nadie.